La Tribuna Cofrade
El Huerto se queda en San Severiano (por ahora)
Semana Santa 2019
Se le situó enfrente de las cofradías a su llegada al Ayuntamiento en junio de 2015, y terminará el mandato –a expensas del resultado electoral dentro de un mes y medio, donde opta a la reelección– de su mano. El alcalde ha roto las previsiones y se ha mostrado cercano y colaborador con la Semana Santa. En vísperas del Domingo de Ramos, José María González Santos analiza la Semana Santa y el mundo de las cofradías de la ciudad que gobierna.
–¿Cuál es la relación del alcalde con las hermandades de la ciudad?
–Como alcalde de la ciudad, es una relación de respeto y de cuidado. Mi obligación es ocuparme de que una de las fiestas grandes de los gaditanos se desarrolle con todo el cuidado y el éxito del mundo. Y que mientras la gente está viendo su cofradía, o está procesionando o asistiendo al discurrir de una tarde o noche de Semana Santa, no haya ningún problema y todo transcurra de la manera más segura y tranquila posible. Ese es el objetivo de todo representante público.
–Por su signo político se pensaba, al principio del mandato, que la relación del Ayuntamiento con las cofradías podía cambiar radicalmente; pero a la vuelta de estos cuatro años parece que no ha sido así.
–Bueno, por mi signo político se pensaban muchas cosas que se demuestran en la práctica que eran inciertas. Nos decían que no íbamos a saber gobernar y que el Ayuntamiento se iba a venir abajo, que no se iban a pagar las nóminas de los funcionarios y estamos reduciendo la deuda a pasos agigantados, que esta ciudad iba a caer en una especie de pozo sin fondo y hemos reducido el período medio de pago a proveedores de 143 días a 34. Y se decía que se iba a prohibir la Semana Santa y creo que hoy en día goza de una salud inmejorable. Se paga la subvención antes que nunca, y creo que la sensación generalizada de los cofrades es de satisfacción porque ven que desde San Juan de Dios se cuida y se mima uno de los eventos que sin duda es de los más importantes del año en la ciudad.
–¿Esto por qué ha sido así? ¿Por convicción de alcalde? ¿Por tradición como gaditano?
–Esto es así por muchas cosas. La primera de ellas, por respeto; porque uno es alcalde de todos y eso es algo que me imprimí casi a fuego cuando entramos en 2015. Uno no puede ser alcalde solamente de la gente que lo ha votado, sino de todos los gaditanos. Ese es el compromiso que yo asumo, aunque a veces sea difícil de explicar y hacer que la otra parte lo entienda; pero es mi deber hacer de pegamento entre todas las partes de la ciudad y todo lo que compone Cádiz y su esencia. Indiscutiblemente también es por tradición; yo me he criado en una familia en la que mi padre ha sido cargador de la cuadrilla del Rubio del Aceite desde que era un chavalito, y mi madre creo que tiene el número 18 de la cofradía del Nazareno. Por tanto, en mi casa ese sentimiento está muy arraigado, y creo que uno es producto de todo lo que vive y todo lo que descubre. Responsabilidad de gobierno y tradición, por tanto, se dan la mano en el alcalde de Cádiz.
–¿Le costó convencer a los suyos al principio de mandato, cuando se planteó por parte de su socio de gobierno e incluso de su partido a nivel local rebajar las ayudas a las cofradías o incluso suspender la subvención? Usted zanjó aquello colocando a González Bauza como enlace entre las cofradías y el Ayuntamiento.
–No. Ni mucho menos. Al principio del mandato lo que había era una necesidad de equilibrar la deuda que tenía el Ayuntamiento, de 275 millones de euros, con las necesidades que tenía la ciudad y los gaditanos. En ningún momento ha sido para mí un problema o un obstáculo pactar con mi equipo de gobierno y mis socios de gobierno la asignación que se daba a la Semana Santa. Hay que tener en cuenta que hay muchas hermandades muy populares, que son de barrios muy necesitados de la ciudad que si no reciben esta subvención anual no pueden salir a la calle, y hay que tener en cuenta también que muchos de esos hermanos que procesionan no tienen para pagar la salida y el cirio cada año. Pero vamos, que la misma prelación se da a las hermandades en esta ciudad que al resto de organizaciones sociales de diversas índoles que cumplen un fin social de interés público y que también necesitan de las subvenciones. El criterio ha sido el mismo para todos. Todos son igual de valiosos para tejer la ciudad.
–¿No ha habido entonces por su parte una mayor preocupación o delicadeza hacia las cofradías, por esas connotaciones que había antes de su llegada a la Alcaldía?
