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Análisis

Paco Carrillo

El peligro del jamón

En el primer jamón que se recibe está la semilla de todas las corrupciones

No, no voy a decir que por comer jamón se haya muerto nadie, ¡eso faltaba! Pero, palabra, después de intensos estudios, profundas meditaciones y prolongadas evidencias, puede llegarse a la conclusión de que en el jamón, en el primer jamón que se recibe por ser vos quien sois, está la semilla de todas las corrupciones.

Todo empieza a nivel local. Imagínelo: nueva corporación municipal, ediles nuevos ansiosos de oportunidades, dispuestos a superar -en todos los sentidos- a los legalmente derrotados en las urnas. Llegan, eso sí, con sus resabios naturales e incluso dispuestos a inmolarse por el bienestar general, que suele decirse. Es verdad que pese a la mili hecha durante su tiempo en la oposición inician su andadura con todas prevenciones primerizas hasta que alcanzan los intríngulis de cómo pajea la administración. Ellos intuyen que a pesar de haber visto la corrida desde el burladero del 2 -o desde la andanada del 7-, las corrientes submarinas existen, si no de qué y cómo han sido los mismos proveedores/empresas los encargados de casi todo lo que ha necesitado el municipio. Algún misterio hay. Es más, les consta que sus propios compañeros de partido -lo saben a ciencia cierta, pero callan-, han sido invitados a generosas mariscadas, por poner un solo verbigracia. Esas mariscadas mientras se está en la oposición vienen a ser sólo un ejercicio de tanteo y cuando ya se gobierna una cortesía natural de obligado cumplimiento.

Pero llega a casa el primer jamón, ¡ay, entonces! No, no crea que a partir de ahí todo el campo es orégano. Hay que comprender que no es lo mismo recibir uno de pata blanca, que de bodega, que de recebo, que de pata negra auténtico, de esos que van en estuche, con carné de identidad y pedigrí completo. Por raro que parezca el jamón que se recibe -sea de la clase que sea-, no llega solo. Será coincidencia, pero al tiempo llegan otros de los proveedores/empresas que se precien. En esa tesitura, en primer lugar, el ínclito edil tiene la oportunidad de comparar el respeto del proveedor hacia su persona (cargo), y en segundo lugar el peso específico del que lo manda. Hay que comprender que los proveedores están obligados a competir, y como los porcentajes a repartir suelen variar poco, compiten con la calidad de los presentes a sabiendas de que el recepcionario podrá ser analfabeto, pero de paladares nace sabiendo, además, para eso están los anuncios en la televisión.

Con el primer jamón empieza todo y de ahí su peligro. Después -tiempo al tiempo- ya vendrán las cajas de vino de reserva, el güisqui de malta, la ginebra rosada… Antiguamente estaban de moda las plumas estilográficas, los relojes… ¡bisutería!, pero como el progreso se impone, llegaron cruceros por el Caribe, los fines de semana en un cinco estrellas de la costa, un viaje al extranjero so pretexto elegir papeleras, farolas o bancos para jardines. ¿Todos débiles de conciencia? ¡No, el único culpable es el jamón! Aquél primer jamón persuasivo, contagioso, auténtico corrosivo de la inocencia, de la honestidad, de las más sanas intenciones.

¡Te odio, jamón, por todas las corrupciones que has provocado!

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