DE POCO UN TODO

Enrique / García-Máiquez

España gana

CUÁNTA resaca para tan poca fiesta. La fiesta de la democracia sólo empezó tras el recuento y sólo para algunos. El dolor de cabeza, sin embargo, va a estar repartido equitativamente, incluso entre las dos fuerzas de izquierda, cuyo pacto va a necesitar mucha mano ídem. Cuando IU toca poder, su discurso se evapora o se corrompe. Tendría margen para crecer, pero haciendo oposición de proclamas y programas. Con la realidad, que es reaccionaria, lo lleva crudo. Y el PSOE no va a ir tan suelto como acostumbra con esos compañeros de viaje, obligados a apretarles por las utopías.

El dolor de cabeza de los andaluces de a pie es de aúpa con media España bordeando el insulto y la otra media celebrando una victoria que ni es victoria ni es de la izquierda. Bastaría con que mirasen los datos antes de lanzarse al Twitter a ponernos verdes y blancos, como la bandera. Ha sido el votante de centro-derecha el que se quedó en casa. Con respecto a las elecciones generales de hace cuatro meses, el PP ha perdido 400.000 votos. Debería dolerle, más que el orgullo por no haber alcanzado la mayoría absoluta, la cabeza. Porque esa lectura de que "Andalucía es muy de izquierdas" o "¡el PER, el PER!" mira para otro lado (a la izquierda) cuando hay que hacerlo a la derecha, al centro y pa' dentro.

Las acusaciones de poca madurez democrática sobran. Votar a quienes ayer mismo prometían que no iban a subir los impuestos y los subieron, que no iban a abaratar el despido y lo abarataron, que iban a apoyar a las pymes y todavía se lo están pensando... más parece forofismo que madurez. La corrupción hay que castigarla, por supuesto, aunque ya va por la vía penal, y la ineficacia; pero también la pirotecnia electoral, que no se puede castigar en otro sitio que en las urnas.

Tras el repaso a tantas jaquecas (y más que vendrán), señalemos un aspecto positivo, aunque para Rajoy suponga más quebraderos de cabeza. La gran beneficiaria del resultado electoral es España como nación, que evita así el choque frontal entre nacionalistas catalanes y próximamente vascos con el resto de las autonomías del PP. Al abrirse el panorama, con una Andalucía de izquierdas que, sintiéndose bien española, no se supeditará al Gobierno, el sistema autonómico mantendrá su justificación administrativa e ideológica, sin convertirse en el campo de prácticas de los conflictos soberanistas. Y Rajoy no podrá dormirse en los laureles: tendrá que ejercer su autoridad con todas las autonomías sin acomodarse a mandar en la mayoría por la disciplina de partido, dejando a las dos díscolas por imposibles. Andalucía es mucha España.

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