Su propio afán

enrique / garcía-máiquez

El otro, el mismo

EN Cartas del diablo a su sobrino, explica C. S. Lewis por boca del docto diablo Screwtape, la sabiduría del designio divino de las estaciones. Pasa el tiempo, pero, para que no sea un correr sin referencias ni hacia dónde, como el que postula el progresismo, Dios ha impuesto un patrón rítmico: el invierno, la primavera, el verano, el otoño. Avanzamos en el tiempo reconociendo con nostalgia y esperando con ilusión cada nuevo recodo repetido del camino.

Ese patrón rítmico se refracta en un sinfín de detalles. El otro día me asaltaba un sentimiento de calidez (calor aparte) cuando en el chiringuito Nahu de Cortadura reconocía al encargado de siempre, aunque las jóvenes camareras me distraían un tanto. Y pasa con el que vende refrescos por la playa, con los socorristas de la piscina, con los profesores de las actividades de tiempo libre de mis hijos. Pasa, por supuesto, con los veraneantes.

Qué punzante contrapunto. En el tiempo, que no para, regresa lo que no cambia. Y el mismo contrapunto es otro: entre lo que no cambia, lo que cambia, más singular. En un instante, qué mayores mis hijos. El paso del tiempo resalta mucho más sobre un fondo inalterable, ya sea por la repetición, ya sea -más inasible- por un trasfondo de eternidad.

Estoy seguro de que los que hacen turismo a distintos lugares del mundo enriquecen mucho su experiencia, además de dejarnos más espacio a los que nos quedamos, que buena falta nos hace. Más allá del consuelo de que ya enriqueceremos nuestra experiencia viendo las minuciosas fotos de sus viajes, no sé cómo renuncian gustosamente a esa sensación de reconocimiento en el tiempo de ver llegar e irse las estaciones desde una misma perspectiva, como esa cámara fija que ponen en los documentales. Luego pasan la película a cámara rápida y ese contraste fija-rápida produce unos juegos de luces, de soles, de temporadas y de paisajes absolutamente cambiantes y eternos, milagrosos. Exóticos, sin salir de casa. Metafísicos, sin forzar el físico.

Para gustos hay colores y agencias de viaje y este artículo no pretende convencer a nadie. Apenas aspira a un guiño de reconocimiento y a otro de agradecimiento y regocijo frente a una sensación que para algunos de nosotros es bien placentera. El tiempo pasa y no pasa, marea alta y baja y nuevamente alta, y tenemos un pie en la fugacidad y otro en una eternidad a ratos figurada, a ratos real, palpable siempre.

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