EFECTO MOLESKINE

Ana Sofía Pérez- Bustamante

Primera lluvia

Nunca supimos pronunciar su nombre de manera verosímil, pero en nuestro alfabeto se escribía Mo-thit, sonaba así como Mmóooo-ttéeee y quería decir "Primera lluvia". En su tierra la gente no gasta apellido, y los padres tardan en poner nombre a un hijo porque esperan a saber cuál es el que realmente le conviene. En un país agrícola la primera lluvia es una bendición. La vida en el campo (o en la semiselva) sería dura, monótona y plácida si no fuera porque de vez en cuando irrumpe el ejército para robar comida, mujeres, muchachos, o la tierra. A Mo-thit lo atraparon en una videoteca. 75 jóvenes fueron obligados a trabajar para el ejército como porteadores: el gobierno estaba en guerra contra la etnia de los Karen, y en la jungla sin caminos sólo puede avanzar el animal de carga más dócil y barato. De aquella expedición volvieron 25. Los demás murieron de fiebre, desnutrición y fatiga. Mo-thit se las arregló para desenvolverse como guía turístico en inglés en torno a la antigua capital, Yangón, o Rangún (la nueva es una ciudad fantasma creada por la dictadura para gobernar a solas. El nombre del país también se lo ha inventado el gobierno, para que nadie se sienta con más derecho que el gobierno mismo). Pero sobraban guías en inglés y faltaban turistas en un país sometido al bloqueo internacional. Mo-thit aprendió español a través de un marinero que había navegado a Sudamérica y sabía español de oídas. Ese amigo le prestó libros para que Mo-thit perfeccionase el español de oídas con el de leyendas. Así fue como topamos con un hombre bien parecido, de edad indeterminada, extremadamente pulcro y educado, que nos llevó por Birmania descalzos siguiendo un plan de viaje que ahora sabemos que cumplimos de milagro. Los milagros de Mo-thit, discreto, suavemente sonriente, dosificando con infinita sabiduría su saber y su no saber. Cuando Mo-thit vuelve a su aldea, en temporada baja, su familia y amigos se reúnen en torno a él para que les cuente sus aventuras y para reírse juntos de los turistas. Cuánto me gustaría poder escuchar, en medio del paraíso más castigado del mundo, las fabulosas historias del hombre que nació una vez, hace ya muchos años, traído por la Primera lluvia.

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