–No creo que le haya dado ningún sitio preferencial a las cofradías, lo que he hecho ha sido sumergirme en esa realidad que también existe y que está lejos del lujo de los exornos y de las obras de arte de Buiza o de la Roldana y que también es importante y está presente todo el año: la obra social de las cofradías. Para mí no pasa de largo que hacen una labor imprescindible y que hay muchas familias que recurren a ellas para que les paguen un recibo de la luz o una bombona de butano. Eso hay que ponerlo en valor; creo que podremos caminar como ciudad hacia el futuro en la medida en que seamos capaces de articular todos esos elementos que componen Cádiz y la realidad social de la ciudad. Sería una torpeza por mi parte prescindir de personas que dedican su tiempo libre, su esfuerzo y sus ilusiones a ayudar a los demás, vengan de donde vengan.
–¿La imposición de la medalla de hermano del Nazareno fue algo que tuvo claro desde el principio o fue una decisión que tuvo que meditar?
–Para nada. La condición de hermano del Nazareno del alcalde viene recogida en estatutos. El alcalde es hermano nato de la cofradía, y yo lo que he hecho es mantener esa tradición que es mucho más antigua que yo y que me sobrevivirá a mí. Hay una serie de elementos que forman parte de la idiosincrasia de la ciudad y en los que uno debe ser humilde y mantener esa costumbre. Otra cosa es que en virtud de esa distinción hubiese procesionado presidiendo la cofradía. Mire, a mí me hace mucha gracia cuando gente que a priori se jacta y se da golpes en el pecho de su condición de cristiano, después en su día a día su obra no puede estar más lejos de las enseñanzas de Cristo. Yo prefiero mantener un lugar más discreto y procesionar con mi madre, agarrado de su brazo, que sé que es lo que a ella le gusta y lo que viene siendo tradición de mi familia desde hace más de cincuenta años.
–Tampoco acude usted al palco de autoridades del Palillero pero sí ve la Semana Santa en una silla en la carrera oficial. ¿Le parece eso normal?
–Yo no sé si es normal, pero a mí me gusta vivir el Cádiz desde el Fondo Sur, escuchar las callejeras en un sitio donde no se me conozca y también ver la Semana Santa con mis amigos y mi familia en un sitio donde pueda disfrutar de los pasos, de las bandas y de lo que significa la convivencia en esta semana donde casi cambias el salón de tu casa por la calle donde tienes tu silla y ahí están tus vivencias durante esa semana. Me parece muy bonito además que los niños pequeños descubran lo que es pedir cera, dar su carrera antes de que pase la cruz de guía, o darte el calor para que le compres una arropía o un pirulí de la habana. Creo que eso es bonito para mis hijos, para que aprendan esa Semana Santa que es la que yo he vivido, y no que porque su padre sea alcalde tengan que vivir una Semana Santa diferente a lo que yo considero que es la normalidad.
–La medalla de oro a la Patrona de la ciudad también ha traído cola desde que se aprobó su concesión. ¿Cómo ha vivido usted todo ese proceso, las críticas y la demanda de Europa Laica?
–Intentando entender a todas las partes porque todo el mundo tiene derecho a expresar su opinión libremente, estaría bueno. La petición de la concesión de la medalla vino acompañada de unas firmas y una movilización popular que merecía ser escuchada y debatida en el Pleno. Todo lo que se ha generado después aunque puedo entenderlo desde luego no lo comparto. Creo que la decisión correcta es la que ha mantenido el equipo de gobierno de apoyar esa concesión, de lo contrario estaríamos negando una realidad, y es que existe un fervor y un cariño a la Virgen del Rosario. Mire usted, yo no vengo de Marte, yo me he criado en Cádiz y en mi infancia en la víspera de la Virgen del Rosario he ido a llevarle nardos a la Patrona, y entiendo que es y debe seguir siendo así. Que puede existir un debate contestatario contra eso, pues tendrá que aglutinar los apoyos suficientes. Mientras tanto, yo lo afronto desde el respeto y la distancia que me merece el cargo público que represento, y esto es importante que quede claro, porque por higiene democrática es importante que un alcalde mantenga una distancia lo suficientemente clara como para que no se pueda vincular el ejercicio del poder político con otro tipo de poderes como el religioso, como ha caracterizado a las épocas más oscuras de nuestra historia. Dicho esto, mantener las costumbres y tradiciones propias del pueblo al que tú dices pertenecer, implica reconocer elementos de este tipo. Si estamos equivocados o no, el tiempo lo dirá. Pero creo que estamos en el camino de generar una opción antropológica o ideológica a la que no le da complejo asumir que el pueblo tiene ciertas creencias religiosas que hay que respetar. No entiendo por qué hay que luchar contra eso.
