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El choque de los mundos

  • Mañana se cumplen 40 años del estreno de 'La Guerra de Galaxias' en el cine Andalucía. Los escritores Rafael Marín y Juan José Téllez se encontraban entre los primeros espectadores

Guillén

Guillén

En la navidad del 77, una de las realidades que más podrían parecerse a una galaxia muy, muy lejana, era la España de la época. A la ausencia de móviles, de Internet, de los maratones de series, de -en fin- Inditex, de todo lo que nos parece moneda de cambio común hoy en día, sumen un gran gris. Los anuncios de Soberano eran reales, no una coña surrealista. El divorcio aún no se había aprobado. Todo estaba atado y bien atado. Y, entre el blanco y negro, irrumpe, de repente, el color. Lo imposible. Alguien que pensaba más allá de la trama.

Esa vino a ser la percepción entre la mayor parte de los que acudieron a ver la primera entrega de La Guerra de las Galaxias, que se estrenó en Cádiz, en el cine Andalucía, hace ahora cuarenta años: un 16 de diciembre de 1977. Porque olvídense de fenómenos paranormales como los estrenos simultáneos: en Estados Unidos, Una nueva esperanza se había visto en mayo. A Madrid llegó un 7 de noviembre. En Cádiz se dejó caer, muy convenientemente, en vísperas de Navidad. "¡Auténtico éxito de clamor! -rezaba la publicidad de la sala en la parrilla de cartelera. En los otros cines, en importante porcentaje, destape-.

Maravillosa, sorprendente... todo Cádiz lo comenta". Lo debía comentar todo Cádiz, pero no las páginas del Diario. Los periódicos se publicaban para hablar de asuntos serios, no de "tonterías". ¿Qué pasaba alrededor? Chaplin acababa de morir. Se anunciaban conferencias telefónicas a mitad de precio en los días de fiesta. En Vejer, cayeron 400 millones de El Gordo. Pero es cierto que la película estaba en boca de muchos: "Todas esas semanas de diferencia con el estreno de Madrid no hacían más que aumentar la expectación, por las cosas que te iban llegando -comenta el escritor Rafael Marín, que fue uno de los que asistieron a la primera sesión, la de las cinco-. Aunque había cosas que no podías imaginar. Por ejemplo, sabíamos del impacto que daba la primera escena, la de la nave, pero yo grité al verla, de pura emoción. Aún no aparecía, por cierto, lo de Episodio IV".

Marín habla con un amigo de la época, Juan Mateos, con el que compartió experiencia: "De repente, era ver a Flash Gordon, todo lo que habías leído en cómic... Aunque la crítica no la recibió bien, en general, precisamente por eso", comenta Mateos.

"Creo que el tema de las sesiones numeradas pudo empezar incluso a partir del éxito tremendo de esta película: porque yo fui con un pase que tenía mi amigo Vicente Sosa y nos quedamos clavados en la butaca a ver el pase de las siete. La pregunta no era si habías visto La Guerra de las Galaxias, sino cuántas veces la habías visto", continúa Marín. Ellos la vieron cuatro. Algunas de ellas, junto al actual director del CAL, Juan José Téllez. Cuando dejaron de proyectarla en Cádiz, fueron a San Fernando. Y no olvidan el verla en el antiguo cine Brunete, estrellas sobre y bajo las estrellas. La fascinación llegó a tal punto que, por supuesto, la cuadrilla se disfrazó de los personajes de George Lucas en los siguientes carnavales, los primeros que se quitaron el cartel de fiestas típicas. Cosplay antes del cosplay y sin merchandising de ningún tipo. Rafael Marín iba de Han Solo y Juan Mateos, de Darth Vader. En verano, en la presentación de Jaramago, acudió Marín también disfrazado de Han Solo y Juan José Téllez, de Vader.

"No es verdad que el vídeo matara a la estrella de la radio, como decía por esos años la canción de The Buggles -apunta el director del CAL-, pero tampoco es cierto que el vídeo matara al cine. Tras la saga de la Guerra de las Galaxias o de Indiana Jones llegaría Blade Runner y sólo un poco antes, estuvo esa otra fascinación que fue La naranja mecánica de Kubrick, en el 76. Y un año después de La Guerra de las Galaxias vendría Coppola con Apocalypse Now". Para Juan José Téllez, "es imposible separar, en la época, la realidad cinematográfica de la política. En la Transición, el cine jugó un papel fundamental, por ejemplo, con el reestreno de películas que habían sido censuradas. En Cádiz, se proyectó un ciclo dedicado a Humphrey Bogart en el que, por primera vez, se menciona que Rick había luchado en el bando republicano".

En esta realidad del cine como herramienta social fundamental, destaca el trabajo que Fernando Quiñones realizó con Alcances. "Y tampoco se valora lo suficiente el cine que podíamos vivir en Cádiz a través de salas como el cine Imperial o en el Avenida, donde se podían ver películas en versión original que eran -recordemos- muy difíciles de ver en provincias".

"Star Wars -prosigue- nos noqueó hace cuarenta años y, ahora, seguimos igual. Es una obra abierta y tiene muchas lecturas en función de la edad y de quien vea la película, bajo el denominador común que es el espectáculo". Rafael Marín y Juan Mateos destacan todas las aportaciones que realizó la producción de George Lucas: la precisión y abundancia de los efectos especiales. El pacto de ficción inmediato. El color explosivo. El dolby stereo: "Es la primera peli hortera que no es hortera: lo único que ha envejecido son los peinados. Inauguró incluso la afición por ver los Oscar, que fue el primer año que se emitieron en color, además, y que fuimos a ver a casa de mi abuela... -recuerda Rafa Marín-. Star Wars cambió el mundo cinematográfico, la forma de exhibir cine".

