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Cultura

El trono se queda sin rey

  • Manuel de los Santos Pastor muere en Jerez de forma repentina y deja huérfano al cante más ortodoxo

A mediodía de ayer, el mundo del flamenco se despertaba aturdido. Había fallecido Manuel de los Santos Pastor 'Agujetas'. La noticia sorprendió a todos los que la iban conociendo conforme avanzaba el día pues sólo los muy íntimos sabían que luchaba desde hace varios meses contra un cáncer. Aún así nadie esperaba un desenlace tan repentino. El cantaor había ingresado la tarde del pasado miércoles en el Hospital de Jerez y ayer, al filo de la una de la tarde, dejaba el trono del cante vacío.

Quiso ser el destino que el 'Rey del cante gitano', como él mismo se autoproclamaba, abandonase este mundo el mismo día que falleció su padre, un 25 de diciembre de 1976. Cosas de la vida.

A eso de las cinco de la tarde el féretro llegó al tanatorio de Jerez donde permanecerá hasta las diez de la mañana de hoy, cuando será trasladado hasta el Cabildo Viejo donde se instalará la capilla ardiente, que permanecerá abierta hasta las cinco de la tarde. Desde allí se desplazará hasta la Iglesia de San Francisco, donde a las seis está previsto su sepelio. Su cuerpo será incinerado y sus cenizas serán llevadas a Japón por su esposa.

A pesar de lo especial del día, el mundo del flamenco pronto se personó en el tanatorio para dar el último adiós al cantaor. De cualquier forma, será hoy cuando el grueso de artistas y familires pasarán por Jerez.

No obstante, por allí pasaron artistas como Manuel Parrilla, Alberto San Miguel, Lorenzo Gálvez 'Ripoll' o El Salmonete y destacados peñistas de la ciudad como Antonio Benítez y Joaquín Rodríguez, de Los Cernícalos, presidente y vicepresidente de la Federación de Peñas, Manuel Moreno y Juan Alfonso Romero, o Antonio El Platero, compadre de Agujetas. Todos arroparon a la familia, desde su hermano Diego a sus hijos Dolores y Antonio, y otros parientes cercanos como Domingo, Eva y José Rubichi.

Manuel de los Santos Pastor nació en 1936. Hijo de Manuel de los Santos Gallardo 'El Viejo Agujetas', natural de Jerez, y Ana Pastor Monje, de Rota, emparentada con el Negro de El Puerto, heredó de su padre el apodo (le llamaban así por ser quien cambiaba las agujas del ferrocarril), y sobre todo los cantes de Manuel Torre y otros grandes maestros de Jerez y Los Puertos.

En su juventud, en una época complicada, hizo hasta de esquilador de bestias (los caballos eran su gran pasión). "Pelé caballos, quité dientes de lobo y bichos por dentro del intestino. Eso lo hice mirando al veterinario. Muchas veces me daban el tocino y me iba más contento. Se lo daba a mi mare pa que hiciera el puchero", decía en la última entrevista publicada en este medio.

Con 18 años se trasladó a Jerez para trabajar en la fragua, un oficio que también había aprendido de su padre. Su salto a los escenarios (porque había cantado desde niño, "con 7 años actué en La Campana, en Sevilla, con la Niña de los Peines", decía) no se produjo hasta 1970 cuando graba, acompañado a la guitarra por Manolo Sanlúcar, su primer disco, 'Viejo Cante Jondo', un trabajo que le abrirá las puertas de festivales y recitales. "A los 14 días de estar en Madrid ya era figura del cante en el Ateneo con Manolo Sanlúcar y Manuel Ríos Ruiz", afirmaba.

Sin embargo, su explosión definitiva no llega hasta tres años después, en 1973, cuando de la mano de José Manuel Caballero Bonald publica con Ariola 'Rutas del Cante Jondo'. Es el inicio de una década exitosa en la que además de grabar varios discos más recibirá el Premio Nacional de la Cátedra de Flamencología y el Premio Manuel Torre. La propia Cátedra le entregará en 2012 la Copa Jerez del cante.

Pero su suerte cambia en la década de los 80, primero con la extinción de su contrato discográfico, posteriormente con un accidente en México que está a punto de costarle la vida, y finalmente con una severa neumonía, provocada por su costumbre de echarse por la mañana agua fría del pozo que él mismo cavó en el campo que tenía entre Chipiona y Rota, que le pone al borde de la muerte. Corría el año 1987 cuando es ingresado grave en el Hospital de Mora de Cádiz. Es entonces cuando una comisión encabezada por Juan de la Plata, director de la Cátedra, organiza en Jerez un festival benéfico en su honor con el firme objetivo de recaudar dinero para paliar su precaria situación económica.

El homenaje se celebra en el Club Nazaret bajo el título 'Jerez por Agujetas' y con la presentación de Chiquetete y María José Santiago, que se prestaron para ello. Por el escenario pasaron Manuel Soto 'Sordera', El Negro del Puerto, su hija Dolores, María Soleá, Manuel Mairena, El Gordo Agujeta, El Garbanzo, Manuela Carpio, Aurora Vargas, Ripoll, Rubichi, Pansequito, El Torta, Manuel Moneo, Moraíto, Juan Morao, Periquín Niño Jero, Antonio Jero, Quique Paredes y su amigo Pepe Ríos. Se recaudaron novecientas mil pesetas de la época, que fueron entregadas al artista.

En 1995 interviene, siguiendo las directrices de Carlos Saura, en la película 'Flamenco', donde los martinetes que ejecuta junto a Manuel Moneo quedarán para la historia.

De cualquier modo, si hay una fecha significativa en la trayectoria de Manuel de los Santos Pastos es 1999, cuando Dominique Abel se cruza en su camino. Juntos grabarán el documental 'Agujetas cantaor', donde se aprecia a las mil maravillas su personalidad tanto fuera como dentro del escenario. La frase de Unamuno 'El que defiende el yo defiende todos los yos, es el nosotros' mientras Agujetas entona un fandango a campo abierto, ejemplifica la singularidad de un trabajo que no se queda en lo puramente artístico sino que posee un marcado carácter antropológico.

La película marcará un antes y un después en su carrera, sobre todo porque con ella quedarán para la posteridad las peculiaridades de un personaje atípico, pero un cantaor único.

Recorrió todo el mundo, desde Japón pasando por Méjico, la India, Mongolia, Francia, Alemania, China o Estados Unidos, un país en el que se sentía querido y al que acudía, al igual que Japón, con relativa frecuencia para dar recitales.

De hecho, en los últimos tiempos sus apariciones fueron más comunes fuera de nuestras fronteras que dentro. Capaz de lo mejor y de lo peor, pero siempre sin medias tintas, es decir, no dejaba nunca a nadie indiferente, sus seguidores han sido fieles a su quehacer artístico hasta el último minuto, conscientes de que estaban ante uno de los últimos bastiones del cante más puro y que representaba a una de las formas de concebir el cante más personales. "Ni todos los Manuel Torre del mundo cantan como Chocolate y yo", apostillaba en muchas entrevistas.

Su cante, rancio y sin concesiones a la galería, no admitía contaminación alguna, era como un fenómeno de la naturaleza que se dan cada cierto tiempo. "Es como el whisky cuando lo tomas por primera vez, áspero", confesaba El Platero, en 'Agujetas cantaor'.

Visceral y primitivo, Manuel dio su último recital en público el pasado 28 de febrero en la Guarida del Ángel, en una de las actividades del off del Festival de Jerez. Su eco, y esas manos con las que parece que intentaba detener el tiempo, permanecerán en el recuerdo y en la memoria de los que tuvieron la suerte de conocerlo y sobre todo de verlo sobre el escenario. "Mi cante es muy difícil, no lo harán ni después de 100 años muerto", afirmaba en una de sus últimas entrevistas.

Su repercusión y su legado artístico forma parte ya de la historia del cante flamenco, que ayer, sobre todo a través de las redes sociales, mostraba su tristeza por la irreparable pérdida de un 'Rey del cante gitano' cuya herencia es un estilo personal y con una fuerza difícilmente superable.

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