La firma invitada

Fernando Fernández

En pie famélica legión

HACE ya más de un mes, el 6 de septiembre, y bajo el escaso sol de Rodiezmo, nuestro presidente Zapatero, el Houdini que ocultó la crisis, pretendía reafirmarse como el líder de los parias de la tierra nacionales. Él, con esa cara de vendedor amable, volvía a demostrar que en esta política lo que cuentan no son los hechos, sino los mensajes bien amplificados por unos medios que en la mayor parte de los casos toman rápidamente y sin dudarlo partido y que pierden su objetividad en la connivencia y confidencia con el poder, con el que comparten a menudo miserias.

ZP, el hábil encantador de serpientes, encuentra de nuevo la imagen, la pose, que al final siempre supera al contenido. Y ello con la colaboración de Rajoy, al que no le molestaron tanto los anuncios de ZP como los puños, o quizá lo que le chocó fue la imagen de una Leire Pajín y una Bibiana Aido, esta última ministra, levantando el puño en una expresión jovial más propia de una movida discotequera que de una congregación de la Internacional socialista.

Por curiosidades del destino, el mismo día en Sevilla, los sindicalistas y jornaleros del Sindicato Andaluz de Trabajadores liderados por Cañamero y Gordillo también levantaban el puño. Decía Rubalcaba en declaraciones a los medios que el puño en alto representa "un gesto de solidaridad de los trabajadores que, durante siglos, con ese gesto, han defendido sus derechos". Eso decían defender los jornaleros que se congregaron en Sevilla. La equiparación del régimen agrario al régimen general o que el subsidio se amplíe de seis a diez meses, eran algunas de sus reivindicaciones. Gran parte de los medios no dudaron en arremeter contra Gordillo, Cañamero y sus huestes, no sólo por que hayan intentado cortar el AVE u ocupar el Canal Sur, lo cual podría ser más criticable sino por lo "irracional" y disparatado de sus propuestas. No contentos con eso, el contingente jornalero intentó ocupar un emblema de la pluralidad democrática como Canal Sur, con la pretensión de que emitieran las reivindicaciones a las que en todo el último año, por cierto, no habían dedicado ni un minuto.

La Federación Andaluza de Asociaciones de la Prensa tachó el asalto a la sede de RTVA de actitud fascista e intimidatoria. Los medios controlados por el poder señalan cuál es el enemigo aquí y ese está claro que es ahora el jornalero, fascista donde los haya, que se atreve a pedir que difundan en un medio que pagamos todos los andaluces y andaluzas sus demandas. Ya se sabe: son jornaleros, masa laboral de baja procedencia social y cualificación laboral. Casi niños, este sistema en que el pobre ha nacido con el pecado de ser pobre les condenó a La Isla, a la remolacha y a las penurias.

Si este mundo fuera justo, el ministro del Interior Rubalcaba tendría que haber dado explicaciones de por qué sus subordinados ordenaron emplearse con toda determinación y saña contra el barullo sindical. Por internet figuran las fotos con los hematomas sufridos por los manifestantes, estremeciendo particularmente la violencia cometida sobre mujeres. Aquí, ministra Aído, sí que ha llegado la Igualdad.

Huesos y sangre contra discursos y fotos. Puños, sí, pero no valen lo mismos los de unos que los de otros.

Detrás de las caras y las sonrisas de nuestro Gobierno parece existir la siniestra consigna de que hay que actuar contra todo aquel que agite las conciencias. La crisis pasará como por arte de magia y todos volveremos a un capitalismo de rostro humano; enriquecerse, sí, pero con moderación y aprovechando las SICAV. Por ello y hasta que lleguen esos brotes verdes, debemos actuar con contundencia contra los agitadores. A ello van a contribuir los verdaderos sindicatos de clase dirigidos por orondos y subvencionados líderes que tienen claro quién paga la factura, aunque entre sus bases surjan ya voces discrepantes.

Y es que, últimamente, en esta Andalucía que pide tierra y libertad, y levanta el puño, florecen las actitudes de otra época. Multas y palos es la táctica para hacer desistir a los reivindicativos. Y lo mejor de todo es que nadie los llorará, se lo tienen merecido. ¿Para qué están las instituciones entonces? ¿No es Gordillo parlamentario andaluz?

Sin embargo, los mineros de Rodiezmo no llegaron a la conquista se sus derechos en las instituciones, sino en la calle, en las barricadas y en las cuencas mineras humeantes. Todo eso ha quedado atrás en Rodiezmo. La violencia es reprobable, pero al obrero, al pobre, al humilde, nada le sale gratis aunque su reivindicación sea pacífica. Ni siquiera para esta Andalucía que accedió a su autonomía sobre la sangre de Caparrós, algo que no se enseña en la celebración del Día de Andalucía en las escuelas.

En Rodiezmo, los parias de la tierra saludan puño en alto, en Sevilla la famélica legión alza el puño y es apaleada. "No os preocupéis -dice ZP- no abandonaremos a los más necesitados".

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