–Su preocupación por las cofradías le llevó incluso a intentar mediar para que el Perdón no suspendiera su salida en el año 2017. ¿Vio que como alcalde debía intervenir en ese asunto?
–Por supuesto. Entiendo que defender la salida del Perdón era defender no solamente la Semana Santa desde un punto de vista social o cofrade, sino también desde el punto de vista artístico. Perdernos unas tallas del valor de las de la cofradía del Perdón era restar a la Semana Santa. Y desde el punto de vista económico y turístico también era una pérdida. Por eso el alcalde debía estar ahí para defender esos intereses. Es la posición que me corresponde ocupar.
– ¿Cómo ve José María González la Semana Santa de Cádiz? ¿Qué opinión tiene de ella?
–Creo que se están dando pasos importantes, que está creciendo y mejorando en los últimos años, que determinadas decisiones que se han tomado como el cambio de la carrera oficial está impactando positivamente en el resultado final de nuestra Semana Santa y devolviéndonos la importancia y el impacto de años anteriores. Pero también creo que queda camino por recorrer; uno de los desafíos que nos planteamos en el corto plazo es recuperar la Madrugada y la importancia de un día que creo que es capital en la Semana Santa de toda ciudad. Estoy bastante contento con la Semana Santa actual, con el trabajo que realiza el Consejo actual, que es un equipo de gente incansable y que trabaja hasta horas intempestivas. Yo hablo muy a menudo con el presidente del Consejo, y siempre estamos el uno para el otro cuando lo necesitamos. Es de agradecer tanto cariño y tanta complicidad con ellos. Han entendido claramente que su trabajo y el mío es el mismo: defender nuestra ciudad, cada uno desde su parcela.
–¿Ha conocido alguna realidad de las hermandades que antes de ser alcalde no sabía?
–Sí, por supuesto. Estos años de alcalde me han brindado la oportunidad de conocer una Semana Santa que ya conocía desde fuera pero que en profundidad sí era desconocida, y lo considero un privilegio. La realidad de los cargadores, por ejemplo, que aunque mi padre perteneció a la cuadrilla del Rubio del Aceite y no era ajeno para mí ese mundo, pero sí la he conocido más en profundidad y la valoro mucho más. O la bolsa de caridad de las cofradías, que me ha permitido descubrir y comprender la gran labor que hacen durante todo el año. O ese trabajo de la juventud de las cofradías, que como decía el pregonero hace ese trabajo desinteresado y siempre está cuando se les necesita. En fin, he descubierto una Semana Santa que me seduce y que me gusta cada vez más.
–Algún momento de la Semana Santa que procura no perderse.
–La salida el Lunes Santo de la Virgen de las Penas y el Cristo de la Misericordia en el Palillo. Para mí es una cita ineludible, como lo es también la primera levantá del Nazareno cuando sale de Santa María y lo vemos por primera vez desde la callecita donde estamos la penitencia.
–¿Alguna marcha procesional?
–Amarguras, sin duda. (Tararea el comienzo de la marcha)
–¿Guarda recuerdos de pequeño de la Semana Santa?
–Sí. En el balconcito de encima del Terraza es el sitio donde mi familia siempre ha visto la Semana Santa. Para mí las entradas en Catedral siempre han sido muy cotidianas, así como la salida de La Palma siempre e ir a ver al Nazareno en algún punto del itinerario para echarle una miraíta a mi madre. O la recogida del Perdón y del Caído.
–¿Ha llegado a vestir la túnica alguna vez?
–Sí, claro. Hasta los dieciocho años fui hermano del Nazareno del Amor y guardo recuerdos muy gratos de esos años.
–¿Algún plato típico de Cuaresma que le guste?
–Creo que todos. Sin duda, el arroz con leche y las torrijas de mi casa, que para mí son los sabores de la Semana Santa.
–Ha ido a todos los pregones de la Semana Santa desde que es alcalde. ¿Con cuál se queda?
–Pues mire, el que más me ha gustado es el del año pasado, el de Juan Carlos. Sin desmerecer al resto, por supuesto, porque me parece un género superinteresante el de la poesía cofrade y mantener esa tensión durante dos horas o más es francamente difícil. Pero el que más me transmitió fue el de Juan Carlos Torrejón.
–¿Qué opina de la carrera oficial?
–Me parece muy bien, fantástica. Creo que la Semana Santa con este nuevo itinerario ha ganado. Pero yo echo mucho de menos el Liba en esa esquina de San José y los topolinos de Los Italianos.
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