Monjas 'dominatrix', baraka y Falange

el pastillero

Las de Belorado no son las primeras religiosas rebeldes en Burgos: en la Edad Media, las abadesas del Monasterio de Las Huelgas ostentaron tanto poder que llegaban a denominarse 'dominas' o 'dominatrix'

El emplazamiento, simbólico para Falange, reúne una amalgama única de elementos cristianos y musulmanes, reseña Eduardo Manzano en 'España diversa'

"La historia de España ha sido secuestrada por una visión simplista"

Claustro del Monasterio de Las Huelgas, en Burgos.
Claustro del Monasterio de Las Huelgas, en Burgos. / Patrimonio Nacional

Sin duda uno de los episodios más lisérsicos con los que nos ha obsequiado el año ha sido la excomunión de las monjas clarisas de Belorado. El caso reúne elementos de vivo interés: religiosas, trufas, catacroquen inmobiliario, cisma religioso, un falso obispo empecinado en hacer un Palmar de Troya de Pinypon. La mayor parte de la congregación se encuentra todavía, de hecho, ocupando un convento en el que no debería estar, ya que es propiedad de un obispado (el de Burgos) al que no reconocen. 

No es la primera vez, desde luego, que una congregación de religiosas enmienda la plana. No es siquiera la primera vez que sucede en territorio burgalés. Ni siquiera es la primera vez que las excomulgan.

Hagamos de Sofía Petrillo: Burgos, 1187. Alfonso VIII y Leonor de Plantagenet fundan un monasterio con la idea de que se convierta en una especie de retiro para mujeres de la realeza. Para ello, lo dotan de un patrimonio excepcional, con numerosas villas y tierras de cultivo bajo su mando -si les suenan el nombre y apellido de la reina, es porque era hija de Leonor de Aquitania y de Enrique II de Inglaterra: ese feliz matrimonio que tan edificantes episodios protagonizó durante la media Edad Media-. Con tan potentes mimbres, a las abadesas de este monasterio se las conocía como ‘las señoras de Las Huelgas’, y tanto poder tenían “que se hacían llamar dominas o dominatrix, y ejercían prerrogativas como las de nombrar a los curas de las iglesias de sus dominios, autorizar a los notarios, castigar a los delincuentes o dar permiso para predicar en sus territorios”. Eduardo Manzano, a quien pertenecen las comillas, explica el episodio en España diversa. Claves de una historia plural.

Las abadesas del Monasterio de Santa María La Real de Las Huelgas “se caracterizarían por defender siempre con uñas y dientes su independencia frente a las interferencias de los obispos de Burgos, con quienes las relaciones oscilaban entre malas y pésimas”. Sí, lo sé: sorpresa. Las señoras de Las Huelgas, cuenta Eduardo Manzano, insistían en hacer cosas como predicar o escuchar confesiones. Llegaron a obtener privilegios como dispensa en el uso de hábitos religiosos -sin duda, era una pena desperdiciar esos brocados- y tan díscolas resultaban que se ganaron la excomunión a mediados del siglo XIII. 

Roncanrol.

El destino quiso, además, que el Monasterio de Las Huelgas fuera referente en ciertos hitos de la historiografía nacionalista -allí fueron armados caballeros, por ejemplo, Fernando III y Alfonso XI-, de tal forma que el lugar sería escogido por la Falange Española y de la JONS para celebrar su primer encuentro.  

No sabemos hasta qué punto los falangistas -ya saben, muera la inteligencia- eran conocedores del pasado del lugar como referente de tremendas señoras a las que no tosía ni el Papa. Imagino que el pasmo no hubiera sido pequeño, pero no habría sido el único. Eduardo Manzano destaca también el descubrimiento que, a mediados de los años cuarenta del siglo pasado, tuvo lugar en el claustro del monasterio, "donde aparecieron yeserías con inscripciones árabes y motivos muy similares a los existentes en al Andalus y en el actual Marruecos. Dos líneas artísticas que aparecen "no confundidas, sino yuxtapuestas". Los reyes de Castilla guerreaban con los musulmanes pero, dentro del monasterio emblemático de la realeza castellana, se sucedían "decoraciones más propias de una mezquita o de un palacio andalusí". En Las Huelgas se conservan también los ropajes fúnebres que llevaba la infanta Leonor de Castilla, hija de los fundadores: un vestido con estrellas, figuras geométricas y la palabra árabe ‘baraka’ bordada en él. Su hermana, Berenguela, recibía el sueño eterno sobre una almohada bordada en árabe con la fórmula: No hay más dios que Dios. 

El ónfalos escogido por los defensores de las esencias no podía ser menos adecuado a sus pretensiones pero, al mismo tiempo, no podía ser más paradigmático. Las Huelgas simbolizan en gran medida el mensaje que Manzano quiere transmitir en su libro: la historia de este país (que bien podría haber tenido otra forma y otras características, si en determinados momentos históricos la balanza hubiera escorado en un sentido distinto) tiene un colorido mucho mayor del que cierta línea oficial ha querido vender. Los territorios no eran estancos, como tampoco lo eran las lenguas, las infuencias, las poblaciones. Y todo eso es lo que nos constituye y nos ha traído hasta aquí, más allá de tiralíneas interesados. 

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