Su propio afán

enrique / garcía-máiquez

Golpe de calor

HE recordado como si fuese ayer una viejísima sensación que quizá estén notando ahora muchos jóvenes universitarios; o estén a punto. Yo dejaba, procrastinador profesional, para el último mes y medio el grueso de mis estudios. Mis mayos y mis junios de universidad fueron épicos, desvelados, memorizantes, cafeínicos, angustiosos, arriesgados, aventureros. Muy mal, desde un punto de vista académico o incluso moral. Muy bien, en cambio, para forjarme un carácter arriscado y peleón y una capacidad de trabajo, si no constante, intensa.

Recién salido del cascarón de unos días y unas noches de estudio obseso, de estudio en busca del tiempo perdido en tantas tardes de octubre y tantas mañanitas de marzo, ustedes ya me entienden, llegaba a la playa los primeros días de vacaciones. El impacto psicológico era mucho mayor que el golpe ácido de la luz en los ojos o que la caricia salada de la brisa de poniente en el pelo sorprendido. Me asomaba a la playa y no podía entender a tanta gente tan tirada en la arena, tranquilamente tostándose al sol, como si no tuviesen nada que hacer y no les galopase desbocado el corazón. Yo venía acelerado aún de los cafés solos a medianoche y de los últimos repasos desesperados. Tardaba una semana, más o menos, en acoplarme al ritmo lento de los veranos, que se acompasa con las mareas, no con los mareos que traía puestos.

No lo cuento por el gusto de rememorar el tiempo pasado. Voy cumpliendo años, pero aún no estoy en modo nostálgico. Es el presente el que me trae aquí, y un golpe de calor. Estando así las temperaturas, hemos bajado a la playa, a contrapelo de las angustias del fin de curso (memorias, análisis, revisiones) y, sobre todo, de la ansiedad de las noticias. Prácticamente he salido de Grecia (#Grexit) para zambullirme en el mar. Y entonces, al ver a tantísima gente tumbada al sol con una despreocupación cósmica, he sentido exactamente un déjà-vu, que llaman, esto es, la sensación de haber vivido ya ese instante.

Luego me he dado cuenta de que era un recuerdo come il faut, ya puestos a decir las tres palabras en francés que me sé. He experimentado la misma extrañeza de mis años (lejanos) de universitario. ¿Es posible una muchedumbre tan tranquila, con lo que está ocurriendo en Grecia, en los mercados, en la Unión Europea, con lo que puede afectarnos? Pues sí, es posible. Y a nada -apenas unos pocos kilómetros-, el norte de África…

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