Fútbol El Cádiz CF, muy atento a una posible permanencia administrativa

Cádiz

Silencio en el bloque de los ruidos

  • El vecindario del edificio en el que vive el condenado a tres años de 'exilio' por el ruido se muestra sorprendido por la sentencia, pero prefiere no meterse en "las cosas de otros vecinos"

El silogismo es el siguiente: si un joven ha sido condenado por un juez a abandonar su casa tres años por pesao, para que deje de dar la plasta con la música a todo volumen, lo que uno se va a encontrar en el bloque que es víctima de semejante pelmazo es a vecinos temblorosos al escuchar cualquier ruido, gente afectada en sus nervios y en sus tímpanos. Esto va a ir de reegaeton, de un aparatazo musical con bafles de metro y medio y de la guerra contra los niñatos, cuando menos. Todo el barrio tiene que conocer lo que está sucediendo. El titular va a ser: "Aquí no hay quien viva".

"Ah, ¿que es aquí?", comenta una joven que sobrepasa el portal del número 3 de la calle Escalzo empujando el carrito del niño. "Algo he escuchado del asunto, pero no, ¿ruido? No, mi bloque es muy tranquilo, pero yo vivo en el B. Eso sí, tres años fuera. Parece muy fuerte". El edificio de los ruidos de la calle Escalzo, situado junto a la nueva unidad de salud mental, se levantó sobre las ruinas de las casitas bajas de esta zona hace algo más de seis años y ese número 3 alberga tres bloques. El problema está en el C. Hablamos con vecinos del A y del B y ni conocen al ruidoso.

Por tanto, llamamos al azar a un número del telefonillo del C. "Ni entro ni salgo", dice una mujer que no quiere meterse en el asunto, "ahora estoy convaleciente y no les puedo atender, lo siento". "¿Convaleciente por el ruido?". "¿Por el ruido? No, no". A mediodía nadie contesta en el C, todos están trabajando. En los comercios de alrededor la gente se ha enterado de la noticia por el periódico y no, cuentan en una pollería, nadie sabía que hubiera graves problemas desde 2005, fecha de la primera denuncia.

Recomiendan que hablemos con Salvador, al que llaman el 'alcalde de la calle', un hombre amable al que todo el mundo conoce y que conoce a todo el mundo porque siempre ha vivido en la calle Escalzo y ha sufrido toda su transformación. Pero él no quiere problemas porque se lleva bien con todo el mundo. Sí, conoce la historia, pero lo mejor es que la gente arregle los problemas entre ellos pacíficamente.

Otro vecino se muestra sorprendido por lo sucedido. Es del C y también pide anonimato porque "en estas cosas de vecinos..." Lo que tiene claro es que le parece exagerado el castigo y él, que vive en el C, no ha visto alterada su vida por esos ruidos de los que se habla. Reconoce que ha recomendado al joven denunciado, "que es muy buen chico", que tuviera cuidado, que la cosa se estaba poniendo fea.

Y la cosa se puso fea definitivamente, cuentan, el día en el que en una reunión de la comunidad de vecinos, formada por 33 personas, sólo acudieron nueve o diez y se incluyó en el orden del día llevar a los juzgados al vecino del 3º C. Por entonces ya la policía había ido varias veces. La propietaria del 2º C, a la que se supone la principal afectada, no quiere hablar con la prensa: "Es un tema jurídico que no está cerrado, hablen mejor con los abogados". Existe un deje de preocupación en su voz.

A las tres de la tarde, tal y como anunciaron en el vecindario, llega Alberto García Lavié, el vecino sentenciado por ruidoso, pilotando su moto. Acepta charlar, pero recuerda que "todo está en manos de mi abogado, pero esto se ha ido de las manos. Un problema vecinal con unas vecinas muy concretas ha llegado hasta donde yo creo que no debería haber llegado. Tres años fuera de casa... Yo ya pago una hipoteca y ¿ahora también tengo que pagar un alquiler?". Alberto García trabaja como ingeniero en La Bazán y, de vez en cuando , le llaman para hacer de modelo. Tiene en un lugar destacado de la casa su premio de Mister Cádiz. Define lo sucedido con un término técnico, de ingeniero: "Ha sido una rotura por fatiga. Han llamado decenas de veces a la policía, la policía ha venido unas cuantas y, bueno, se han hecho unas mediciones que ya veremos... eso lo tendrá que contar el abogado". Todo lo cuenta Alberto en el salón de su casa, con su colección de maquetas de coches antiguos y el aparato de música que amenaza con expulsarle tres años de su casa. Es un equipo modesto y antiguo con una gran pegatina policial en la que se lee "Precintado". El precinto, intacto. Alberto se muestra desconcertado. Durante toda la mañana desfilaron televisiones y radios por el bloque de los ruidos. Los vecinos están sorprendidos. "Bueno, en todos los bloques siempre hay cosillas", ha dicho una vecina, como diciendo con el tono de que aquí las 'cosillas' son algo más que eso.

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