Porno, ciencia-ficción y adolescentes
pornografía
La edad media de acceso a material adulto en Andalucía está en once años para los chicos
Las nuevas tecnologías abren la puerta no sólo a contenidos más duros, sino a la extorsión a través del ‘sexting’
El último informe de Save the Children al respecto ha vuelto a dar la voz de alarma sobre uno de nuestros elefantes en la habitación favoritos como sociedad: el precoz y, sobre todo, amplio acceso de los adolescentes a la pornografía. Según el estudio de la organización, en Andalucía, la edad media del primer contacto con material pornográfico es a los 12 años: a los 11 y medio en los chicos. Una primera toma que muchas veces es casual, simplemente, al navegar por internet –los filtros son algo a lo que los adultos parecemos no prestar atención–.
En la franja estudiada, que iba de los 13 a los 17 años, un 90%de los chicos habían consumido porno, frente al 32% de las chicas. Sorpréndeme con algo que no sepa, dirán muchos lectores de hace una generación, y de hace dos, frente al gran clásico que han constituido siempre pornografía y adolescencia.
“No es en absoluto igual”, comenta Pablo Quirós, que ha puesto en marcha en la provincia gaditana distintos cursos y encuentros orientativos con adolescentes encaminados a desarrollar una educación afectiva más sana. “De tener la pátina clandestina, las nuevas tecnologías han ido normalizando la pornografía como algo que forma parte de la sexualidad. Puedes acceder gratis a todo tipo de contenido, y está siendo la única manera que tienen chicos y chicas de acceder a información sobre sexualidad. Y se está normalizando porque es un asunto dejado de lado tanto por el sistema educativo como por la sociedad en general, que lo considera un asunto tabú o que da miedo, y a final, los chicos buscan, y encuentran, respuestas muy rápidas”.
Siendo adulto puedes distinguir, digamos, entre realidad y ficción. O ciencia-ficción. “No me gusta que mis hijos vean porno –decía alguien conocido, padre de una ristra de varones– porque les crea falsas expectativas”. La frase resume, de forma algo pedestre pero real, la clave del problema.
“A un niño de nueve años, enfrentado a ciertas cosas, le puede explotar la cabeza... El porno llega a ser tan adictivo como la cocaína, segrega dopamina y puedes terminar dedicándole cada vez más tiempo, que le quitas a otras cosas. Y luego está el tema de la intensidad: necesitas cada vez emociones más fuertes, por eso muchos hetero acaban viendo porno gay”, la que habla es la periodista Mabel Lozano, que acaba de publicar junto a Pablo J. Conellie, policía experto en trata, PornoXplotación (Alrevés).
Quirós coincide con este planteamiento: “Es otro tipo de droga normalizada, que se emplea con fines determinados y que, en este caso, está orientada a consumir –desarrolla–. Los chavales son los más vulnerables porque no tienen herramientas con las que discriminar”.
Realidad y ficción. Según recoge Save the Children, más de un tercio de los adolescentes piensa que lo que ven en el porno se parece a lo que practican en sus encuentros sexuales. Un 65%reconoce que los contenidos les parecen violentos, pero un 27% de los chicos opina que no hay violencia. La mitad de los chicos encuestados dice haber imitado lo que ha visto. “Son capaces de identificar la violencia y la desigualdad de género en las relaciones –apunta el informe–, sin embargo, la capacidad de identificación de estos aspectos no impide que haya adolescentes que pongan en práctica estas escenas”.
“La sexualidad -continúa– está marcada por el género. Se concibe como una prueba de la sexualidad y virilidad para los adolescentes; la preocupación es por la satisfacción masculina; se cosifica e hipersexualiza a las chicas; son relaciones basadas en la desigualdad y heteronormatividad”.
La normalizacción de ciertas prácticas hace más fácil que comportamientos violentos y vejatorios formen parte del deseo sexual de la adolescencia. Un fist-fucking puede computar como una práctica de rutina. Se asume, también, la ausencia de consentimiento y deseo femeninos. No es no, “pero, en el porno, la mujer no dice nada, ni que sí ni que no, entonces ellos piensan que pueden hacerlo”.
“El peligro –continúa Quirós– es que chicos y chicas conformen su deseo a lo que ven, a pesar de que sea violento o desigual. Que crezcan pensando que su consentimiento, deseos y preferencias no tienen por qué ser tenidos en consideración, que eso está bien y es lo normal”.
