Papel de oficio

Luis Suárez Ávila

Aquilino

AYER presenté en la Asociación de la Prensa un libro de Aquilino Duque. Que si estaba en San Sebastián, que si no me pudo avisar, que si Enrique García-Máiquez, mi amigo y su prologuista tenía la gripe A, que si no me dijo nada porque no pudo... El caso es que me endilgó, mediante tercera persona, la amabilísima Paula Mallén de la editorial Paréntesis, la presentación de un libro que yo había leído hace muchísimo tiempo. Aquilino es autor de muchos libros agotados. Agotar la edición de un libro es la apetencia última de cualquier autor. Porque el que escribe, salvo que sea de los que llamaba José Luis Tejada, de los "de la poesía secreta", quiere que su libro se lea. Un libro es una unidad de destino en lo universal. Quiero decir que cada libro, cuando sale a la venta, su destinatario, parafraseando el evangelio de San Marcos, es legión. O sea que un libro, cuando está en la calle, tiene vocación de ser tenido y leído plural y e incontroladamente por infinidad de personas, cuantas más mejor. Los libros buenos -quieras que no-, se agotan. Lo que ocurre con Aquilino es que sus libros superan la prueba de la edad. Por eso se reeditan. Son los casos de sus novelas "La operación Marabú" y de "Los consulados del Más Allá" o esta misma, ayer presentada, que tituló, en 1978, "Los agujeros negros". Aquilino tiene una inquebrantable querencia por Cádiz y la Bahía que no le abandona. A quien le parezca raro el título y le evoque a ese Paco Sánchez Sanchíz, "Paco El Tieso" en versión subtitulada que es el profesor Stephen W. Hawking, va descaminado. El libro se iba a llamar "La jurisdicción del engaño". Pero su primer editor no sabía de toros y puso reparos al título. Este es el tercer libro de su trilogía gaditana. Por él pasan redivivos don Francisco Ciria y Vergara de la Concha, Marqués de Ciria y Marqués de Piedrabuena, Juan Antonio Campuzano, don Manuel Barbadillo, José Luis Tejada o Fernando Quiñones, con su propio nombre o con nombre supuesto. Aquilino conoce la intrahistoria de la Bahía y los submundos que están a la vista de todos, pero que todos no se han percatado de ellos. Entre el esoterismo, la arqueología, la vida crapulosa, el mundo de los toros y una historia de amor, con muchas cosas más, discurre la prosa de Aquilino y transcurre su novela. El prólogo es de Enrique García-Máiquez y es un señor prólogo. La novela deliciosa. Ayer Aquilino juntó gente. Señores, no se le arremolinen. Pasen poco a poco que habrá libro para todos. Pasen y lean.

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