Provincia de Cádiz

Asaltando un enclave remoto

  • Fuerzas especiales de EEUU, Gran Bretaña y España se adiestran en combate urbano El escenario del ejercicio Lisa Azul es un poblado táctico que está ubicado en la base de Rota

Por cortesía del 43º Comando de los Marines Reales, la granada de mano cae apenas a dos metros de distancia. El artefacto deflagra y genera una densa cortina de humo. Otra gentileza inevitable: el estrépito que hace retumbar las paredes. Lo provocan las "barras de sonido de batalla", unos sofisticados petardos cilíndricos azules, que los instructores de combate lanzan, a cada tanto, en mitad de la calle.

La densa pantalla fumígena penetra por los ventanales e inunda las habitaciones de la casa con una niebla de olor característico. Parece como si alguien quemara incienso, echándolo en el horno de las magdalenas.

Aprovechando la confusión, una escuadra de los royal marines irrumpe al asalto. Los británicos disparan sus fusiles SA-80 en ráfagas cortas, de a tres balazos. Dos tiros al pecho y uno al vientre. Algo inquietante, si sólo un tabique separa tu pellejo de los afanosos comandos del Grupo de Protección de la Flota de Reino Unido.

Francisco Vaca Ortega, capitán de Infantería de Marina y el coordinador de enlace operativo por parte española en el ejercicio Lisa Azul, previene al neófito:

-Si irrumpe alguien gritando ¡arriba las manos!, obedece. Las balas marcadoras no matan, pero su impacto pica bastante y dejan cardenales. Aunque lo peor es si te alcanzan ahí abajo.

La expresión "ahí abajo" resulta ominosa. Al principio, un novato pensaría que sea una broma a su costa. Nada de eso. Todos los militares asaltantes portan chalecos antibalas con escudo inguinal. Incluso hasta los "enemigos", los marines estadounidenses que hoy asumen tal rol, lucen pretinas de fibra de vidrio, adosadas sobre sus vaqueros. Al pardillo de turno sólo le cabe angustiarse sobre la suerte de sus gónadas, aunque sea por una mera cuestión de valor sentimental.

Para colmo, llueve a mares. Mal día para visitar Callejón del Chupano (Hogan's Alley, en inglés). Aunque en esta insólita aldea, todas las jornadas son nefastas. Por algo es el lugar más peligroso y agitado de España.

Localizar este sitio en los mapas resulta estéril. No figura. Aunque mida más de dos hectáreas de superficie y se trate de un poblado de maniobras, construido junto a un lapachar anegado, dentro de la base aeronaval de Rota (Cádiz). Un paraje llamado, ironías del destino, La Esperanza.

Este complejo de adiestramiento dispone de varias calles y una plaza rectangular, amén de una decena de edificios con diferentes alturas, fabricados con bloques de bovedilla de hormigón. Dos de esos inmuebles tienen cuerpo doble y un tercero, el más elevado y que parece una enorme alpatana con techo rojizo, posee además una torre. Un alto vallado perimetral, revestido de coberlón (rafia sintética), ciega el contorno del poblado y evita que su trazado interno se vea desde la campiña circundante. Las fuerzas incursoras no pueden, así, descubrir en qué tipo de laberinto van a combatir, hasta el último instante.

Callejón del Chupano tiene años duros, semanas pésimas y días canallas. El de hoy es uno. No sólo por el aguacero, sino porque, en menos de diez horas, será asaltado en turnos y por más de 200 uniformados, pertenecientes a tres países distintos. Así lo prevé el calendario operativo del Lisa Azul, un adiestramiento militar anual que se desarrolla en distintas partes de la geografía gaditana.

Los participantes han concluido ya, de hecho, las dos fases previas de adiestramiento. La de tiro la han realizado en la Sierra del Retín, entre Barbate y Tarifa. Pero esas sesiones tienen una particularidad: las unidades actuantes intercambian sus armas entre sí, de modo que todos disparan con los fusiles de asalto de todos.

A continuación siguió una primera etapa de movimiento en entorno urbano, ejecutada en San Fernando. Aquí, en Hogan's Alley, el ejercicio alcanza su recta final: las misiones de CQB (Closed Quarter Battle/Batalla en Entorno Cerrado, según terminología OTAN).

El capitán Francisco Vaca precisa que, este año participan en el Lisa Azul la Compañía Europa del Equipo de Seguridad Antiterrorista de la Flota (FASTEUR) del Cuerpo de Marines de EEUU; el Grupo de Protección de la Flota del 43º Comando de los Marines Reales británicos con base en Clyde (Escocia); y la 3º Compañía del 1º Batallón del Tercio de Armada (TEAR) con sede en San Fernando (Cádiz).

Al citar esta última unidad, la voz del oficial delata un puntito de orgullo. Aunque él no participe en el combate, por su función de enlace y coordinación, los del TEAR son su gente, sus infantes.

Cuando se le apunta que los FASTEUR y los del 43º Comando son fuerzas especiales antiterroristas, mientras los fusileros españoles son una compañía de línea, el capitán Francisco Vaca afirma, tajante: "No los cambio por ninguno de los otros". Haití, Líbano o Afganistán son algunos de los lugares donde los de la 3ª Compañía se han batido el cobre y eso quedará hoy patente en el poblado de maniobras.