El acceso indiscriminado a cierto tipo de material pornográfico se viene relacionando con el aumento de las violaciones en grupo en los últimos años. Según recoge el portal Geoviolenciasexual.com, en 2016 y 2017 eran 20 los casos de agresiones múltiples que se registraban en el territorio español. En 2018, se registraron 65 casos y, en 2019, ascendieron ya a 86. Es un fenómeno al alza, con el de La Manada como caso paradigmático. Voces provenientes tanto desde la fiscalía como de expertos en cuestiones de género y violencia sexual relacionan ambos fenómenos. “Una gang bang, una violación en grupo, es de hecho de lo primero que sueles ver cuando abres Pornhub”, comenta Manel Lozano.
La catedrática de Derecho Penal de la Universidad de Cádiz, María Acale, está elaborando un mapeo de la violencia sexual que espera concluir cuando termine 2020.Para la especialista, el consumo de porno entre adolescentes, “que aprenden lo que es el sexo únicamente de esta forma, es sin duda un factor que incide en la violencia sexual y grupal asociada a las fiestas, el consumo de alcohol y el considerar a las mujeres objetos de placer (juguetes de placer) para los hombres”.
“Si existe en Internet, es que se puede hacer”, esa es la máxima genérica e interiorizada:“Y sin discriminación –apunta Mabel Lozano–, porque pesa más el verse reflejado en esa figura masculina que se apoya en otros hombres para conseguir el dominio, el control, el mandar y hacerlo cuando quiera donde quiera y como quiera... Por eso el mundo del porno está muy conectado con la prostitución y con el consumo de prostitución”.
“Se pueden estar sobrepasando límites continuamente, pero ellos lo normalizan –continúa–. Si la mujer no dice nada, o si muestra dudas, es que sí... Yse sienten con esa legitimidad de usar ese poder”.
“Los adolescentes son muy vulnerables y hay mucha presión de grupo. Se generan conductas: hay una idea de lo has de ser y hacer, y la otra persona, también –prosigue Pablo Quirós–. Eso, a nivel físico también se queda”.
Aunque el modelo masculino que se muestra sea, por supuesto, “un modelo mentiroso”. Y este modelo de educación sentimental afecta, desde luego, a todos. El hombre es el sujeto y la mujer el objeto. “No importa si te gusta o no. Es más, si no te gusta, eres rara”, indica Lozano. Y así llegamos, también, a un escenario en el que sexting, el envío de material de carácter pornográfico –y los subsiguientes episodios de extorsión, de distinto calado– se convierte en moneda de cambio. Ellos son los que más material de este tipo solicitan y ellas, por supuesto, las que más envían.
PornoXplotación muestra el caso de la adolescente Paula, que se ve envuelta en una trama de extorsión y acoso a través de una red de pornografía. Como en la prostitución, los “captores” huelen la vulnerabilidad, que puede ser económica o, simplemente, como en el caso de las adolescentes, por edad e inmadurez.
“El código castiga el delito de extorsión sexual on line sobre menores de 16 años como un delito sexual –señala Acale–, centrándose en el momento en el que el autor busca el acercamiento a través de internet, teléfono o cualquier otra tecnología. Si es por otra vía, no es tal delito, lo que es ridículo”.
Consumo. Pues sí, mucho. Y en el confinamiento, más. Según los datos del portal Pornhub, el tráfico a este sitio subió hasta un 25% más a nivel mundial entre finales de marzo y principios de abril, pero luego se ha mantenido en torno a un 20%sobre la media. En los datos españoles, las consultas alcanzaron un 60% en cuanto se decretó el estado de alarma: en efecto, como si no hubiera un mañana. Al parecer, no todo el mundo se dedicó a hacer bizcochos. Este máximo exagerado, sin embargo, no se mantuvo mucho tiempo:durante la mayor parte del confinamiento y hasta mediados de julio, el tráfico se ha mantenido en un más que “prometedor” 30-40% –en febrero de este año, apenas llegaba al 10%–. Curiosamente, ambas estadísticas muestran un gráfico en forma de sierra, con simas abisales cada siete días: cada domingo.
Para Lozano, esta generosa tendencia se debe, sobre todo, a que todavía hay “mucha gente teletrabajando o con clases semipresenciales. Pero, ojo –advierte–, este mayor consumo indica no sólo que se han visto muchos vídeos, sino que se han producido: que muchas niñas han subido muchos vídeos,porque la pantalla es peligrosa a uno y otro lado, y eso nunca se cuenta”.
No existen datos, sin embargo –señalan en Save the Children– sobre el incremento del consumo de pornografía entre adolescentes durante estos meses. “¿Consumen más, como las personas adultas al estar 24 horas al día en casa? ¿O quizás consumen menos porque están conviviendo con sus madres, padres o cuidadores todo el día?”.
