El Alambique

María González Forte

Matilde Soto

COMO este Puerto nuestro se va haciendo grande, puede que haya en él personas que no conozcan a Matilde Soto. Si me lo permitís, os lo cuento.

Matilde Soto es una religiosa carmelita, menudita, frágil, sonriente, que ha tenido que vivir cada día con una mala salud que no la solía abandonar ni a sol ni a sombra. Enseñaba en nuestro colegio hasta que le tocó jubilarse. Nunca abandonó su fe inquebrantable.

Esta última mala racha la pasó días antes de navidades. Tenía que decidir si volver a operarse y me dijo con una claridad absoluta:

-Con estos dolores no puedo vivir. Me opero porque sé que Dios no va a abandonarme. A mí, que la oí tan tajante, casi que me asustó esa afirmación. Incluso pensé, aunque no se lo dije, que no debería de arriesgarse en su estado. Por una complicación posterior pasó hospitalizada varios días, siempre acompañada de su inseparable amiga, la hermana Emilia.

Todos deseábamos verla mejorar, especialmente su Comunidad. Por fin hace unos días fui a abrazarla. Estaba sentada al ordenador pensando cómo escribir sus experiencias con una intención clarísima: seguir dando testimonio de su fe. Fue un rato muy valioso y salí ciertamente conmovida.

Recuerdo a esta mujer por las mañanas, con esas alocadas chiquillas de catorce años sentadas en los pupitres en silencio, oyéndola, aprendiendo a rezar. Nadie interrumpía. No la admiraban por joven, por estilosa, o por simpática… Tampoco porque subiera la nota a quién mejor rezara. La admiraban, la respetaban y la querían porque daba testimonio de la fe que eligió seguir. Cada día. Todos los días.

Sale otra vez la maestra que llevo dentro y me pregunto cómo enseñamos a Dios en casa. Si en los corazones de los niños está ausente la fe, ¿qué opciones colocaremos en su lugar?

Mientras que algunos grupos enardecen la idea de un dios mata-infieles y hacen sufrir a los que se atreven a pensar distinto, son muchos, los que como la hermana Matilde Soto dan con su vida un testimonio constante.

Aprovecho para felicitar al Colegio Sagrado Corazón. A todas las personas que trabajaron y trabajamos en él, mi sincera felicitación por la reciente entrega de la Medalla de Oro de la Ciudad.

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