Turismo Cuánto cuesta el alquiler vacacional en los municipios costeros de Cádiz para este verano de 2024

Análisis

Paco Carrillo

Posverdad

Todos utilizan la posverdad y ese es el drama: vivir en la eterna mentira

Está de moda la palabra aunque el concepto venga de antiguo. No es que con ella se hayan clarificado las diferencias entre la verdad y la mentira, pero en tiempos de poco fiar su utilización se está imponiendo como credo para la salvación de salvación de todos los indeseables.

Existen varias interpretaciones sobre su significado; los hay que la admiten -y la practican- como "una cultura en la que las mentiras pueden/deben sobrevivir si nos benefician"; otros, con mayor carga de cinismo, prefieren: "La posverdad es sencillamente una mentira, falsedad o estafa encubierta con un término políticamente correcto que oculta la tradicional manipulación de la propaganda política". Y sin pecar de radicalismo, la RAE, la recoge en su diccionario de la siguiente manera: "Distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales. Los demagogos son maestros de la posverdad".

Pongo un ejemplo: si en la prensa se lee que los grupos podemitas están detrás de las marchas de protestas de los pensionistas no es porque estos les preocupen y sientan por ellos unas inusitadas ansias de justicia, sino porque sublevando las calles -sean cuales sean los pretextos-, resultan beneficiados en sus intereses políticos, que no es otro que sembrar la anarquía. Ni comunismo trasnochado ni leches, puta posverdad.

Su imposición en todos los segmentos sociales, políticos, económicos, educativos está consiguiendo lo que no pudieron hacer ni las ideologías ni los credos más acendrados. Lo que importa, lo que se persigue es que reine la desconfianza, que nadie se fíe de nadie y que incluso las iniciativas más honestas estén expuestas a suspicacia; es decir, que las posverdades conllevan una carga, no de transparencia, sino de cínico postureo para debilitar al de enfrente. Dicho de otra forma: la posverdad se ha convertido en el tóxico más eficaz para matar la convivencia y la seguridad en uno mismo. También es el cáncer que sirve para que nadie entre "los nadies" crea/confíe en nada de lo que se dice, se difunde o se promete a pesar del riesgo que corren los que la propalan, y que esos "nadies" terminen sintiendo asco por los que siguen mamando de la teta empleando posverdades.

Para poder sostener todo ese asqueroso tinglado existe una piedra angular: la Educación, de ahí que ningún partido, ningún gobierno haya intentado modificar los sistemas que, a la vista está, sólo pretende gente aborregada. Desde aquel célebre, pan y toros, nada ha cambiado. Con más o menos pan para engatusar al que solo aspira a sobrevivir, siempre ha habido otro elemento según conviniera al poder para camuflarse, fuera con concesiones o con amenazas: pan y fútbol, pan y nacionalismos, pan y separatismo, pan y revanchismo, naturalmente adulterando el pan, haciéndolo cada día más amargo, más sometido a esa posverdad llamada economía de mercado, G 20, EU o como quieran nominar al ultracapitalismo que emputece a la derecha, a la izquierda y a los populistas desde el momento en que se consideran "infalibles".

Todos utilizan la posverdad y ese es el drama: vivir en la eterna mentira.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios