El Puerto

San Ignacio, obra de Juan de Mesa

  • La iglesia de San Francisco acoge las dos únicas imágenes de la provincia de Cádiz realizadas por el imaginero cordobés, una de ellas la del fundador de la Compañía de Jesús, canonizado en el año 1610

En la iglesia de San Francisco de El Puerto de Santa María, flanqueando el presbiterio sobre sendas repisas, se conservan las dos únicas imágenes de Juan de Mesa existentes en la provincia de Cádiz, las que representan a los jesuitas San Francisco Javier y San Ignacio de Loyola. En el transcurso de una restauración de la talla de San Francisco Javier que llevó a cabo José Bottaro en 1924, apareció un documento en su interior que atestiguaba la autoría, cronología, precio y comitente de la imagen: Juan de Mesa cobró en 1622 10.000 reales de vellón por su hechura y 500 por su dorado, con destino al Colegio de San Hermenegildo de Sevilla, casa Profesa de los jesuitas en la capital de la Diócesis hispalense.

Aunque la imagen de San Ignacio no está documentada, debemos atribuirla con toda seguridad al mismo escultor que tallara esa otra, pues conserva incluso mejor que la de San Francisco Javier (que sufrió una desafortunada restauración en la que se desfiguraron algunos rasgos y policromía del rostro), la belleza, expresividad de facciones típicamente mesinas, calidad artística y estado de conservación.

Estas tallas pertenecen al conocido como "lustro magistral" de Mesa, que abarca entre 1618 y 1623, cuando este imaginero barroco cordobés afincado en Sevilla realiza obras tan interesantes como los crucificados del Amor, Conversión del Buen Ladrón y Buena Muerte y los Nazarenos del Gran Poder y el de La Rambla, todas titulares de cofradías de penitencia y anteriores a los jesuitas que comentamos. En éstas y el resto de su producción, este genio de la imaginería barroca supo combinar la perfección técnica con el realismo, el culto a la belleza formal con la fuerza expresiva.

Desde un punto de vista iconográfico, el santo jesuita viste sotana ceñida a su cintura por largo bordón pastoral y manteo (capa larga con cuello que llevan algunos eclesiásticos sobre ésta). Los atributos elegidos por Mesa en esta ocasión son el libro de las 'Constituciones' portado en su mano izquierda (con las inscripciones latinas Ad Maiorem Dei Gloriam en su página izquierda y Constitutiones societatis Jesu en la derecha) y una banderola o estandarte de plata portado en la derecha con el anagrama 'JHS'. Representa a San Ignacio en la plenitud de su madurez: semicalvo, con barba corta y bigote, cejas pobladas, ojos grandes de penetrante mirada, nariz recta y boca abierta con dientes tallados y labios carnosos son los rasgos faciales que acusan esa perfección naturalista típica en la escultura barroca tan bien reflejada por Juan de Mesa en ésta y otras muestras de su interesantísima imaginería.

En el tratamiento de ese rostro, el discípulo de Montañés tiene presente la efigie de San Ignacio que tallara éste en 1610 con motivo de la fiesta de beatificación para la Casa Profesa de Sevilla, hoy en la iglesia sevillana de la Anunciación. No sólo debió observarla allí, sino que seguramente vería ejecutar porque se encontraba en el taller del 'dios de la madera' desde junio de 1606. En cualquier caso, el discípulo no se limita a realizar una vulgar copia del modelo montañesino, sino que la imagen conservada en El Puerto revela un temperamento artístico distinto en el contenido expresivo y la técnica de su talla. Juan de Mesa, con taller propio desde 1616, supo captar fielmente la agudeza e inteligencia que caracterizan al fundador de la Compañía de Jesús, poniendo de manifiesto, además, las dosis de expresividad y realismo necesarias para sintonizar con la mentalidad de los fieles y alcanzar el gran arraigo popular que obtuvieron sus imágenes.

Se trata de una figura de talla completa y tamaño natural realizada en madera y policromada (encarnada y estofada) que muestra al personaje en elegante actitud y postura. Su frontalidad se rompe gracias al leve giro de la cabeza hacia su derecha y el ligero contraposto marcado por las extremidades inferiores, aspectos que aportan cierto dinamismo a la escultura. Destaca asimismo el hábil, naturalista y delicado estudio de su indumentaria, conseguido a base de sencillos pliegues en leve movimiento, combinación de líneas verticales y suaves curvas e interesante disposición del manto sobre hombro y brazo izquierdos.

Este ropaje que cubre el cuerpo del carismático jesuita conserva la rica policromía a base de un estofado en el que contrastan los motivos vegetales dispuestos armoniosa y simétricamente en tonos oscuros (marrones y negros) con el fondo dorado y otorgan a la figura un aire clásico que realza su belleza expresiva. Aunque Mesa no fue policromador vigiló de cerca la tarea de encarnar y estofar sus imágenes a fin de lograr aproximarse lo más posible a su concepción escultórica.

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