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Vicente Molina Foix. Escritor

"El Inca Garcilaso me tiene seducido"

  • El novelista y poeta reúne textos sobre algunos de sus escritores predilectos en 'Enemigos de lo real', antología que constituye un resumen de cuatro décadas de lecturas.

Enemigos de lo real (Galaxia Gutenberg) muestra algunos de los itinerarios que Vicente Molina Foix (Elche, 1946) ha recorrido como lector. De Shakespeare a Vázquez Montalbán, de Montaigne a Borges el novelista, poeta y dramaturgo ofrece una amplia selección de escritos que se detiene también en la reivindicación de figuras literarias soterradas.

-¿Por qué los escritores son enemigos de lo real?

-Los escritores trabajan a partir de lo real pero no pueden contentarse con mirar la realidad y trasladarla sin elaboración, sin formación, sin visión. Enemigos me parecía más sonoro que rivales, que sería una palabra más justa, rivales de la realidad, porque tienen ellos mismos que crear una propia realidad, a partir naturalmente de los nutrientes que dan la vida, la memoria, la Historia, etc. El escritor crea una realidad segunda, que llamaban los románticos alemanes. De alguna forma, la realidad segunda entra en liza con la primera, y esa pugna creo que es muy favorable para los escritores y para el lector, que no se conforma con recibir una placa fotográfica en palabras de la realidad sino que puede ver la realidad reinventada por el escritor, aun cuando la novela, por ejemplo, pudiera ser social.

-Usted aclara en el prólogo que no se trata aquí de fijar un canon personal, ya que este incluiría a otros autores...

-Sí, no es un libro que yo haya escrito deliberadamente para publicarlo, sino una recopilación fruto de muchos años, con un orden y unos retoques.

-Uno de los escritores que protagonizan este acopio es Shakespeare, del que analiza algunos de sus personajes. Entre ellos Falstaff, a quien define como "singularmente fascinante".

-Falstaff es fascinante primero porque es uno de los grandes personajes cómicos de Shakespeare, muy popular desde el primer momento en Inglaterra. Se cuenta, y yo lo evoco en el texto, que la reina Isabel de Inglaterra le pidió otra obra sobre Falstaff que sería Las alegres comadres de Windsor, por lo mucho que le gustó. La fascinación viene por el hecho de que un personaje cómico, gordo, bebedor, jugador, un golfo, un tarambana, en la segunda parte de Enrique IV sea olvidado, cuando su amigo de fechorías, el príncipe Hal, cambia cuando lo nombran rey y lo aparta de la corte, y entonces vemos cómo este hombre pierde sus prerrogativas y viene un poco a representar el fin de un orden dentro de la nueva Inglaterra. Esa mezcla de humorismo desaforado y melancolía final que le lleva a la muerte es lo que yo creo que lo hace muy fascinante.

-¿Cuál es la edad de Hamlet?

-Teóricamente tiene una, según lo que dice el sepulturero, una edad joven, propia de un estudiante, que en realidad es lo que es. Hamlet es un papel tan goloso para todos los actores de la Historia, y actrices, que también lo han hecho... A veces hemos visto hamlets que no eran jóvenes. Yo recuerdo cuando traduje la obra y el montaje que se representó, que fue muy exitoso y que aún se recuerda, dirigido por José Carlos Plaza e interpretado por José Luis Gómez, que ya lo hizo con casi 50 años. En teatro estamos acostumbrados a este tipo de personificaciones y Gómez estaba extraordinario.

-¿Cómo hay que acercarse a la poesía de Rilke?

-Hay que acercarse con tiempo y cuidado, porque no es de esos poetas que entran por los ojos como Neruda, que nos arrollan con la imaginería y la facilidad de la palabra. Rilke es un poeta de pensamiento y yo creo que hay que leerlo pensando, aunque naturalmente las imágenes y las palabras son fundamentales en su poesía.

-Califica la poesía de Góngora como jeroglífica...

-Sí, algo de eso tiene... He leído mucho a Góngora, aunque en el libro sale más Quevedo, su gran enemigo, porque lo pongo como lector de Montaigne, que lo fue y muy importante. Esto es como en el cine, que a veces unos son protagonistas y otros secundarios, pero no quiere decir que sean menos importante.

-También dedica páginas a recuperar a creadores un tanto olvidados como Edgar Neville...

-España es muy cruel para sus artistas, es de las sociedades más olvidadizas que conozco: en cuanto mueren o pasan unos años los manda cuando menos al limbo. A otros los manda aún más lejos. A veces hay que rescatarlos. En el caso de Neville, las películas siguen siendo frescas y sorprendentes. También tiene piezas de teatro magníficas. Yo aquí rescato su novela, que es muy considerable y que también está olvidada.

-De Virginia Woolf habla de "la frase masculina y el verbo femenino".

-Son términos que ella misma utiliza. Yo a Virginia Woolf la tengo como una de las grandes cabezas de la literatura. Las novelas me gustan mucho, sobre todo dos de ellas, pero los ensayos me parecen una de las grandes piezas que ha dado la literatura que escribe sobre la literatura, que piensa la literatura.

-Resume usted aquí 40 años de lecturas...

-Sí, el libro nace de la lectura y de la aplicación de esa lectura a textos, a pensamientos, a conversaciones que por escrito trato de establecer con el posible lector. Hay un orden cronológico, con algún salto voluntariamente dado. Y siempre buscando la claridad, que no elude la complejidad, y, si lo puedo decir, con una voluntad de estilo.

-¿Por dónde van actualmente sus caminos de lector?

-Sigo siendo muy desordenado y me gusta mucho ese desorden. Estoy leyendo poesía inglesa de los llamados metafísicos, John Donne y otros. Llegó a mis manos un libro muy interesante sobre ellos que publicó un erudito inglés, Grierson, en los años 20 del siglo pasado, y me dieron ganas de leerlos a todos ellos a la luz de esto. He pasado unos meses, aparte de los libros de actualidad que uno lee, novelas que te llegan o que compras, muy fascinado, leyéndolo todo sobre un autor que tiene una conexión cordobesa muy importante y que está enterrado allí, el Inca Garcilaso, sobre el que voy a hablar dentro de unos días en la Casa de América en Barcelona. Es un autor que me tiene bastante seducido. Los Comentarios Reales y La Florida del Inca son dos obras maestras absolutas.

-No incluye autores vivos. De haberlo hecho, ¿quién podría estar?

-Muchos, por ejemplo el novelista Ian McEwan, a quien admiro, y por supuesto autores españoles contemporáneos míos como Javier Marías. Normalmente en nuestro país un prólogo o una conferencia se suelen dar como homenaje, porque somos mucho de homenajes póstumos. Pero varios de los textos del libro fueron escritos cuando los autores vivían, por ejemplo los de Cabrera Infante, Benet o Borges. Lo importante es que la literatura da vida a todo: a los vivos y a los muertos.

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