Análisis

Rafael Duarte

Tiempo de verano

Hay libros que no pueden leerse y lecturas ínclitas que no llegan a la imprenta

Está pensando… No lo molestes, le dijo el Cicuta al Migue, cuando iba a dirigirse a Dientefino, un magadaña insular que iba de divo canónico y, viendo el rostro orlado por… Sabiendo que er tío es gafe, recordé que Jarocho, banderillero de toros, lleva ya dos jefes de cuadrilla muertos en el ruedo. Mi admirado Curro Orgambides sabe que son Víctor Barrio e Iván Fandiño.

Lo cuento en la tertulia y el presidente José Acosta Martínez, toca madera rápidamente. El mundo de los tronados, las meigas y las estantiguas da para que las manías humanas suban a la categoría de paranoias. Panófobo que somos. Y empiezan a nombrar a presuntos y presuntas.

Afirma que la Menina hace vudú y que Sosinaida tiene botellines de azahar tintado, y… mJuan Carlos le mete dedo a Google para buscar a Blanquet, un banderillero de toros, de quien se afirma que estaba afectado de clariesencia y olía a cera quemada anticipándose a una tragedia. (Mientras escribo el cursor se pierde. La página se borra. Las abejas van locas por el patio). Haberlas hailas. El Juan Carlos Carrillo halla al Berenguer, y un sí es no es, por lo pronto en las fotos parece estrabón del derecho. Iba con Joselito en Talavera el día de la muerte de este. Fue con Granero a Madrid cuando "Pocapena" le vació el cráneo como una granada mecánica. Y fue con Ignacio Sánchez Mejías, que poco tiempo después buscaría "mayorales de pálida niebla".

José Acosta Martínez toca madera chapada, no muy seguro de su utilidad en la antifobia azarosa. José Acosta Martínez, presidente de la Tertulia de las Montañas, recuerda que El Pali, que iba en la cuadrilla de Yiyo, estuvo en Pozoblanco y en Colmenar, y que la muerte toma trenes donde la vida no existe, y que el alma no quiere ser mirada cuando la busca el aire ciego. Aseveran lo dicho Paco Calle y Jesús Montero, vocales de la tertulia, que cada vez está más animada.

Les afirmo que soy un anagnoste inveterado. Pero que hay libros que no pueden leerse, y lecturas ínclitas que no llegan a imprenta. Un poco de lo mismo. Son cosas del verano. Los vencejos que gritan rayando el cielo dan pábulo a la luz de la mañana y a las tibias leyendas.

Nada parece igual nunca. Hay artistas inertes y artistas in artes. Poetas escafoides y versolaris y escritores tallados en la dura voz de la verdad. Y en medio todo este galimatías de políticos submediocres apoyando nadas de elevados a nada, que es la nada al cubo o cubista.

Reflexivo estáis. No. Es que la historia brinca en camarón o pulga y nadie le sigue el brinco. El pueblo está lleno de mateólogos esquizoides y de ingeniosas sin ingenio. Un poeta tan póstumamente honrado como Eugenio d'Ors, nos ha legado unos ripios que dan escalofríos de meigas y meninas: Si lo lee la barbolari échate a temblar. En la orilla del Ganges un camello/ se quejaba de ser de largo cuello/Pero en la otra orilla un sapo absorto/ se quejaba de ser de cuello corto/No tengas, oh lector, yo te lo encargo/el cuello ni muy corto ni muy largo.

¿Pero eso qué tiene que ver con los gafes? Dice Acosta. Nada. Pero prefiero citar esto sin estrabones, para ceñirme a prudentes nociones morales. Yo prefiero leer a Mari Bárbola poeta leista. "¿las comadrejas? /hacen de todo /si tú les dejas… o qué maniqueo, cuando como cazón/ chupo los deos/. No hay peor verso que un gafe con mantilla.

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