Fútbol El Cádiz CF, muy atento a una posible permanencia administrativa

Análisis

Rafael Duarte

Insulina y vitamina

Veo cada vez más crítica necrolálica. Aprovechando una tertulia o plataforma

La Isla, ese intestino ciego localista, patria de patrios, narcisista y chovinista, la ínsula, digo, cada vez me entristece más. Y me entristece el paisanaje que no el paisaje, ni siquiera el arrabalero que, entre piedra y piedra, muestra la vivaz hierba, la cicatriz viva de una lagartija, la adarga oscura del ostión que es piedra.

Veo, cada vez más crítica necrolálica . Aprovechando una tertulia o una plataforma. Un atril o una tribuna. No sé si es desánimo o mala leche, guasa pura o bocas de La Isla, siempre amparadas en conspiraciones, postureos, figurantes… Siempre con el yo y el pero ante todo proyecto o logro que, cuando es certero, cuenta con el silencio, losa de mutis callado, que afecta al que piensa o escribe, sea pregonero, poeta o lo que venga. La loa se deja para el incipiente, para el carente de recursos, porque si te equivocas entonces sales en los telediarios nacionales.

Cervantes en el Curioso Impertinente avisaba de la envidia y lo demás contra la que se curaba con el siguiente ensalmo: Busco en la muerte, la vida/salud en la enfermedad/pero mi suerte de quien/jamás espero algún bien.

Esa es la Ínsula deconstruible. Esa. La que antepone su cabeza de ratón a toda cola de león, para resucitar facciones, partidos, sindicatos o lo que sea. Esa silenciosa y buida donde toda menina tiene su cetro, toda alfaida su marea, todo petit maitre su petrimetrismo cultural, su forito chico, su plataforma callejera. Sentado en una mesa, viendo pasar al viandante, la boca destruyente: Nunca estudiando o escribiendo. Nunca. Veo a Cervantes escribiendo aquello, en un tabanco sevillano , igual que en la Mallorquina o la Gran Vía, inspirándose en el crepiteo de la crítica para definir a los adalides en la batalla contra las ovejas. Ahí viene Micocolembo, gran duque de Quirocia, Laurcalco, señor de la Puente de Plata, Don Alfeñiquen del Algarve, Espartafilardo del Bosque con sus escuadrones que beben las corrientes cristalinas del olivífero Betis o los que pisan los tartesios campos… Aquí en la provincia, por cierto.

Nos recuerdan a los de siempre, perejiles de todas las salsas, cebollas de todas las ensaladas, romeros de todas las romerías, cruz de todos los pasos y espejos de todas las cuentas.

A los inquisidores a la violeta, a los que, a río revuelto o polvareda similar a las ovinas reses, pudiéramos describir como perpetradores de sonetos, exaltadores de tópicos, desmelenadas meninas transitorias, liróforos de ocasión para una batalla pueblerina y perdida. Muñoz Molina, en Cádiz, en la UCA, dijo adquisición pausada de unos conocimientos que hiciesen mejor al ser humano y Andrè Malraux afirmó que "la cultura es lo que, en la muerte, continúa siendo la vida", es decir, la fe y la confianza en un futuro mejor, sin Micocolembos ni beocias.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios