Cultura

Todos se merecen más

  • Julio Malvido, Gregorio Mariscal, Olga Ordóñez y J.M. Estévez presentan una obra de gran calidad artística digna de mejores espacios expositivos

Colectiva de verano en Rota; algo habitual en el periodo estival de la localidad costera. Sin embargo, este año la misma se nos queda pequeña por varias cosas. En primer lugar porque consideramos que lo presentado tiene muchísima calidad para una muestra conjunta en època veraniega y en una sala de poca trascendencia en los circuitos expositivos -además hasta donde cuesta llegar-. También porque los cuatro artistas son merecedores de mucho más y porque su obra es digna de más y mejor por solvencia creativa y por ser, cada uno en su estilo, autores portadores de mucha entidad plástica y artítica; autores que se nos apetece, por su magnífico interés, poder contemplar en solitario en exposiciones individuales de mayor significación.

La muestra que se nos ofrece en el antiguo Mercado de Abastos de Rota aglutina los muy bien ideados conceptos artísticos de cuatro autores que saben bien lo que hacen, que tienen unos planteamientos creativos sustentados en criterios plásticos poderosos, que conocen los medios y que tienen muy claro lo que quieren demostrar en este arte contemporáneo donde todo es susceptible de aceptar como postulado artítico si se encuentra poseído de verdadero entusiasmo y carácter. Es, por tanto, la exposición un desenlace de los amplios registros que patrocina la plástica actual con cuatro posiciones de entre sus infinitas posibilidades. A esta comparecencia en el verano roteño no une ningún argumento colectivo -sólo el que se desprende de tratarse de cuatro artistas aunque de muy distinta filiación-, ningún hilo conductor que compendie las diferentes proposiciones; es como ocurre habitualmente en este tipo de manifestaciones la suma particular de distintas intenciones -plásticas, artísticas y estéticas-. Sí, no obstante, se puede afirmar con total determinación que en la muestra se presiente un indiscutible hálito de calidad en el conjunto de lo expuesto.

Julio Malvido nos ofrece sus dos completísimos estamentos creativos. Por un lado su personal pintura, sujeta a un lenguaje absolutamente particular y propio. En ella nos envuelve para que la mirada juegue con la obra a la búsqueda de planteamientos mediatos o inmediatos. Se trata de escenarios muy bien configurados donde el engranaje matérico esconde sistemas de presencias y ausencias. Todo ello en ese organigrama pictórico, tan a lo Malvido, allí donde dominan la gamas terrosas que imponen su potestad definitiva. Por otro lado, nos ofrece una muy cuidada selección de piezas escultóricas en las que, aparte de su solvencia física con un dominio total de la materia conformante, nos aporta un concepto abierto en el que lo humano se yuxtapone a muchos de sus condicionanimientos existenciales.

Gregorio Mariscal nos vuelve a convencer de su importancia como artista absolutamente necesario en todos -los mejores- circuitos. Su obra, concienzuda, pensada, estructurada con el máximo rigor creativo y la mayor pulcritud conformante, adecuado el continente a un sabio contenido, nos pone en la trayectoria de un pintor culto artísticamente, que conoce el medio y los modos y que nos hace transitar por una creación acertadísima en la que cada pieza aparece como un bello poema visual. Con un dominio total de la escena, manipulando acertadamente el soporte para que componga una realidad física donde tiene lugar su poderoso juego creativo, las piezas de este artista integran elementos que nos hacen entrever sistemas constitutivos muy variados, a la búsqueda de un todo válido lleno de presencias y ausencias, de realidades mediatas e inmediatas, de espacios vacíos que atrapan la visión e introducen en la ilustración de una dimensión nueva, acertadamente acondicionada. Es la obra siempre necesaria de un Gregorio Mariscal siempre artista total.

Olga Ordónez, por su parte, utiliza la poesía como un elemento plástico más del propio sistema constitutivo de su trabajo. Con ella compone un bello escenario colorista en el que los propios versos sirven como esquemas de la propia obra. Un estamento abstracto pierde su estricta connotación formal al llevar sobre los campos cromáticos que lo sustentan la marcada y determinante concreción visual y significativa de los propios versos. El resultado es una obra atractiva visual y significativamente. Aquí, aquello de la poesía pintada o de la pintura escrita asume toda su potestad, desarrollando una realidad artística diferente, con elementos conformadores válidos para estructurar una pintura llena de sentido. Por último J.M. Estévez se vale de la fotografía para componer un entramado ilustrativo donde pasado y presente diluyen sus fronteras. Las playas de Rota y sus gentes difuminan sus estamentos representativos en un juego plástico de querer fundir espacios existenciales para que el ayer y el hoy extiendan sus posiciones temporales y abran nuevas perspectivas que borran los contornos de la realidad para que ésta no ofrezca intenciones ilustrativas concretas, sino nuevos argumentos plástios que desarrollan situaciones fotográficas de gran intensidad artística, algo que el artista potencia con los pequeños formatos en los que se organizan tan sutiles circunstancias plásticas.

Una exposición muy importante que descubre la importancia de cuatro artistas que se merecen mucho más.

ROTARTE

Antiguo Mercado ROTA

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