Su propio afán

enrique / garcía-máiquez

Los móviles mudos

CREO recordar que prometí encarecer la autopostulación de Esperanza Aguirre a candidata popular a la alcaldía de Madrid. Supongo que fue la fiebre, porque ahora no la veo tan redonda. Pero lo comprometido es deuda.

Todo lo que sea minar algo la pétrea disciplina interna de los partidos es buena noticia. El aire fresco que dicen los de Podemos que trae Podemos se enrarece ahí: están construyendo un partido jerárquico, de liderazgo indiscutible e indiscutido. Aunque es más grave cuando se trata del partido en el Gobierno, porque entonces tenemos a todo un presidente de España sopesando pausadamente los candidatos a las alcaldías de ciudades y pueblos. Uno supone que el presidente tendrá cosas más importantes que sopesar y tiene la certeza de que, en cualquier caso, le convendría dar esa imagen. Tanta energía volcada hacia dentro del propio partido ha de lastrar la gestión institucional.

Socava, además, la autoridad y la independencia de los candidatos, que se perciben como representantes de la voz de su amo más que de los ciudadanos. Este silencio tenso de los móviles mudos (todos los implícitos aspirantes en su casa esperando la llamada del líder que les ofrezca el puesto tan secretamente pretendido) hace un daño tácito, pero contante y sonante, a la democracia.

El movimiento de Aguirre es de libro. Aprovecha ese silencio tenso para que su leve sugerencia resuene atronadora. Y pone la pelota en el tejado de Rajoy. La pelota ya la tenía él, claro, pero en el sótano, y ahora está en lo alto, a la vista de todos. Se comprende el malestar con Aguirre del fiel ministro de Sanidad, el filólogo Alonso. Si Rajoy la nombra, se habrá abierto una brecha muy significativa en el sistema de nominación de candidatos. Si no lo hace, será un "no" explícito a una líder querida por las bases del partido (ya muy vapuleadas) y, sobre todo, arriesgarse a que la derrota le sea achacable a él. Lo cual nos recuerda el pulso entre Susana Díaz y Pedro Sánchez, aquí con más intrahistoria y más dagas venecianas.

¿Qué no veo claro, entonces? El argumento de Aguirre, que se apoya fundamentalmente en que, según las encuestas, ella tiene posibilidades de ganar. Esta apelación directa, sin pudor, al poder es profundamente empobrecedora. Si Esperanza, por un lado, socava la férrea jerarquía; por otro, fomenta el segundo gran vicio de los partidos: su sumisión al posibilismo. Aunque algo es algo.

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