El Tiempo Un inesperado cambio: del calor a temperaturas bajas y lluvias en pocos días

La corredera

antonio / morillo

Cenar en Vejer

RARA vez escribo sobre mi pueblo. Refiero temas generales o provinciales, para no abusar de esta plataforma. Pero hoy, permitidme que haga una excepción, porque merece la pena y en honor a quienes han convertido un lugar olvidado y solitario en un pequeño paraíso. Muchas generaciones han preservado este pueblo con su arquitectura blanca popular clásica, sin concesiones modernistas ni guguengains y el fruto está hoy en nuestras manos. Reciente segundo premio nacional de la revista "Viajar" y gente de todas partes que vienen y admiran lo tradicional y lo sencillamente hermoso.

A su aire han proliferado decenas de restaurantes y similares que con gracia y esmero, en las calles del casco histórico están llenos todas las noches de visitantes que vienen a cenar en singular contexto. Y resulta, que cuando hace unos años aquí no venía nadie y si venía no se tomaba ni una coca cola, hoy es jauja. Sin duda el esmero, el buen trato, la cortesía, la limpieza, el buen ambiente, la inventiva de los menús. Son ellos los recientes restauradores, que han puesto una pica en Flandes. Lástima que se acabe el verano. Y todo ello se suma a los habidos en el Palmar, la Barca y Santa Lucia, donde se da el caso curioso, experto en carnes, que hay que pedir mesa con un mes de antelación ¡quien lo diría! Hay quien dice, que este verano es de las tres P, a saber playa, paseo y pipas, indicando la escasez de recursos ciudadana. Por el contrario un restaurador me decía, que aquí no, que cada calle y cada restaurante tiene sus clientes y que hasta se da el caso de que los playeros vienen a su terraza "arregladitos" con la media etiqueta veraniega. Que viene gente de todos lados, tanto extranjeros como nacionales. Es cierto también que la mayoría son visitantes de entrada y salida, que no pernoctan, pero lejos de aquellos que ni tomaban café. Es el mérito, de hombres y mujeres, ¡ que en esta crisis galopante! han dejado de llorar y con su inventiva y dedicación están creando riqueza, convivencia, y alegría en estas calles tantos siglos solitarias y tristes. Gracias también a las generaciones que con su esmero y tacto, supieron conservar este pueblo, haciendo posible que hoy se rentabilice su historia, su cal y su tipismo.

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