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Su propio afán

enrique / garcía-máiquez

Mosquitos y camellos

PADEZCOuna alergia a la ley del embudo, en especial cuando se aplica a la ley. Esto es, cuando se exigen los derechos de uno con una escrupulosidad minuciosa, pero se pasan los deberes propios por la manga ancha; o cuando te cuelan tu mosquito, pero tienes que engullir su camello; o cuando te meten el dedo en el ojo a cuenta de tu mota, aunque su viga ni se la mientes. Un caso es el que anteayer dejaba visto para sentencia el juzgado número 3 de lo Penal de Sevilla.

Una pareja homosexual ha denunciado al director del colegio privado y laico Yago School, de Castilleja de la Cuesta, porque negaron una plaza a su hijo. La prueba fehaciente de la discriminación la buscaron con ahínco de película. Tras la no admisión de su hijo, uno de ellos simuló que era un padre heterosexual que pedía plaza. Cuando se la concedieron, sacó por sorpresa la negativa previa, y procedió a denunciar. No me meto en la cuestión legal, exceptuando, como digo, la curiosa ley del embudo. Esos señores fueron a Estados Unidos a tener su hijo según el método de "gestación por subrogación", prohibido en España. Choca que, mostrando tan poca consideración por la legislación española, se hayan vuelto tan legalistas de golpe.

Siendo el colegio privado, entrometerse en su sistema de admisión parece demasiado aplicar la ley y el embudo. Sería inaceptable, por supuesto, que no se admitiese al niño en cualquier colegio público y toda discriminación flagrante debe estar prohibida, sí, pero denunciar a un colegio particular por cómo gestiona sus admisiones recuerda la inquietante sentencia de Gómez Dávila: "Al demócrata no le basta que respetemos lo que quiere hacer con su vida; exige además que respetemos lo que quiere hacer con la nuestra". ¿Llegará el día en que puedan llevarme al juzgado según a quien invito o no a mi casa?

Por pura reciprocidad, metiéndome en la mente de esa pareja, me pregunto, además, si lo más aconsejable para su hijo es someterlo a una inmersión cultural en un ambiente poco entusiasta de su modelo de familia cuando ese ambiente, hoy por hoy, es sólo una rareza. Los padres encontrarían muchísimos colegios encantados de matricular a su niño, pues la aceptación es la actitud mayoritaria en nuestra sociedad. Parece que han rebuscado un núcleo aislado de resistencia, y han querido meterlo allí a cualquier precio. No sé qué fallará la sentencia, pero el sentido común lo tiene claro.

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