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  • Un ‘Cuento de Navidad’ hecho cómic (Astiberri) y la ‘Persecución y asesinato del rey de los ratones’ (Acantilado) tienen de referente al conocido clásico navideño

Las muchas vidas de Dickens

Una de las ilustraciones de José Luis Munuera para el cómic publicado por Astiberri. Una de las ilustraciones de José Luis Munuera para el cómic publicado por Astiberri.

Una de las ilustraciones de José Luis Munuera para el cómic publicado por Astiberri. / José Luis Munuera / Astiberri.

Escrito por

· Pilar Vera

Redactora

PARA empezar, digamos que Dickens necesitaba pasta. No es, desde luego, porque no ganara dinero pero tenía gente –sobre todo, hijos– a la que mantener, conferencias que dar, casas que pagar. El hacer caja, en fin, era algo que estaba presente. Pero también lo estaba el horadar la conciencia social: la lectura del último informe sobre trabajo infantil en las minas y fábricas, que incluía entrevistas a los propios niños, había dejado al escritor “devastado” –no olvidemos que su propia infancia tampoco fue fácil–. En la opinión pública no faltaron, por supuesto, los discursos protoneoliberales de quienes aseguraban que cualquier ayuda a los que no sabían vivir de su propio trabajo era un desperdicio –¿les suena, eh?–.

Cuento de Navidad nació, pues, de la necesidad y la furia. El inicio prometía y su desarrollo, simplemente, fascinó. Fue un éxito de ventas brutal. Las ganancias para Dickens no fueron tantas, porque él mismo se hizo cargo de los costes de publicación de una edición cara: encuadernada en rojo, con letras doradas y a un precio asequible. La historia cuenta con dos elementos que no en cualquier mano saben jugar: la redención –esa creencia fantástica en que alguien puede cambiar– y una historia de fantasmas con un reparto sobrenatural inmejorable. Esto último formaba parte de las costumbres estacionales que Dickens había vivido de niño y que, poco a poco, estaban apagándose, fosfatinadas por la vorágine de las sucesivas olas industriales. El cantar villancicos, el día libre, el sentido de fiesta, el consabido pavo, todo lo dejó escrito el bueno de Charles como un escriba del Fantasma de la Navidad Presente.

La editorial Astiberri presenta para estas fechas su última adaptación del referente navideño donde –bajo el título Cuento de Navidad. Una historia de fantasmas José Luis Munuera recrea en forma de cómic la conocida historia, en la que Scrooge está encarnado en una mujer. Aunque resbala un tanto a la hora de mezclar lenguaje decimonónico y actual, cuestiones como la sugerente recreación de los espíritus o, sobre todo, el pulso que sostiene la nueva encarnación de Scrooge con cada uno de ellos están muy bien resueltas. Su Elizabeth Scrooge se ha hecho de uranio enriquecido, ya que sobre ella pendía una cadena que no arrastraban Erbenezer ni su socio Marley: la de haber nacido mujer en la época. Por ello, ante las lecciones moralistas del más allá, se vuelve luciferina, desafiando a un Dios que permite el sufrimiento infantil mientras responsabiliza de ello a los hombres. Este Scrooge femenino nos presenta un final menos sentimental pero más reconfortante, donde se subraya enormemente la importancia de la justicia social: el pequeño Tim se salva, no cabe duda, porque su “misterioso benefactor” le paga un tratamiento.

De hecho, Munuera se permite una coda al final de la historia, con una carta firmada –por supuesto– por Charlotte Dickens: en ella, la “autora” desvela el misterio de a quién iba destinado el pavo que, fuera de hora, encarga Ms. Scrooge. Jugando un poco con las fechas, nos cuenta que ese pavo iba destinado a Thomas Malthus, el economista que sostenía que ayudar a los más pobres sólo conduciría a un aumento insostenible del tamaño de la población y que falleció casualmente (vaya) justo antes de Nochebuena.

Cuento de Navidad es también una de las referencias que encuentra A.G. Porta en su Persecución y Asesinato del Rey de los Ratones (Acantilado). Su propuesta también se inspira en El Cascanueces e incluso en El Apartamento y, con estos mimbres, Porta nos traslada a las tribulaciones de un escritor fracasado al uso, obsesionado con escribir un cuento navideño que se convierta en referente o, simplemente –volvemos al principio– le permita obtener unos royalties. La narración cuenta las penurias del autor al enfrentarse a su borrador, describiendo el avance de sus notas: quizá sea este formato lo que hace que el relato sea demasiado monocorde, aunque cuente con detalles gozosos, con ese Bukowski que toma la forma de un cartero borracho disfrazado de Papá Noel o un tirano Rey de los Ratones al que termina destronando un ejército de reminiscencias bolcheviques. “Lo único que he hecho –se disculpa el roedor– es aplicar las políticas neoliberales al uso”. En conclusión, como insisten los clásicos: Navidad sin justicia social no es Navidad.

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