"Aunque la situación es difícil hay que ser optimistas: hay mucho mundo por construir y mucho por hacer"
Antonio Campos, vicepresidente de la Real Academia de Medicina de España
Se dedica a fabricar tejidos, un campo de investigación que revoluciona la medicina y en el que este isleño ha sido pionero. Ahora, un nuevo mérito se ha añadido a su brillante currículum al ser nombrado vicepresidente de la Real Academia de Medicina
Reconoce que la pandemia le sorprendió: "Las generaciones actuales nunca nos hemos visto en una situación así"
San Fernando/Un isleño ocupa desde hace unas semanas la vicepresidencia de la Real Academia Nacional de Medicina. Y dicho así parece todo un acontecimiento, aunque en realidad a nadie ha sorprendido el nombramiento dado el impresionante currículum que le precede. Por resumir, suele decirse que Antonio Campos Muñoz es pionero de la ingeniería tisular en España y catedrático de Histología en la Universidad de Granada, donde vive desde hace cuatro décadas y donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional. Eso sí, haciendo gala siempre de su corazoncito cañaílla. "Sin La Isla soy inexplicable", dijo cuando en 2016 recibió el título de Hijo Predilecto de San Fernando. Aunque todo esto, claro, es quedarse corto cuando uno habla del investigador que dio forma a la primera córnea artificial hace ya varios años.
De espíritu optimista, compagina el laboratorio con su faceta docente y con un talante humanista ávido de conocimiento que le hace tener una amplia perspectiva de la sociedad y ver las cosas de una manera, digamos, diferente. Las letras y las ciencias –dice citando a Thomas Huxley– "no son cosas distintas sino las dos caras de una misma cosa". Así que no es extraño que la entrevista –telefónica– a medida que avanza discurra más allá de su laboratorio para abordar la pandemia, la educación, las nuevas tecnologías, los jóvenes... "Oiga, no estamos teniendo una entrevista. ¡Esto es una conversación!", advierte sorprendido -y divertido- el entrevistado cuando estamos a punto de terminar.
¿En el mundo de hoy, qué papel tiene la Real Academia de Medicina de España y su vicepresidente?
Decía Pedro Laín Entralgo, que era médico y uno de los grandes intelectuales del siglo XX, que las academias hacen algo muy importante, que es tratar de preservar la cultura de una actividad concreta, en este caso de la medicina, y trasladarla a las nuevas generaciones. A mí una de las cosas que más me ha importado siempre es que los jóvenes –en las escuelas, en los institutos, en las universidades...– conozcan lo que generaciones anteriores han hecho para que podamos vivir como lo hacemos. El mundo tiene muchos problemas, indiscutiblemente. Pero en perspectiva vivimos mucho mejor que en otras épocas. Si hablamos de la medicina podríamos referirnos a todos los avances que se han dado para el bienestar de la población en la cura de enfermedades. Mire, hace 150 años no había anestesia. ¿Se imagina lo que tenía que ser operar a un paciente? Este año vamos a celebrar el centenario del médico español Fidel Pagés, que es muy poco conocido a pesar de que descubrió la anestesia epidural... ¡Qué es la que más se utiliza en el mundo! Me parece que las nuevas generaciones tienen que ser conscientes de esos logros, de saber que hemos llegado aquí gracias a todo eso. Y la misión de las Academias –la de Medicina en su campo pero cada una en el suyo– es preservar ese legado y trasladarlo a las nuevas generaciones.
Vivimos un situación complicada. La pandemia ha golpeado al sistema sanitario y también a la medicina
Sin duda. Por eso insisto en la necesidad de saber de dónde venimos para valorar lo que tenemos. Vivimos en una sociedad en la que, si nos ponemos enfermos e ingresamos en un hospital, como que prácticamente nos tienen que curar a la fuerza. Ahora nos damos cuenta de lo débiles que somos en muchos casos. Y nos damos cuenta de la importancia que tienen, por ejemplo, las vacunas, que descubrió Edward Jenner en el siglo XVIII; de lo que supuso en su momento erradicar una enfermedad como la viruela. Es importante conocer todo eso, explicarlo a la sociedad, darle valor y para saber que cuando pagamos impuestos y una parte se destina al sistema de salud y a la investigación, es para todo esto.
A usted, que es médico de laboratorio, ¿le sorprendió la pandemia?
