He tardado en recuperarme de la exaltada advertencia del candidato del PP a la alcaldía de Cádiz. Recién depositado sobre sí el dedo designador -"Ea, ya eres candidato"- Juancho declaró que él cuenta con un valor añadido, algo así como un superpoder: "La tengo a Ella".
Añado la mayúscula de mi cosecha debido a la devoción con que lo dijo…
Yo pensé, en mi ignorancia de lo trascendente, que el postulante se refería a una deidad celestial, o tal vez a la Virgen del Rocío, que tiene mucha mano en lo del paro según la ministra Báñez. Pero no, el aspirante se refería a Ella, a Teófila, la alcaldesa antigua.
Vale. ¿Sección de reverencias? Al fondo a la derecha.
¡Ya se ven en el cielo las señales del Tiempo de las Promesas! ¡Ya viene! Y aquí en Cádiz, el comportamiento de los partidos clásicos sigue siendo, como casi siempre, muy original.
De momento el postulante del PP, con ese inequívoco guiño a la Paleontolgía, muestra sus cartas. Pero si además trata de vender buen rollito, tras su sonrisa electoral no va a poder esconder a un partido -el suyo- insensible, corrupto, radicalizado y que ha extraviado el manual con las instrucciones de la democracia. Un partido con muchas cuentas pendientes con la ciudadanía: subida del IVA, Ley Mordaza, copago sanitario, reforma laboral ("No abarataremos el despido", decían, fíjate) amnistía fiscal, rescate de bancos y autopistas a costa del contribuyente, cachondeíto con los pensionistas subiéndoles el 0,25%, dilapidación de la hucha de las pensiones…
Y por mucho que levanten cortinas de humo, éstas no duran todo el tiempo.
Por otro lado, el partido llamado socialista, vive enredado en sus propias contradicciones, sosteniendo a un gobierno municipal al que rechaza, pero sin poder quitarlo. Algo que está en su mano. ¿Alta política o simplemente mieditis? Mientras, hace una oposición disparatada.
En fin, a los partidos clásicos quizá el único camino que les queda -falta un año para las elecciones- pasa por reformatear la memoria colectiva de unos gaditanos cada vez más escamados con ellos.
De lo contrario van directos al babuchazo.
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