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Poniendo los dos pies en lo alto del Lenin

  • Dos gaditanos, los hermanos Jiménez Flores, formarán parte de una expedición que intentará hollar la cumbre de una montaña asiática de 7.134 metros

La fe mueve montañas... y también las escala. La expedición al pico Lenin (7.134 metros) que partirá el próximo 2 de julio, auspiciada por la Asociación Española de Alpinistas con Cáncer (AEAC), demuestra que esa afirmación no es una frase de cara a la galería. Entre los 12 integrantes del grupo de intrépidos deportistas -ayer mismo se unieron Pepa, una enfermera de Bilbao, y su marido, Andrés- que intentarán hollar la cumbre de la que fuera tercera montaña más alta de la ya extinta Unión Soviética se encuentran tres personas cuyo mérito se multiplica en comparación con el de sus compañeros de aventura. Y eso que el de estos es enorme porque el simple hecho de plantearse subir por encima de los 7.000 metros de altura ya se debe considerar una gesta de gran envergadura.

Juan Carlos Bejarano tiene una minusvalía visual del 87% a causa de un accidente de trabajo, Javier Calzada es insulinodependiente y José Francisco García Romo -presidente de la AEAC- sobrevivió a un cáncer renal que le fue descubierto a tiempo gracias, curiosamente, a su deporte preferido, el montañismo. En cierta ocasión empezó a encontrarse bastante mal en plena subida a este mismo pico Lenin y se tuvo que organizar un descenso de emergencia, tras el cual se le efectuaron pruebas médicas que sirvieron para que se le detectara la grave enfermedad, de la que hoy en día se halla restablecido.

La solidaridad marca este ambicioso proyecto de escalar una montaña situada en la región del Pamir, justo en la frontera entre los países asiáticos Tayikistán y Kirguizistán. Se aprovechará el viaje para efectuar la entrega de ocho equipos de oxígeno a la planta de Cardiología del hospital infantil de Biskek, la capital de un estado al que también se conoce como Kirguistán. Estos aparatos han sido donados por la empresa Oximesa, que se ha ganado con creces una salva de aplausos por su espléndido gesto. Pero no queda ahí el fin social de esta expedición. Varios de sus miembros afrontarán un reto personal añadido con el objeto de colaborar con la Asociación Un Kilómetro Una Sonrisa, en concreto para conseguir los 2.000 euros que faltan para que Sheila, una niña con párálisis cerebral, pueda disponer del andador que necesita. Para ayudar a recaudar ese dinero, dos de los montañeros en cuestión piensan saltar en parapente para bajar desde la cima y otro pretende emprender el descenso por la cara norte haciendo snowboard.

Un dato más que novedoso en un intento de escalada por encima de los 7.000 metros es la presencia en el grupo de dos alpinistas gaditanos. Se trata de los hermanos José Manuel y Francisco Javier Jiménez Flores, nacidos en el hospital Mora de la capital de la provincia y en la actualidad pertenecientes al Club Rupicolas de Cádiz, compuesto por 108 socios amantes del alpinismo. Ambos vivieron en su ciudad natal hasta los seis y cuatro años de edad, respectivamente, para trasladarse luego a Madrid por obligaciones laborales de su padre. En cualquier caso, el contacto con Cádiz fue siempre muy intenso, como explica el mayor de los hermanos, José Manuel: "Tras irnos a Madrid, a Cádiz volvíamos tres veces al año, en Navidad, Semana Santa y para veranear. Al principio nos quedábamos en casa de mis abuelos, en la calle Doctor Herrera Quevedo, y más tarde mi padre compró un piso. Se han cumplido nueve años desde que regresé para vivir en Cádiz -ahora reside en San Fernando-, algo que estaba deseando. Por cierto, mi hermano sueña con tener la oportunidad de hacer lo mismo que yo".

Los Jiménez Flores se estrenaron en el mundillo de la montaña a los 13 años, a raíz de que sus padres adquirieran una segunda vivienda en Collado Villalba, en plena sierra madrileña. De aquellos tiempos recuerda José Manuel una anécdota que no acabó con bronca monumental de puro milagro: "En 1973 -aún en pleno franquismo- se me ocurrió escalar un edificio en la madrileña calle Núñez de Balboa. Mi hermano y un amigo me esperaban abajo, pero no tardaron mucho en aparecer los grises, que me obligaron a descender y me echaron un rapapolvo. Por lo menos no me detuvieron".

Pero la afición iba muy en serio y cada vez fueron atacando cumbres más altas del territorio nacional para subir luego otro escalón en los Alpes. Y de ahí al Kilimanjaro, el techo de África. Nunca olvidará José Manuel que esa ascensión se realizó en julio de 2010: "Teníamos previsto atacar la cumbre -explica- la misma noche que España ganó el Mundial de fútbol, pero tuvimos que aplazar el intento porque los guías tanzanos que llevábamos no quisieron subir antes de que terminara la final, que escucharon por la radio en swahili como si fueran unos hinchas españoles".

Las vivencias de este deportista que vio la luz por primera vez junto a La Caleta están cargadas de curiosidades, como la relativa al apodo con que es nombrado en el mundillo de la montaña: "Toda la gente me conoce como Yup, mote que me pusieron cuando daba clases de judo a niños. Cada vez que un alumno mío ganaba un combate, le gritaba yupi. Por eso empezaron a llamarme Sensei (Maestro) Yup. Además de judo y escalada, he practicado parapente, puenting y esquí, extendiéndose de paso el apodo estrenado en los tiempos de profesor de judo". Cuenta atrás para Yup y cía.

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