Turismo Cuánto cuesta el alquiler vacacional en los municipios costeros de Cádiz para este verano de 2024

Han formado parte del paisaje de la Bahía de Cádiz en los últimos 3.000 años. Sin ellas no se puede entender nuestra historia, y sin la sal que producían, el papel de Cádiz en la navegación y el comercio con América.

Los avances tecnológicos en la conservación de los alimentos -sobre todo frigoríficos y congeladores- las llevaron a la postración; la mayoría de las 180 salinas que llegó a haber en la Bahía cerraron y se deterioraron. Hoy sobreviven sólo una decena de salinas; sólo tres artesanales: San Vicente, el Águila y Bartivás. Pero la sal artesanal y las salinas tradicionales se están recuperando en toda Europa; en esto también llegamos tarde. No sirven sólo para la producción de sal -indispensable en nuestra cocina y salud-, también para criar pescado de estero, son un patrimonio etnológico único, hábitat de una importante biodiversidad, sobre todo de aves acuáticas, y un recurso turístico en alza.

En la Bahía de Cádiz, el abandono de las salinas llevó a menospreciar estos amplios espacios salineros, y promover nuevos usos que incluían, casi siempre, su relleno para la especulación urbanística. Hoy tenemos sobre rellenos de salinas polígonos industriales -Salina San José, Tres Caminos, Trocadero…-, centros comerciales -Bahía Sur, y a punto estuvo uno en el río Arillo-, el recinto ferial de San Fernando y varias urbanizaciones en los distintos municipios de la Bahía; además de numerosas infraestructuras que las han fragmentado y destruido. Muchas de las que no se rellenaron se reconvirtieron en piscifactorías intensivas, desmontando todas las estructuras salineras, provocando un alto grado de contaminación en caños y marismas, y la producción de un pescado que nada tiene que ver con la calidad del pescado de los esteros tradicionales.

La aprobación del Parque Natural Bahía de Cádiz en 1989 -el único de Andalucía declarado en base a un proyecto de las asociaciones ecologistas-, frenó los rellenos y desecaciones, pero no la degradación de las salinas. Sólo la valoración social y económica de la sal artesanal, de la flor de sal, del pescado de estero y de las beneficios ecosistémicos que producen las salinas (biodiversidad, uso público, fijación de C02…), puede conseguir recuperar la actividad, la cultura y el paisaje salinero.

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