Vía Augusta
Alberto Grimaldi
Anatomía de un bostezo
HOY, 23 de julio, se cumplen 125 años de la inauguración del astillero. Desde aquella lejana fecha en que unos resueltos ciudadanos decidieron invertir su fortuna personal para dotar a Cádiz de una moderna industria que revitalizase su decaída economía, hasta hoy, han pasado demasiadas cosas. Demasiados acontecimientos que han ido marcando el último siglo y cuarto de la historia de esta ciudad.
Sin dejar atrás su eterna vocación comercial, Cádiz ha encontrado, de la mano de la industria naval, el apoyo que necesitaba para continuar creciendo. Su vocación marítima y su situación geografía, siempre determinantes en su pasado, le han permitido reinventarse de nuevo encontrando una actividad que le permite subsistir como ciudad sin renunciar al gran elemento que ha marcado su historia: el mar.
La presencia del astillero durante tantos años en su apretado término municipal, ha propiciado que la relación entre el centro naval y la ciudad trascienda al simple vínculo económico. El astillero ha crecido con Cádiz, se ha adaptado a su espacio, a medida que esta antigua urbe ha ido creciendo o menguando.
Sus habitantes asumen como su paisaje natural el bosque de grúas y edificios industriales que pueblan ese espacio extraño que se extiende tras la valla de astilleros. Los barcos nacidos o reparados en las gradas y diques de la factoría son tan gaditanos como sus personajes más ilustres… y en ese parecido, tan popular -me cuentan- puede ser el 'Carlos V' o el 'Juan Sebastián Elcano' como Manuel de Falla o Emilio Castelar.
Las heridas del astillero lo son también de Cádiz: el cierre de 1903, la desgracia del año 1947 o las pérdidas de empleo provocadas por las sucesivas crisis del sector quedan reflejadas en el imaginario colectivo como tragedias ciudadanas y no como reveses empresariales. Y percibo, que de la misma forma que se llora la desgracia, se festejan como propios las conquistas de esta industria, por lo que estoy convencido que procesos tan complejos como la construcción, en su momento, del 'Gibraltar', el petrolero más grande de España, o la reparación el año pasado del 'Allure of The Seas', el crucero más grande del mundo, no sólo fueron triunfos empresariales, sino que siempre han sido entendidos como auténticos éxitos ciudadanos.
Navantia es la empresa de referencia en la industria naval española, sus astilleros de hoy llevan siglos construyendo y reparando barcos para todas las naciones del mundo. Su prestigio se basa sobre todo en los hombres y mujeres que conforman sus plantillas, pero también en el nombre y la experiencia de sus astilleros.
El de Cádiz, nacido un día como hoy de hace 125 años, es uno de esos ejemplos de eficiencia y adaptación a los tiempos, una instalación fabril que a fecha de hoy se constituye como la más antigua de esta ciudad y a la vez como la más dinámica y que mayor nivel de empleo genera entre las que configuran su registro industrial. Una empresa en definitiva, y quizás sea esto lo que más nos puede enorgullecer, que se ha incorporado definitivamente como una seña de identidad más de la ciudad que la acoge.
Feliz cumpleaños a nuestro astillero y enhorabuena a todos los gaditanos.
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