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Arte

El gran maestro Virella

  • A Manolo Virella, al maestro Virella, el arte no le ha correspondido como merecía

Imagen de la exposición en Benot.

Imagen de la exposición en Benot. / Jesús Marín

Corrían los primeros años de la década de los ochenta del siglo pasado. Este que esto les escribe, ya, empezaba a cubrir exposiciones y a plantearse muy en serio aquello de dedicarse, por entero, a la crítica. Pregunté a varios amigos de Cádiz por los artistas que, entonces, sonaban con fuerza en la capital gaditana. Todos me hablaron de la seriedad de Manolo Virella, de un artista riguroso que, además de su actividad de pintor en ejercicio, se dedicaba a formar nuevos pintores en una academia –después me enteré de que era objeto de deseo de muchos aspirantes a artistas– de la calle Granja de San Ildefonso. Conocí bastante estrechamente a Manolo Virella. Supe de su maestría, de su sapiencia, de su capacidad de motivación para transmitir lo mejor del arte. Puedo decir que, gracias a Manolo Virella, una de las mejores artistas que, últimamente, he conocido, llegó a ser lo que es por su iniciática enseñanza, por saber mostrar caminos para que se escogiera el mejor. También conocí al Manolo Virella pintor; un artista grande, capaz de todo. Dominaba la técnica, pintaba lo que quería, también, se introducía en otras dimensiones artísticas con las que no estaba demasiado de acuerdo pero que era capaz de afrontarlas, con decisión, solvencia y hasta mucha creatividad –quizás más que los que se sentían ‘modernos’ y presumían de ello–. Lo que más admiré de Manolo Virella era su capacidad de observación. Manolo sabía mirar, captar y callar cuando nada había que decir. Otros hablaban sin cesar y no decían absolutamente nada.

A Manolo Virella, al maestro Virella, sin embargo, el arte no le ha correspondido como se merecía. La profesión artística es madrastra más que madre; es veleidosa, cambiante, puñetera... injusta. Manolo, artista de los grandes, llanero solitario en su taller y ajeno a las alharacas de un arte esquivo y, tantas veces, mentiroso, no ha tenido el sitio que su obra merecía. Es verdad que eso, a él, le daba igual. Pero, la realidad es que, cuando muchos, con nada que aportar, con mínimos recursos artísticos y escasas luces creativas, pontifican, se creen artistas superiores y hasta se consideran con capacidad de decisión, Manolo Virella permanece en la soledad de su estudio haciendo lo que realmente sabe: pintar y enseñar, crear y motivar, ejercer de pintor y mostrar la realidad artística a los que lo necesitan. Nada más y nada menos.

Fali Benot, que es llanero solitario, también, en esto de las galerías, que es galerista de verdad y no divo de imposturas y equivocaciones manifiestas, como tantos otros –por eso lleva casi cuarenta años en activo–, siempre tuvo a Manolo Virella como lo que es. Muchas veces he hablado con Fali del maestro Virella. Hace unos meses me habló de esta exposición y del homenaje que la profesión habría que hacerle. Era justo y necesario. El artista de lo merecía. La idea me pareció acertada. El pintor que había sido maestro de tantos nuevos pintores compartiendo espacio expositivo con los que, ahora, actúan de maestros en Cádiz. Y así surge esta exposición, Magistrorum magister. El clásico genitivo latino: El maestro de los maestros. Es lo que ha sido siempre Manolo Virella. En maestro, aquel que está en posesión del saber para transmitir lo que él sabe.

Y Fali ha estructurado la exposición con obras de Virella que resumen la gran dimensión de su carrera, las múltiples facetas de una obra que no se queda en un mero desarrollo pictórico - el gran cuadro de La levantá en una almadraba, atestigua su gran figuración. Obras del veterano maestro y obras de otros artistas que, en Cádiz, comparten la pintura con la enseñanza en academias de pintura. Obras de Rafael Casado, Cecilio Chaves, Julián Delgado, Gracia Gavira, Pepe Palacios y Jerónimo Bocuñano que dejan constancia de su especiales formas artísticas y que completan un buena exposición, en homenaje a un pintor y maestro de artistas que ha sido referente en el arte de la ciudad, abriendo caminos a muchos para que el arte siguiera siendo un horizonte de emociones.

Desde estas páginas, me sumo al entusiasmo hacia el artista y valoro la grandeza de Fali con esta exposición.

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