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EL SEXTANTE DEL COMANDANTE

Luis Mollá Ayuso

El gaditano que forjó un imperio

Un héroe de aquí. El general George G. Meade, quien derrotó al general Lee en la famosa batalla de Gettysburg que decantó la Guerra Civil estadounidense, nació en Cádiz hace dos siglos

A finales de este año que acaba de empezar celebraremos el bicentenario del nacimiento de George G. Meade, un nombre que a priori puede que no nos diga nada, a pesar de que fue el general que se impuso en la batalla de Gettysburg, decisiva en la Guerra Civil norteamericana, y responsable, por tanto, de que los Estados Unidos sean hoy el gran país que son y no dos diferentes, los del norte que llevaron en la guerra el uniforme azul de la Unión y los trece Estados Confederados del Sur, que con su uniforme gris fueron más conocidos como los rebeldes. Con su victoria sobre el General Lee, Meade evitó que los estados del sur pudieran segregarse del resto, algo que los gaditanos podemos celebrar con los americanos por razón de paisanaje, y es que este general tan decisivo en la historia de los Estados Unidos vio la luz el 31 de diciembre de 1815 en la gaditana Plaza de España y fue bautizado a los pocos días en la cercana iglesia del Rosario.

Como empleados al servicio de una firma comercial de Filadelfia, Ricardo y Margarita, norteamericanos de origen irlandés y padres de George, se instalaron en Cádiz en pleno auge expansionista de la capital y sus negocios florecieron tan prósperamente como la ciudad. Sin embargo, como a tantos otros, el asedio de Napoleón terminó por llevarlos a la ruina y cuando falleció su padre, George marchó a los Estados Unidos con apenas 12 años de edad.

Hacía relativamente poco que los americanos se habían sacudido el yugo de los ingleses y las colonias comenzaban a expandirse buscando las riquezas del salvaje oeste. Siendo la militar una de las carreras más prometedoras, el joven gaditano se graduó en West Point en 1838 y dos años después se casó con Margarita Sargeant, nacida también en Cádiz en 1804. Como oficial del ejército George participó en la guerra con México y en múltiples escaramuzas con los indios. Durante una larga temporada estuvo desligado del ejército, pero la falta de empleos estables y su condición de ingeniero le impulsaron a vestir de nuevo el uniforme. El estallido de la Guerra de Secesión en 1861 coincidió con su ascenso a general de Brigada, obteniendo el mando de una división de reserva con la que se batió en las batallas de Beaver Dam Creek, Gaines Mill y Glendale, resultando herido en esta última. Recuperado de sus heridas, el general Meade llevó a sus hombres al combate en South Mountain, Antietam y Fredericksburg.

En junio de 1863 el general confederado Robert E. Lee, uno de los mejores estrategas que han dado las aulas de West Point, avanzaba implacablemente imponiéndose a cuantos generales de la Unión le salían al paso. Conquistada Pensilvania, Abraham Lincoln dudaba en mantener al arisco Joseph Hooker al frente del ejército del Potomac, encargado de parar a Lee. Herido Hooker en un pie y a pesar de reclamar seguir al frente de su ejército, Lincoln vio la oportunidad de relevarlo, pero los dos generales elegidos declinaron el ofrecimiento para no tener que enfrentarse al invencible Robert Lee. En estas condiciones Meade fue llamado para dirigir el ejército de la Unión en el combate más importante y trascendente de la Guerra Civil Norteamericana: la batalla de Gettysburg.

En realidad la famosa batalla duró sólo tres días y durante los dos primeros las bajas del ejército de Meade fueron sustancialmente mayores que las de Lee, hasta el punto de que en las filas de la Unión cundió el desánimo y cuando a media mañana del tercer día los 170 cañones de Lee comenzaron a vomitar fuego como preludio de la famosa carga de infantería del general Pickett, buena parte de los oficiales unionistas se confabularon para retirarse. Pero Meade tuvo un rapto de inspiración que aún hoy se discute en las escuelas de táctica de medio mundo, al consultar democráticamente a sus oficiales de Estado Mayor fiando su decisión al resultado de la encuesta. En realidad, lo que hizo el hábil general gaditano fue recabar a sus oficiales la opinión en cuanto a la posibilidad de retirarse, y claro, ninguno quiso ser el primero en pronunciarse, de modo que al final aguantaron todos juntos los embates de Pickett en una decisión que inteligentemente Meade había hecho de sus subordinados. Cuando la línea nordista flaqueó e incluso una vez quebrada, los hombres de Meade aguantaron valientemente hasta que el empuje de Pickett comenzó a ceder, pues, concentrados en campo abierto, los atacantes sudistas representaban un blanco fácil para los defensores del norte protegidos en sus trincheras. Finalmente los confederados comenzaron a retirarse atropelladamente dejando en el campo cerca de 7.000 muertos, mientras la famosa caballería de J.E.B. Stuart era batida por un joven general de 23 años que respondía al nombre de George A. Custer, lo que doblegó definitivamente a Lee y forjó la histórica victoria de Lincoln.

La batalla de Gettysburg, la más decisiva de la Guerra Civil norteamericana, resultó, en definitiva, un éxito resonante para Meade, que fue felicitado por el Congreso de los Estados Unidos, aunque recibió sonoras críticas desde otros sectores en Washington, entre otros de Lincoln, por haber dejado escapar al enemigo, al parecer como tributo a su profundas convicciones religiosas.

A la finalización de la guerra, Ulysses S. Grant, general en jefe de los ejércitos de la Unión y personaje profundamente mediático, sintió que la fama ganada por Meade en Gettysburg oscurecía la suya, hostigándole hasta conseguir que el general gaditano colgara el uniforme para dedicarse a la reconstrucción del país hasta su muerte. Hoy numerosos condados, calles, edificios oficiales, colegios e instituciones llevan su nombre e incluso una sociedad animalista de Filadelfia levantó una estatua dedicada a su inseparable caballo Old Baldy. Antes de morir, Meade vio a sus hijos entroncar con las familias más aristocráticas de Pensilvania, incluidos los Rockefeller, aunque tal vez su descendiente más famoso a fecha de hoy sea el actor Matthew Fox, tataranieto del gaditano, que entre otros muchos papeles encarnó al popular Jack Shephard de la serie de televisión Perdidos.

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