Turismo Cuánto cuesta el alquiler vacacional en los municipios costeros de Cádiz para este verano de 2024

La tradición me recuerda que ayer fue el día de la patrona de los marineros, y por tanto, el santo de mi madre. O al revés, me acordé de que era el santo de mi madre porque coincide con el día de los marineros. Yo no celebro ni las patronas ni los santos (los cumpleaños, sí). Cuando niño, la gente, en general, me felicitaba por mi santo cuatro veces al año, por lo menos. Nadie acertaba la fecha correcta, que era el dos o el tres de mayo, no recuerdo bien. Mi abuela paterna, Leontina, era quien se sabía el día concreto. Solía regalarme una moneda. Una vez, me regaló una de quinientas pesetas. A día de hoy, no celebro ni mi santo ni el patrón de los periodistas, que no son rentables (ni el patrón, ni los periodistas ni San Alejandro Papa). Ya no felicito a nadie. Ni a mi madre. No por esnobismo, en absoluto, sino por ignorancia desinteresada. Prefiero preguntar antes que felicitar. Pregunto quién fue San Alejandro Papa y nadie me contesta. No quiero buscarlo en Google. Quiero que alguien me cuente quién fue, cuándo nació y dónde (a qué se dedicaba, no hace falta), qué hizo para ser santo. A ver si me parezco. Si tengo algún elemento común con él, puede que me replantee el concepto de las festividades, como la de ayer, día de la patrona protectora de los marineros. Los marineros fueron multitud en esta ciudad hasta hace unas décadas. Hoy ya no. Hoy queda el fervor y la tradición y las terrazas de los bares. Hoy las multitudes portuenses no se embarcan, efectos de la globalización, la tilapia, el panga y el Mercadona. Hoy son multitud otras gentes, que ansían, sin menoscabar la de ayer, la protección de su patrona particular: la de las camareras, la de los desempleados, la de las abuelas kanguro. Puede que ya existan, pero lo que no tienen son procesiones. Y no se por qué. Tendrían muchos seguidores y se llenarían las terrazas de los bares más a menudo. La rentabilidad es condición indispensable para el mantenimiento, en la actualidad, de una auténtica tradición.

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