"También fue -continúa- la primera película en superar el trauma de Vietnam, que se había traducido hasta entonces en películas tristes, de perdedores. Y olvidamos a menudo la potencia sentimental que tiene la película, aún más importante que la tecnología". Marín y Mateos -cuyos personajes favoritos son, respectivamente, Obi-Wan y C-3PO- apuntan que, curiosamente, es una serie en la que los buenos mienten, y los malos, los Sith, dicen la verdad -quizá porque uno miente, si acaso, por empatía-. "Ahora, si a mí me pidieran consejo sobre cómo continuar la saga, lo tengo claro -dice Marín-: se llamaría Millennium Falcon, e iría de los diversos dueños del Halcón Milenario".

"Y es destacable que, frente a todo lo que decía que sería un fracaso, Lucas siguiera adelante con su idea. Se enfrenta a un sistema, lo derrota y crea un sistema paralelo", desarrolla Juan Mateos. Lo que hace de su recorrido uno muy similar al de los héroes solares al uso, estilo -precisamente- de lo que explica Joseph Campbell.

El gaditano Paco Fox es uno de los coordinadores de la Cutrecon de Madrid, dedicada este año al espacio, y firma el epílogo de La guerra de los clones. Más allá de Star Wars, de próxima aparición. Coincide en que el estreno de La Guerra de las Galaxias supuso un "cambio del paradigma narrativo en el cine": "Antes, las películas iban dirigidas principalmente a un público adulto y urbano, y se estrenaban en grandes cines. Pero, en 1975, llega un éxito rompedor como es Tiburón, que va a cambiar el modelo, y La Guerra de las Galaxias lo confirma. Lucas va a inaugurar el cine de género, que es aquel que no es drama ni comedia, sino terror, ciencia-ficción... que se caracterizará por un estreno masivo en muchas salas, con mucha publicidad y orientado a un público más joven", explica.

"Lo que se hizo, básicamente, fue dignificar lo que se consideraban géneros menores, serie B, producciones de bajo presupuesto y dedicadas a programación matinal. De repente, quedó claro que aquél era el camino. Hay que tener en cuenta que la creación se mueve por ciclos de nostalgia de veinte, treinta años. Ahora estamos rememorando los 80; en los 80, rememoraban los 50-60 -desarrolla-. Lucas, Spielberg... habían crecido con esos géneros menores, los seriales de aventuras, y lo que más habían visto ir un paso más allá era El planeta prohibido, así que se dijeron: 'Vamos a hacer el cine que nos molaba de pequeños'. Fueron ellos los que llevaron a este tipo de género al gran presupuesto, y lo dominaron".

Eso sí: cuando llegó la hora de apostar por La Guerra de las Galaxias, nadie quería hacerla. Salió por un empeño personal de Alan Ladd Jr., el presidente de producción de la Fox. Ni el propio Lucas, tras haber cambiado el guión hasta marearse, creía en ella. "De hecho, tenían una apuesta con Spielberg a ver cuál se pegaba la hostia más grande: las galaxias o Encuentros en la III Fase. Y, a pesar del éxito posterior, a pesar de todo, a El imperio contraataca costó financiarlo: de hecho, como medio la financió Lucas, él se quedó con la pasta. Esto, junto a los derechos del merchandising, lo hicieron millonario de tal manera que, sin esa cláusula de los muñecos, por ejemplo, no existiría Pixar".

"La mayor parte de la gente, cuando leía el guión o veía las tomas decía que no lo entendía, porque no había una referencia clara. No confiaban en lo que hacían ni mientras estaban ya rodando".

Por supuesto, "en cuanto demostró ser el éxito abrumador que fue, todo el mundo se puso a hacer lo mismo a velocidad supersónica. Paramount dice: 'Ah, que teníamos esta cosa de Star Trek sólo para frikis', pues a hacer una película y a estrenarla con las copias prácticamente aún secándose. La Fox se dijo: 'Pero que también tenemos esta cosa, Alien, que es de terror pero en el espacio. Pues adelante. A la moda se apuntó todo el mundo. No dudes ni por un momento que hasta dibujos como Ulises 31 tienen ahí su origen. Y el bajo presupuesto fue ya un delirio: sólo los italianos, en el 78, exhibieron cuatro películas del palo, entre ellas, la maravillosa Starcrash, con Christopher Plummer y David Hasselhoff".

Respecto a la saga actual, tiene dudas -como tantos- sobre si la entrega irá más allá de la estructura de las películas originales: "La pregunta es si Los últimos Jedi encontrará su propia personalidad. En cualquier caso, lo que nadie duda es que La Guerra de las Galaxias fue un fenómeno mundial, y sigue manteniéndose aún hoy en día, debido a la calidad. Hubo mucha gente, muy buena, que aportó a esa primera película. Quienes metieron mano en American Graffiti, metieron mano aquí: De Palma, Carrie Fisher, Spielberg, Marcia Lucas: la mujer de George Lucas, una de las montadoras y de las principales responsables de que el ritmo fuera tan brutal. Incluyó también los primeros grandes efectos espaciales... Hasta entonces, la ciencia-ficción era ciencia-ficción, no space-opera: algo en general más deprimente, en clave postapocalíptica: El último guerrero, El último hombre vivo, Cuando el destino nos alcance... Y John Williams, que fue uno de los pocos que entendió por completo el proyecto y basó la partitura en la música de Korngold para Robin Hood, recuperando el sonido sinfónico del Hollywood de los 40. Todos ellos (De Palma, Coppola, Spielberg, Lucas) se conocen y cambian el cine. A veces sucede: un montón de gente con mucho talento se encuentra y cambia el mundo".

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