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Ignacio Pérez Blanquer

¿Pan de pan o pan de Viena?

SI nos situamos poco antes de la década de los años 80 muchos recordarán que nuestra existencia estaba rodeada de opciones muy limitadas, normalmente teníamos dos entre las que elegir. ¿Pan de pan o pan de Viena? Y no había más; igual sucedía con el color del aparato de teléfono, o con los canales de la televisión, ¿recuerdan? VHF o UHF. A veces -pocas- había una tercera opción: ¿vainilla, chocolate o fresa? Aquella sociedad podía ser considerada como una sociedad de alternativas mutuamente excluyentes, de gustos muy homogéneos que se podían satisfacer con una corta oferta de productos.

Esto tenía su clara proyección en la cultura, había entonces una cultura alambicada, de "gurús" instalados, dirigida y de límites estrictos. A partir de la década citada, las cosas tomaron otro rumbo, se fue transitando hacia una sociedad caracterizada por presentar opciones múltiples para todo, y todavía nos encontramos en ese periodo de transición.

Por supuesto, el arte no ha estado ajeno a estas turbulencias, sobre todo el ámbito de las artes plásticas que siempre han estado en la vanguardia cultural. El arte de hoy está singularizado por la multiplicidad de opciones, no existen corrientes claramente dominantes ni hay opciones mutuamente excluyentes. Bastaría contemplar el panorama de la música clásica, en ella no existen, prácticamente, escuelas de ningún tipo. Muchísimos compositores siguen sus propias líneas y orientaciones personales, fieles a sus propias musas. Si nos fijamos en las líneas interpretativas musicales vemos que hay una diversidad impresionante. Podemos observar también el mundo de la danza, en éste, el desarrollo de distintos estilos y formas es abrumador.

Nos encontramos en ese paréntesis, en la transición; aún habrá que esperar un tiempo para ver cómo se produce una sedimentación y el sistema se hace estable y podamos hablar de un período definido en cualquiera de las artes; pero mientras, miles de artistas y cientos de escuelas aparecen sin que broten nuevos líderes capaces de gobernar la incertidumbre. Actualmente hay más creadores y artistas que en ninguna otra época anterior, realmente no ha sucedido nada semejante en el pasado. Esta alborotada actividad creativa, y la estimulante variedad del arte de nuestros días tienen gran interés porque son un perfecto reflejo de esa sociedad de opciones múltiples en todos los ámbitos (arte, religión, diversión, familia, trabajo...) a la que nos acercamos a buen paso, y a pesar de la crisis en la que estamos inmersos.

Los tiempos de transición son así, de cuestionamiento y cambios, de retos, de oportunidades y posibilidades, de dudas e interrogantes. Inciertos y prometedores pero con la exigencia de que tengamos un rumbo claro, una nítida concepción y un buen mapa del camino que tenemos ahí delante.

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