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  • La fotógrafa Eva Mena convirtió su regreso a Prado del Rey por la pandemia en una serie de fotografías que ven la luz gracias a la editorial Lemendu

'Pureza': el diálogo en blanco y negro entre un abuelo y su nieta

Manuel Mena, el protagonista de la serie, con uno de sus burros. Manuel Mena, el protagonista de la serie,  con uno de sus burros.

Manuel Mena, el protagonista de la serie, con uno de sus burros. / Eva Mena

Escrito por

· Pilar Vera

Redactora

Todo empezó con la pandemia. Eva Mena (Prado del Rey, 1996) había terminado Comunicación Audiovisual en Sevilla y estaba trabajando en precario, con otras cinco o seis chicas, en una agencia de publicidad:“El jefe en su despacho, y nosotras en otra sala, todas sentadas al lado unas de otras pero sin poder hablar entre nosotras –suspira–. Llegó el coronavirus y decidí volver a casa. Frente a todo eso, resultó que estar allí, en el huerto de mis abuelos, fue como una terapia”.

El refugio. Comenzó a hacer fotos a todo lo que la rodeaba, sin pensar mucho, en blanco y negro, negro sobre blanco. Y también a Manuel, su abuelo. Tiene 87 años : “Lo curioso del asunto –comenta su nieta– es que, hasta entonces, sólo tenía una foto: la de su boda. Así que cuando empecé a hacerle fotos se ponía muy nervioso y no sabía donde mirar. Pero ahora mismo estamos tan unidos que le da igual que lo enfoque". 

Manuel se crió en el campo. Es analfabeto, “pero aunque no sea leer ni escribir, a mí me parece una persona súper sabia –cuenta Eva Mena–. Para acercarme a él con el tema de la foto le preguntaba qué hacía, tonizas, yo ni siquiera sabía qué eran las tonizas, y me lo iba contado...”

Junto a él, protagonista, el caballo, sus dos burros, las gallinas. Las fotografías fueron tomando forma de serie y, a través de un contacto, Eva Mena subió las fotos a Vogue Italia. En mayo del año pasado, la llamaron desde la editorial Lemendu para dar forma a lo que ahora es Pureza, un libro a cuyas imágenes acompañan las palabras de Antonio Palacios.

Cuando el abuelo vio el libro, “lloró de emoción”. La pandemia ha sido algo duro no sólo por el día a día –“imagínate al principio, para alguien para quien el campo es todo, estar todo el día encerrado”–, sino porque, en agosto, falleció la abuela. “¿Ahora a quién le hago yo el café?”, decía Manuel. La semana pasada, Pureza se presentó en la librería Ocho y medio de Madrid, “y me decía, ojalá tu abuela lo viera, seguro que lo está viendo”.

“Yo creo que mi abuelo tiene un concepto del amor más cercano al que tenemos hoy, no de lo que debían ser antiguamente las mujeres –explica–. Y siento que, a raíz de la muerte de mi abuela, estoy más unida a él”. Un ejemplo: hace poco, la llamaron de Córdoba para trabajar de lunes a viernes, por 400 euros. “Lo mismo en otro momento me lo pienso, a pesar de todo... Pero esto me ha hecho apreciar otras cosas y, realmente, iré donde me llamen, pero no por cuatro perras”.

Mena sabe que en el sur del sur no lo tiene tan fácil para desarrollarse, “pero nunca he renegado de mi pueblo. Hay mucha gente que envidia la vida de los pueblos, esa tranquilidad y esa desconexión que también recogen mis fotos, pero hay una dicotomía muy fuerte entre querer vivir en un pueblo y poder vivir en él –desarrolla–. Aunque yo, ahora mismo, estoy contentísima dándole voz a mi abuelo. De alguna forma, siento que representa al abuelo de todos los andaluces. ‘Vamos a recoger las papas’o hablas de los precios que les ponen a las naranjas.... Es un símbolo de la resistencia del campo”. Un olivo andante.

Así, ahora a Eva Mena le despiertan la curiosidad cosas como la ropa tendida, las herramientas del campo. “El confinamiento me hizo redescubrir las cosas, su estilo y la forma de darles voz. No importa las circunstancias, puedes hacer muchas fotos y hacerlas bien –explica–. Me llamó la atención, por ejemplo, que de repente empezaron a seguirme un montón de cuentas de tauromaquia, por la línea campera, aunque yo no lo soy ni remotamente. También es que es una forma de hacer fotografía bastante clásica”.

Las fotos de Pureza están realizadas con analógica y en monocromo, “que pienso da una medida más pausada del tiempo” y, de hecho, dos de los creadores a los que Eva Mena evoca son el desaparecido fotógrafo sevillano Atín Aya y Cristina García Rodero.

Ahora mismo, además de su puñado de bodas y comuniones, Eva Mena tiene quiere preparar un reportaje con su abuelo como protagonista, “porque a mí me parece bastante importante lo que me enseña –añade–. De hecho, una de las cosas que me repite es que las cosas bien hechas no se olvidan. La idea es que hable, mientras está en el campo, diciendo lo que él quiera, cómo se conocieron la abuela y él, cómo era el pueblo antes, o de la guerra de Ucrania... Aunque no sepa leer y escribir, él se pone sus noticias y sus documentales y se entera de todo... Al fin y al cabo, Carla Simón ha ganado el Oso de Oro contando la historia de su pueblo y de cómo resiste la gente”.

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