Análisis

TIto Valencia

Cultura y religiosidad

Una semana popular que llega después de una cuaresma de actos abundantes y repetitivos

Este año las calles no huelen a jazmín, que siempre nos anuncia la llegada de una semana esplendorosa. Olor que al mezclarse con el incienso produce una sensación única, inequívoca de lo que se contempla. Los palcos de la Carrera Oficial apiñados en la Plaza del Rey comunican que la ciudad se prepara para recibir a, quizás, su fiesta mas importante. La Isla engalanada, vestida con sus mejores galas, para oficializar una semana en la que la ciudad se convierte por sus cofradías en un museo caminante por sus calles.

Cultura y religión, o religión y cultura. No importa el orden, sí el respeto. Porque la Semana Santa es religiosidad y cultura. Cada uno la contempla a su manera. Los cofrades unimos las dos. Pero nuestra Semana Santa no podría existir sin la parte cultural que la acompaña, pero no tendría sentido alguno sin la religiosidad que le da vida. Es sacar los altares a la calle. Aunque la cultura es vida. Una semana popular, que llega después de una cuaresma de actos abundantes y repetitivos, cuaresma isleña que necesita reinventarse. Días para contemplar una pasión, para reflexionar, para la oración debajo de las túnicas, en silencio. Una pasión que refleja, hoy mas que nunca, la que existe en la tierra, la pobreza que sufren muchas familias en silencio. Un día mas, un año mas, para acompañar a tu Virgen o a tu Cristo. Poder contemplar por las calles esa riqueza de religiosidad popular, adornada con elegancia barroca y olores inconfundibles. Poder apreciar una gran imaginería, montadas en unos pasos barrocos, dorados o barnizados. Apreciar el arte de unas sayas bordadas significativas de algún momento de la Pasión. O poder disfrutar de esos pasopalios, caminando elegantemente por unos cargadores guardianes de nuestra tradición, al son de una gran marcha que, por cierto, el público debería acostumbrarse a escuchar. Pasopalios que combinan en una elegancia extrema el bordado de sus bambalinas con el manto y con las caídas. Todo en una gran armonía, con velas de flores, con la elegancia de una orfebrería plateada y brillante. Observar el arte de colocar unas flores, su colorido, su olor para resaltar, mas si cabe, la belleza de sus imágenes. Todo el conjunto de un pasopalio forma una poesía itinerante.

Filas largas de hermanos acompañando a sus titulares, formando una gran serpentina de colores, escoltados por unos atributos de orfebrería barroca, bordados, que comunican características propias de la hermandad. Una Semana Santa igual y diferente, para contemplarla en una calle especial, en un rincón especial, en una esquina especial. Hermandades en un año muy significativo para ellas. Nazareno cumple 250 años. Columna 125. Huerto 75 años y que por primera vez lucirá la Medalla de su Ciudad. JCC cumple 40 años cargando los pasos de La Isla, llevando el mayor peso de la semana. Todo, religiosidad, cultura y ciudad, hacen que nuestra Semana Santa ocupe un lugar destacado. Quizás, se eche en falta que la restauración promocione la gastronomía de cuaresma de la ciudad, creo que existe, como ocurre en otros lugares. Feliz semana de Pasión y que el tiempo acompañe.

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