La sexcam, Covid mediante, está siendo la salida que encuentran muchas mujeres en la esfera prostitucional para seguir ejerciendo: “A pesar de todo, a pesar de lo que hemos visto estos meses en muchos sitios de alterne, está habiendo una auténtica fuga en el consumo y práctica de la prostitución hacia esta modalidad” en la que, además, se hace mucho más fácil “coquetear con la prostitución” y, por tanto, la posterior captación.
“Si ya había un trasvase de la prostitución normal a la 2.0 , en el confinamiento ha sido una explosión”, añade Mabel Lozano.
“La palabra más buscada en pornografía es ‘adolescente’ –señala–. Abrir una puerta a los pederastas es superfácil, y aun habrá quien diga que tener a una niña a tu disposición, y ordenarle que haga ciertas cosas no es prostitución. Para esa chica lo que está ocurriendo no es virtual, es real”.
El porno de moda, además, es el amateur y de hilo casual, con lo cual lo “casero” tiene mucho tirón. “Y, como en la prostitución, se les dice que van a ganar dinero rápido, que serán sólo un par de veces... Pero, a una adolescente, ese vídeo puede destrozarle la vida. El sexcam deja muchas víctimas”.
Más allá de las acusaciones de neopuritanismo, la mayor parte de los estudios muestran una relación entre consumo de porno y agresiones sexuales. Como ejemplo, el realizado por dos universidades norteamericanas un estudio cruzado de otros 22 realizados en siete países distintos. La conclusión relacionaba el porno con una mayor incidencia de agresiones sexuales, en general, más con las verbales que con las físicas, aunque ambas resultaban significativas. El patrón mayoritario en este informe sugiere, no obstante, que el contenido pornográfico violento puede ejercer como factor agravante en individuos ya violentos de por sí (Lozano pone como ejemplo a este respecto el caso de Ted Bundy).
Bien, ¿qué hacer? Porque el contenido está ahí, y los móviles y la conexión, también: “El problema de fondo –dice Pablo Quirós– es a nivel educativo, tanto en el sistema escolar como familiar, son temas que hace falta hablarlos en familia, así como entre grupos entre iguales y profesionales que puedan escuchar. La educación sexual sigue estando mal vista, y los chavales quedan en manos de lo que encuentran, o de modelos genéricos más bien lamentables, como La isla de la tentaciones y cosas así , que es lo que ven y sobre lo que van construyendo su identidad”.
“Hay que ayudarles a conocer su cuerpo, sus afectos en su conjunto, enseñarles a llegar a acuerdos básicos de comunicación en sus relaciones –indica–. Los amigos y amigas suelen ser el primer recurso, pero los padres también debemos actualizarnos bastante con esto y crear espacios de diálogo que nos faltan, entre unas historias y otras, al igual que nos falta tiempo”.
Mabel Lozano: "La pornografía es prostitución 2.0"
La relación entre pornografía y prostitución es tan directa, dice Mabel Lozano, que ella llegó a ese mundo, y a los testimonios que recoge junto a Pablo J. Coneille en ‘PornoXplotación’, impartiendo charlas sobre trata, “cuando hace más de cuatro años, en un encuentro en Bogotá, nos dijeron que había una enorme conexión entre las plataformas de sexcam colombianas y las españolas”. Lozano se pregunta dónde esta ese porno “inocente” que muchos dicen consumir: “Cuando consumes prostitución y porno, te tienes que plantear qué estás consumiendo, qué hay detrás, pues en la mayoría de los casos hay precariedad y vulnerabilidad, y la pornografía blanquea esto –explica– . En qué lugar de eso que estás viendo pone que esas dos personas son adultas y consienten sin coacción, con seguridad, etc”.
Entre los testimonios del libro, el único actor porno que no parece haber vivido la experiencia como explotación feroz o trauma es el chico: “Y, un así, se fue porque las cosas nunca eran como le decían, y nunca nadie le hizo una triste analítica ni un contrato”. Hacienda debería, espera la periodista, terminar llamando a esas puertas.
Y, ¿qué hay de las voces de actrices porno, mediáticas, que afirman que se dedican a la pornografía porque quieren y que es, incluso, algo empoderante? “Como ocurre con la prostitución, a la primera que pueden, estas voces libres y empoderantes salen del círculo”, dice Lozano, poniendo de ejemplo a Amarna Miller. “Medios e ‘industria’ seleccionan a las mujeres que están bien. Quieren hacer creer que ese es el discurso mayoritario, porque es el más cómodo, pero esas son diez, ¿y qué tal los dos millones que están detrás, y a las que nadie escucha? La pornografía es prostitución 2.0 y está en manos, como siempre, de proxenetas”.
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