¿Qué pasó con la Feria Mundial del Toro?
Hace quince años
Sevilla, y todo el mundo taurino, perdieron hace quince años uno de los escaparates más brillantes de un sector que evidenció su ancestral desapego y desunión dejando marchitar “la joya de la corona”
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"Tenemos que saber si la Feria del Toro interesa al mundo del toro". Era la frase lapidaria que sentenciaba aquella muestra inolvidable y posiblemente irrepetible. La pronunció Felipe Luis Maestro, fallecido hace un año justo, denunciando con impotencia el final irremediable de una brillante iniciativa que se murió por puro desinterés de sus actores naturales. Así de claro. El entonces director gerente de FIBES había convocado a la prensa el uno de febrero de 2011 para hacer oficial el eclipse total de aquel empeño coral que sólo necesitaba 300.000 euros para garantizar su supervivencia. Ante la falta de patrocinios oficiales y comerciales había que pescarlos entre la grey taurina. Pero no fue posible reunirlos. Ya lo hemos dicho: la mayor parte del sector se puso de perfil…
"La gente del toro no es que me haya dicho que no, es que hasta ahora no he conseguido reunirme con ellos" aseguraba Maestro anunciando un encuentro con los protagonistas de la fiesta -ganaderos, matadores, cuadrillas y empresarios- que nunca tuvo lugar. Trataba de saber "hasta qué punto la Feria Mundial del Toro es necesaria para ellos". El director gerente de FIBES también habló entonces de fallidas intervenciones de consejeros, de la falta de patrocinio privado ante la presión antitaurina…
De la misma forma explicó que se había frustrado una exportación del modelo a Madrid, "buscando la autofinanciación y una ciudad con mayor carga demográfica". Finalmente, remachó el clavo narrando el fallido intento de involucrar en el patrocinio -apoquinando a escote los famosos 300.000 euros del ala- a las diputaciones de Jaén, Cádiz, Huelva y Sevilla, impulsoras de la diluida iniciativa Territorio Toro que tiene –o tuvo- al ganado bravo como reclamo turístico en esas provincias.
En 2009 fue la última…
Los problemas no eran nuevos. Hasta ese momento se había barajado la fecha del 17 de febrero de 2011 para recuperar su continuidad estrenando, de paso, algunos cambios. La muestra –ya lastrada de problemas y dudas- tampoco se había celebrado en 2010 pero pretendía adoptar un nuevo carácter bienal para amortiguar el dinero que se empleaba a fondo perdido. Esa nueva etapa implicaba una renovación total de su clásico formato. Se pretendía reinterpretar el pabellón plaza y el efímero coso taurino que había sido su emblema más reconocible durante más de una década. Esa nueva edición de 2011 nunca llegaría.
Hay que advertir que el normal desarrollo de la Feria Mundial del Toro había empezado a dar tumbos desde que la reunión informal de ministros de la OTAN desplazó su celebración en 2007. En aquella ocasión fue sustituida por un encuentro de profesionales del toro, que fueron agasajados por la organización como forma de mantener un espíritu de continuidad que desde ese momento, y hasta el desenlace definitivo, quedó tocado. La última edición se iba a celebrar en febrero de 2009 sin saber que sería la última.
Un texto de Fernando Savater convertido en epitafio
Pero a la feria aún le quedaba dictar su propio epílogo. Fue el 25 de febrero de 2010, en un acto organizado como otro presunto acto de mantenimiento de su espíritu bajo la inmensa cúpula de FIBES. Aquella convocatoria fue aprovechada para mostrar los nuevos contenidos que, finalmente, no pasarían del power point. La performance contó con la lectura de un texto reivindicativo del filósofo Fernando Savater que tenían que suscribir las personalidades del toro, la cultura y el espectáculo que se habían convocado para tal fin.
Savater estuvo arropado en aquella mesa por no pocas autoridades, el diestro Curro Romero y hasta la difunta duquesa de Alba. Todos formaron cola, como en una peculiarísima protestación de fe, para estampar sus firmas. Allí andaban toreros como José Ortega Cano, Eduardo Dávila Miura, El Cid, Diego Ventura o El Fandi, además de José Antonio y Tomás Campuzano, Juan José Padilla y Salvador Cortés. La fila se engrosó con otras personalidades como el cineasta Agustín Díaz Yanes además de cantantes como El Mani, Los del Río o Manuel Lombo y, por supuesto, criadores de toros bravos como José Murube, Rafael Molina, Carlos Núñez, Gonzalo Domecq o Dolores Aguirre.
