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Tribuna

Rafael Rodríguez Prieto

Elecciones catalanas: del cobro al cobre

Elecciones catalanas: del cobro al cobre

Elecciones catalanas: del cobro al cobre / rosell

No nos engañemos. En España, la anomalía no es que se haya aceptado con una normalidad pasmosa; es que es además progresista, avanzada y guapetona. Un prófugo de la justicia, unos golpistas sin arrepentir y partidos con unas bases ideológicas xenófobas y supremacistas son parte del bloque progresista del parlamento nacional. Sería gracioso, si no fuera por sus consecuencias sobre el resto de la ciudadanía. Por eso llama la atención que se presente a la ultraderecha nacionalista catalana de Alianza como algo nuevo, cuando ERC o la ex CIU llevan décadas repitiendo ideas similares. Este ideario reaccionario fue brillantemente estudiado por Francisco Caja en dos tomos titulados La raza catalana.

Los representantes del Estado en Cataluña se jactan de actuaciones que han sido consideradas delictivas por el poder judicial. Uno de los tres pilares del Estado es atacado tanto por el Gobierno autonómico como desde el Ejecutivo central. El propio primer ministro lo hace y confirma con sus consignas, en entrevistas de confianza, toda la diatriba nacionalista de los últimos años contra su propio país. ¿Alguien podría pensar que esta anomalía no tendría consecuencias? Agresiones a funcionarios de prisiones, a policías, inseguridad creciente en las calles u ocupaciones de viviendas por bandas criminales organizadas. Si los que debieran reafirmar y defender los valores del Estado de derecho no lo hacen o actúan justo al contrario, ¿qué va a pensar el resto de la ciudadanía? Cuando las normas no se respetan y las instituciones son degradas, la anomia se abre paso. Unos cobraron su apoyo en forma de reformas legislativas, indultos y amnistía y otros sustraen cobre, causando daños graves a infraestructuras básicas.

El 12 de mayo no es más que un episodio más de esta degradación. De la extensión de los peores vicios del proceso separatista de Cataluña al resto de España. El Gobierno autonómico, cuya gestión ha sido nula al estar dedicados a salvar de la cárcel a sus correligionarios y a la independencia, ha sido derrotado. Lógicamente, la ciudadanía no es tan tonta como piensan muchos políticos –demasiados– y vota para que le resuelvan sus problemas reales. Cuando no sucede, suelen cambiar de papeleta, aunque no estén muy convencidos.

El resultado, celebrado por el sanchismo, es poco halagüeño para todos. Probablemente solo queden dos opciones: o el sanchismo asume su condición de salvapantallas caribeño del separatismo y hace presidente a un prófugo o repetición de elecciones. Puigdemont piensa ya en una nueva campaña regional, donde reaparecerá con las leyes de desconexión en cada brazo descendiendo de los Pirineos y con Sánchez e Illa de improvisados mariachis. Sí, sigo siendo el rey. ¿Qué pasa?

El sanchismo dice que el proceso ha sido enterrado porque los independistas tienen menos votos. Nada más lejos de la realidad. Los que ampararon y desarrollaron el golpe están libres, cuentan con recursos y la imposición de la ideología nacionalista es cada vez más asfixiante. Hay gente en Madrid que no entiende que un grupo, aunque sea minoritario, pero bien financiado y motivado puede lograr sus objetivos. Las constantes cesiones en detrimento de la igualdad de los españoles y la inacción del Gobierno han reforzado al nacionalismo. Determinados ideales, por muy enfermizos que sean, y nefastos para el conjunto de los ciudadanos, se abrirán paso porque prometen el paraíso. Y desde Adán y Eva, suele ser un reclamo con bastante éxito. El siglo XX nos lo enseña.

La cuestión ahora es vender el posible fracaso de Illa y aliviar la situación de un Gobierno central paralizado por unas alianzas imposibles en España e impensables en cualquier Estado de la UE. El sanchismo se encuentra en una peligrosa espiral destructiva. Su debilidad es tan patente como la grave situación económica de España y la parálisis legislativa. En el horizonte se intuyen cambios que implicarían tanto apartar a los jueces de la instrucción de los casos, como establecer normas bolivarianas para la prensa. En cualquier caso, nacionalismo y sanchismo se necesitan y, hasta cierto punto, son interdependientes por encarnar un discurso populista. Ambos dividen la sociedad en buenos y malos. Sánchez y Puigdemont mantienen una relación personal y sentimental, sin mediaciones, con sus seguidores. No hay nada institucional; ellos mismos encarnan la lucha del pueblo contra los opresores, contra el irredento facherío. La razón es despreciada para centrarse en las emociones y, entre ellas, la victimización es siempre un recurso decisivo.

En la novela de Ignacio del Valle El tiempo de los emperadores extraños, se toma como ejemplo un cuento de Andersen sobre un rey desnudo para indagar en la tenebrosa naturaleza del poder. El emperador estaba inquieto porque sabía que el niño que dijo que iba desnudo tenía razón. Sin embargo, “siguió más altivo que antes con un único pensamiento ocupando su mente: hay que aguantar hasta el fin”.

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