Soy médico de laboratorio, pero histólogo, no microbiólogo o epidemiólogo. No soy ni mucho menos un experto en la materia ni una opinión autorizada para hablar del virus. Pero sí, reconozco que la pandemia me sorprendió. Cuando a principios de año (con las primeras noticias que llegaban) preguntaba a algunos de mis compañeros especialistas por el tema ya me decían que era una cosa muy seria. Y me lo decían cuando aquí no había nada o había todavía muy poco, aunque –le insisto– yo no soy especialista en esta materia. Y luego hemos vivido todo esto, que ha sido terrible por la cantidad de personas que han fallecido. A mí me ha recordado a la Gripe del 18, que en mi caso tiene un componente muy personal. Porque mi abuelo paterno falleció cuando mi padre tan solo tenía tres meses por la Gripe del 18. Así que esa ausencia, esa orfandad de mi padre durante toda su vida que provocó la Gripe del 18, siempre ha estado muy presente en la familia. Y todo lo que ha pasado me ha evocado estas circunstancias. Las generaciones actuales no hemos vivido esto nunca. Estamos ante una situación nueva que nos plantea modificar las relaciones sociales, la vida en definitiva. Hay que reprogramar la asistencia sanitaria en muchos aspectos, la propia enseñanza... Esta pandemia traerá cola en ese sentido.
Hablamos de los avances de la medicina a lo largo de la historia. Su trabajo, precisamente, se centra en los tejidos artificiales, que es un ámbito revolucionario. Casi parece de ciencia ficción...
Cuando uno se acostumbra deja de sonar a ciencia ficción (sonríe). No es nada extraordinario. Los descubrimientos en la ciencia parten siempre de relacionar ideas, de imaginar cosas que estaban ahí pero que a lo mejor no se veían y que luego se pueden llevar a un experimento y se pueden desarrollar. Siempre digo que el ser humano, a lo largo de la historia, ha curado de cuatro maneras: con la química, con la física, con la cirugía y con la palabra. Sin embargo, desde hace unos años estamos empezando a descubrir que las células, los tejidos artificiales que se crean en los laboratorios, también curan. Y eso es una nueva forma de curar en la humanidad. Estamos ante perspectivas que antes no se podían vislumbrar. Hay una investigación muy importante en este campo y creo que está revolucionando el mundo de la medicina.
Ha sido pionero en el desarrollo de la córnea y de la piel artificial. ¿En qué punto están estas investigaciones?
Los ensayos clínicos de la córnea artificial están funcionando bastante bien. Y la piel artificial (que se utiliza para grandes quemados)también está dando muy buenos resultados. Y eso, la verdad, es que produce una gran satisfacción. Como médico de laboratorio (normalmente alejados del trato con los pacientes) jamás pensé que pudiera vivir esa satisfacción que supone saber, por ejemplo, que esa piel que hemos creado en el laboratorio de Granada está curando y salvando vidas de pacientes. Y al equipo que tenemos investigando –que está formado por gente muy competente– esto le invita a seguir trabajando. Hemos construido nervios y cartílagos artificiales. El próximo ensayo clínico que vamos a realizar se va a centrar en la posibilidad de implantar paladares artificiales, especialmente para los casos de niños que tienen problemas en la cavidad bucal. Ocurre que la histología ha cambiado de paradigma, de forma de entenderse, y ya no solo trata de comprender cómo son los tejidos sino de construirlos para curar. Entonces esos tejidos artificiales se convierten en medicamentos.
Tengo mucha esperanza en que poco a poco vayan saliendo adelante todos estos tejidos artificiales que está creando el grupo (el equipo que coordina en Granada). Un producto químico –un medicamento– tarda a veces hasta 20 años en llegar a una farmacia. En estos casos hablamos incluso de más tiempo para su aplicación, así que vamos mejor de lo previsto e incluso ganando algo de tiempo.
¿Hacia dónde van encaminadas las últimas investigaciones del equipo que coordina?
Hace poco más de un mes publicamos nuestro último artículo Hemos fabricado unos modelos de piel artificial, de dermis, que llevan insertadas –lo cuento en términos coloquiales– unas pequeñas cápsulas con antibióticos. Es una piel medicalizada. Y ya se ha demostrado experimentalmente. Ocurre que uno de los principales problemas que se dan cuando se implanta la piel es la contaminación bacteriana que se puede producir por la pseudomonas. Así que al implantar los antibióticos en el tejido nos anticipamos a esa posible infección, se está luchando desde dentro con el problema. En agosto publicamos también un estudio sobre un modelo de tendón artificial, hecho con células y biomateriales que hemos desarrollado en el laboratorio. Está todavía en estudio experimental.
