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Red de Comunidades de Aprendizaje

La ‘tribu educativa’ de Alcalá del Valle

D.C. Los alumnos del instituto celebraron una convivencia con usuarios de la residencia de mayores del pueblo.

D.C. Los alumnos del instituto celebraron una convivencia con usuarios de la residencia de mayores del pueblo. / D.C.

Alcalá del Valle quiere educar a sus niños y adolescentes en comunidad, desde una experiencia integral donde participan profesores, padres y madres, abuelos, asociaciones y voluntarios.

Desde hace cuatro años, este pueblo de la Sierra, con un alto índice de población temporera, forma parte de la Red de Comunidades de Aprendizaje de Andalucía con una singularidad que lo hace pionero en el contexto español puesto que los tres centros de enseñanza, el IES Fuente Grande y los colegios Manuel Portales Garrido y Maestro José Arenas Pulido, están adscritos a este proyecto de envergadura dependiente de la Consejería de Educación, que moviliza y dinamiza a toda una localidad. Participan, además, el Ayuntamiento serrano y tiene el asesoramiento del Centro del Profesorado (CEP), con sede en Villamartín.

“El proyecto se centra en implicar en la educación a cada uno de los habitantes del pueblo desde donde se pueda, es implicar a asociaciones, instituciones, familiares, mayores, universitarios que están en la localidad, a todo el que quiera colaborar en las aulas por la mejora de la enseñanza y la formación más integral del alumnado. Se puede participar en grupos interactivos, tertulias o en las comisiones mixtas de trabajo, que integran a profesorado, voluntarios y alumnado para lograr todos esos sueños que nos vamos creando en una comunidad sobre el ideal de centro que queremos, es como irradiar cultura dentro del pueblo”, cuenta Virginia Lozano, coordinadora del proyecto de comunidad de aprendizaje y profesora de música del instituto local.

Una pata fundamental de todo este modelo son los voluntarios. Por ejemplo, Rafael Caballero, vecinos de 78 años, participa como voluntario en grupos interactivos y en tertulias con los chavales, como también lo hacen otras personas del grupo de Mayores Activos. Para Julia Almagro, madre de una alumna y presidenta del AMPA del IES Fuente Grande, este voluntariado es una oportunidad de mejorar la escuela.

“En las propuestas que se diseñan, los voluntarios orientamos a la hora de trabajar ejercicios o dinámicas con los alumnos. Propiciamos que se relacionen, que aprendan unos de otros. Por supuesto, sin entrar en conflicto con el currículo de la asignatura, que eso es misión del profesorado”, explica. Por ejemplo, Julia es una madre voluntaria que inició su andadura cuando su hija estaba en uno de los colegios y sigue ahora colaborando en el IES.

“La singularidad es que los chavales que llegan al instituto ya han trabajado en comunidades de aprendizaje y padres y madres vienen sabiendo qué es esto. Heredamos voluntarios, progenitores que han colaborado en los otros dos colegios y siguen en el instituto la labor. Hacemos, entre todos, una apuesta por el bien de la localidad”, reflexiona Virginia Lozano.

Bajando a la arena, este proyecto coeducativo ha realizado actividades de 'aprendizaje servicios' a la comunidad tras salir de la pandemia. Chavales y mayores de la residencia local tuvieron contactos y se trabajaron contenidos curriculares entre varios departamentos del IES para ello. Los alumnos vieron a los abuelos, donaron cuadros, trabajaron musicoterapia y el periodo histórico que les tocó vivir. Bebiendo de la realidad socioeconómica del pueblo, cuya base agraria es el espárrago verde, el alumnado, también, montó una pequeña feria sobre este producto y desde distintas asignaturas ha aprendido el impacto económico, social y laboral que ello implica, terminando con una convivencia con educadores, mayores e instituciones.

Para este curso, este instituto tiene sobre la mesa un plan de actuación basado en el consumo responsable, tocando materias como el transporte, la tecnología, la ropa…Y con todo este cambio de paradigma en las aulas se persigue, entre muchos resultados, dos que son cruciales: el nivel académico de los alumnos y la convivencia en las aulas. Ha mejorado el nivel, por ejemplo, en el IES, que ya era bueno puesto que cuando se hacen pruebas externas está el centro en la media o por encima de otros IES con el mismo índice sociocultural.

“También se nota en la convivencia. Los chavales se sienten integrados porque sus opiniones se escuchan, se resuelven los conflictos de manera dialogada”, reconoce Virginia, quien apunta a que uno de los principios básicos de estas comunidades es “el aprendizaje dialógico, el poder lo tiene el argumento, no la posición de la jerarquía de la persona que tiene el argumento. Hay espacios de diálogo para resolver los problemas, se trabaja la inclusión”.

En cuanto a la reducción de conflictos, la coordinadora de voluntarios expresa que el número de partes del IES, que atiende a unos 400 alumnos, ha bajado considerablemente. “Puede haber incidentes como en cualquier otro centro, pero en muchos casos se resuelven muchas veces sin llegar al parte, con diálogo”, apostilla.Una gran mayoría de este voluntariado lo componen madres y mayores por las circunstancias de Alcalá del Valle y su emigración temporera.

“Ya no es raro ver a madres por los pasillos del centro, en hora lectiva, entrado y saliendo de las aulas”, dicen los responsables del proyecto. Tras cuatro años en esta experiencia, los centros de esta localidad tienen que decidir este año si renuevan estas comunidades educativas que, sin duda, está cambiando la realidad de la escuela y del entorno social.

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