A partir de ahí llegó el apoyo institucional, palabras de decidida apuesta por tauromaquia del delegado municipal del momento y hasta de la consejera de Agricultura de entonces, Clara Aguilera, que se ha sentado hasta hace nada en los escaños socialistas de Bruselas: "Andalucía lo tiene claro, quiere a la fiesta de los toros sin complejos. Esta actividad representa valores culturales y el gobierno andaluz siempre apostará por el toro". Todo era de boquilla. No había un duro y las palabras se las llevó el viento…
La memoria de una extraordinaria iniciativa
Y no hubo más pero el recuerdo de la Feria Mundial del Toro se reaviva ahora, una semana después de la finalización de otra muestra, la de Ecuextre 2024 en Badajoz, que ha alcanzado su quince edición con plena salud y poder de convocatoria. La primera se celebró, precisamente, el mismo año que se verificó la última en Sevilla. Eso sí, la primacía del mundo equino, mucho mejor vertebrado, ha ido comiendo terreno del toro que mantiene su parcela en forma de exhibiciones a modo de tentaderos públicos, charlas, reconocimientos, algunos expositores y una exposición anual que este año ha estado dedicada a los matadores extremeños. No es poco… El caso es que la puesta en escena, irremediablemente, nos llevaba a aquellos años de vino y rosas en los pabellones de Fibes.
Pero el recuerdo de la extinta Feria Mundial del Toro también se refresca al cumplirse quince años desde su última edición. Hay que recordar que la iniciativa había nacido en 1998 bajo el impulso decidido del ganadero Leopoldo de la Maza y Falcó, anterior conde de La Maza, al que después seguirían otros criadores como Luis Algarra y José Luis Buendía, todos fallecidos ya. El conde hizo un gran esfuerzo para arrastrar al sector ganadero y convertirlo en columna vertebral de la iniciativa. Leopoldo de la Maza también contó con el dramaturgo Salvador Távora, encargado –en alternancia con Álvaro Domecq- del espectáculo diario en el pabellón plaza. Hasta logró involucrar a la Casa Real en el empeño. El propio rey Juan Carlos I ofició la inauguración de la V edición, la de 2002, para arropar a su amigo Poli. Al aristócrata y ganadero no le quedaba mucho tiempo de vida: falleció el verano de aquel mismo año en su finca Arenales –hoy es propiedad del clan Moya Yoldi- sin saber que su proyecto tenía fecha de caducidad.
Leopoldo de la Maza había encontrado en la figura de Felipe Luis Maestro –que se une a esa lista de difuntos con el creador de La Cuadra- el mejor valedor de la iniciativa. Maestro siempre habló de la Feria Mundial del Toro como "la joya de la corona" de FIBES: "Es uno de los mejores productos que se han hecho y se harán representando a un determinado sector económico", llegó a explicar en la rueda de prensa convocada para echar el candado sin saber que estaba dictando el definitivo epitafio de la iniciativa.
Pero hay que volver a la génesis del invento advirtiendo que a finales de los 90 el toreo aún no había encontrado el estado de contestación que soportaría con el cambio de siglo aunque, eso sí, la feria salía adelante gracias al esfuerzo sin retorno de un puñado de ganaderos que contrastaba con la insólita ausencia y desapego de las figuras del toreo y la mayor parte de las empresas. En el debe, ojo, también hay que señalar la falta de empatía de la clase ganadera con el visitante medio con el que, seguramente, no se supo conectar. Mucha gente ajena al mundillo acudía a la muestra después de retratarse en la taquilla teniendo la sensación de asistir a una fiesta privada dividida entre los distintos expositores.
A pesar del esplendor de su deslumbrante puesta en escena, la muestra taurina sobrevivía cogida con alfileres en lo económico. El costo de las últimas ferias ascendía a un millón de euros de los que 200.000 eran aportados por FIBES. Pero hay que reincidir en el dato: más allá de los 300.000 que faltaban en la caja de la organización para completar el presupuesto de la feria en 2011, seguía quedando pendiente saber hasta qué punto los sectores implicados en la gestación del espectáculo taurino, no sólo la Unión de Criadores, se quisieron ver reflejados en un acontecimiento que desapareció del calendario expositivo sevillano dejando un extraño regusto. Ya han pasado más de quince años y el balón, gracias a una inédita reacción protaurina espoleada por la inoperancia de un ministro sectario, está botando.
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