¿Cree que en un futuro se podría desarrollar todo tipo de tejidos artificiales?
Algunos son más difíciles que otros. Una posibilidad en la que estamos trabajando son los microtejidos o también organoides, que son como estructuras formadas por acúmulos de células muy pequeñas que producen su propio material extracelular y desde el principio se puede reorientar hacia lo que se quiere sea. Pero eso está en pañales...
La docencia es otra de sus facetas, lo que lleva a estar en contacto con los jóvenes estudiantes. Sé, por ejemplo, que nunca dice que no si le invitan a dar una charla en un instituto...
El año que viene cumpliré 40 años de catedrático en Granada y he disfrutado toda mi vida con mi actividad docente. Con la perspectiva que dan los años, creo que es importante transmitir tu propia experiencia, que es un papel que hay que cumplir... Por eso acepto con gusto acudir a los institutos cuando me invitan. A mí, personalmente, el contacto con la juventud siempre me ha dado fuerzas y me ha animado a seguir adelante. Creo que a la gente joven hay que decirle que hay que cumplir los sueños y que hay que trabajar por ello: hay mucho mundo por construir y mucho por hacer. Y, aunque estemos en una situación difícil, hay que mirarlo con optimismo. A mis alumnos intento transmitirles esa conciencia de autoestima en nuestra propia sociedad.
Y si, desde su experiencia docente, le pregunto por la educación...
Soy profesor de Universidad, pero para mí la educación mas importante que existe en un país es la de Primaria y Secundaria-Bachillerato. Lo digo tal y como lo pienso. La enseñanza en el colegio y en el instituto es lo más importante. Tiene que servir para que esos jóvenes se instalen en el mundo. Y para eso tienen que conocer la naturaleza, el mundo que vivimos; la historia, no solo la del ser humano sino de la nuestra propia sociedad para saber de dónde venimos; la filosofía, las matemáticas... Todo eso es fundamental para instalarnos en la sociedad en la que vamos a vivir y a convivir. Son las herramientas para poder navegar y, sin ellas, difícilmente puede tener un buen rumbo, no puedes llegar a una construir una sociedad mejor. Con independencia de las leyes (de Educación), que pueden variar con el paso de los años, tendríamos que ir a eso, a esas ideas básicas generales. A mí todo conocimiento me parece una riqueza. Cuanto más mejor. Me parece un error, por ejemplo, que pierdan peso las humanidades en la enseñanza de los jóvenes. Tenemos que conocer el mundo en todas sus dimensiones: la literatura, el arte, el pensamiento, la filosofía... Es que no hay ciencias y letras, no hablamos de cosas distintas. ¡Son las dos caras de una misma cosa, como decía Thomas Huxley!
¿Y cómo ve la sociedad actual un médico que se dedica a estudiar lo más pequeño, de las células?
La sociedad en la que vivimos es compleja. Todas lo son pero es cierto que en este caso entran en juego otros factores. Me refiero a los cambios que han supuesto los avances en el mundo de la comunicación, la revolución digital. Yo, que tengo 69 años y que conocí la televisión siendo ya un adolescente, cuando hablo de esos años parece que vengo del paleolítico. Creo que en esta sociedad, con las nuevas tecnologías y las redes sociales, hay un componente de cierto exhibicionismo, muy narcisista. Y luego está esa cantidad de información que nos llega constantemente, que a menudo es un auténtico aluvión, una dinámica estresante ante la que hay un dicho taurino que viene al caso: hay que parar, templar y mandar; es decir, que hay veces en las que hay que pararse a analizar las cosas y sopesarlas antes de decidir cómo actuar.
Antes hablábamos de los avances en la medicina y en el campo de la histología pero las nuevas tecnologías también suponen otra revolución al acercar la proximidad de esa relación entre el médico y el paciente y al abrir enormes posibilidades de cara al futuro... Por ejemplo, la de tener información, datos físicos del paciente, en el mismo momento y de manera permanente.
Creo, si hablamos de avances, que esa es también la historia de la humanidad. ¿Se imagina qué pensaba la gente, por ejemplo, la primera vez que vio llegar un tren a San Fernando? La humanidad vive en ese mundo de avances e incertidumbres, porque hablamos de evolución pero a veces también hay momentos de involución: de involución política, social, guerras, problemas...
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