Los marines del FASTEUR son los primeros en intervenir. A las diez de la mañana, se aproximan al poblado, precedidos de sus exploradores y de un miembro del equipo K-9 de la US Navy (los guías caninos de la armada estadounidense). Este último lleva de la correa de trabajo a un pastor alemán, entrenado para detectar explosivos.

Estos marines, bajo mando de comandante Gary L. Cobb, son los mismos que se desplazaron a Libia, meses atrás, después que el consulado estadounidense en Trípoli fuera asaltado. Ellos evacuaron a la colonia norteamericana del lugar, así como el cadáver del embajador Cristopher Stevens y los tres miembros de la legación consular, muertos durante el episodio.

A los del FASTEUR se les nota curtidos; su incursión, asalto y control del poblado se desarrollan con enorme precisión y eficacia, muy ajustada a los parámetros de su ventana operativa.

El propio comandante Gary Cobb, quien se ha desplazado al poblado para ver cómo se las apañaban sus chicos, se muestra sastisfecho. Incluso bromea, mientras sus hombres se repliegan hacia el punto de extracción, bajo la tormenta: "¡Magnífico día para trabajar!", ironiza.

En el Lisa Azul, cada unidad dispone de un plazo máximo de tres horas para irrumpir, controlar el pueblo y retirarse con los prisioneros capturados, o los rehenes liberados, según el perfil de cada misión.

La principal diferencia entre los asaltos de la ficción cinematográfica y la realidad, estriba en que el griterío es mayor en esta última. Los militares deben comunicar en todo momento a sus compañeros que avanzan, irrumpen o abandonan los edificios. Así evitan ser abatidos por "fuego azul", o sea, por disparos de sus compañeros. "Fuego amigo" es una expresión inexacta. Ninguna ráfaga de disparos es amistosa, venga de donde venga.

Hablando de chillidos. Algún chico del 43º Comando británico lanza un doloroso grito de angor. El alarido sugiere que el impacto de un balazo no le ha alcanzado en el tórax, sino más al Sur, en plenas "joyas de la corona". A veces pasa. Son las consecuencias del rebote de un proyectil marcador.

Los royal marines van, empero, bien pertrechados. Incluso algún líder de equipo porta un escudo policial de asalto. Pero los marines norteamericanos que hacen de adversario, son combatientes experimentados y los británicos sufren hasta tres bajas

Otro detalle llamativo. En todas la escuadras de asalto hay algún miembro que carga con una almádena, un cortafríos o un ariete, para echar puertas abajo.

Porque esa es otra. En Callejón del Chupano, todas las puertas son metálicas y se bloquean antes de comenzar cada ejercicio. Eso fuerza a los incursores a entrar por las ventanas y les expone más al fuego hostil.

Cuando los británicos se retiran con sus objetivos y evacuando a uno de los suyos en una camilla, es el turno de los españoles. La lluvia persiste y los centinelas del bando enemigo se turnan para vigilar desde lo alto de las techumbres del poblado.

La única ventaja de los "neutrales" (los instructores del Lisa Azul, los oficiales de enlace y los dos periodistas de este diario) estriba en su chaleco de seguridad. Esa prenda les faculta a salir del poblado. Así que, con calma y durante casi de dos horas, los prismáticos escrutan los parajes cercanos a la aldea, buscando movimientos delatores.

En honor a la verdad, la aproximación de los infantes de marina de la 3ª Compañía es impecable. Desde el punto de inserción hasta el poblado, hay kilómetro y medio de distancia a campo abierto. Cuando los "neutrales" pueden distinguirla, la unidad se encuentra apenas a 180 metros del poblado. Han llegado cruzando un baldío cenagoso y rápidamente se cubren tras el talud y las cunetas de la pista sin asfaltar que hace de carretera a Hogan's Alley. Eso les hace pasar desapercibidos para los vigías enemigos y los desenfila de cualquier trayectoria de tiro.

Una progresión de manual, en suma. Incluso el instructor principal, un curtido suboficial británico, masculla admirado: "Condenadamente buenos, esos chicos".

A diferencia de los royal marines, los españoles acometen el poblado desde su entrada Norte, por lo cual los adversarios les descubren apenas a cinco metros del acceso. A partir de ahí, se desata un nutrido tiroteo, mientras los infantes de marina ocupan las primeras casas al asalto.

Con destreza, controlan las alturas de los inmuebles y proceden luego a su aseguramiento. Sus "saltos" (desplazamiento en ataque) son más veloces que los de las otras unidades participantes. Como brava y sufrida compañía de línea saben que moverse rápido es mejor defensa que cualquier blindaje.

En apenas cincuenta minutos limpian de enemigos los edificios, capturan al líder insurgente, un personaje apodado El Embajador, y se repliegan con sólo un herido.

El capitán Francisco Vaca sonríe, orgulloso, y reitera:

-Lo dije antes. No los cambio por ninguno de los otros.

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