arqueología

Jacob Jacobson: "Hoy día, no se hubiera recuperado el Vasa"

Mascarón de proa del 'Vasa', con un león como emblema del poder real. Mascarón de proa del 'Vasa', con un león como emblema del poder real.

Mascarón de proa del 'Vasa', con un león como emblema del poder real. / Vasa Museum

Escrito por

· Pilar Vera

Redactora

Aún no sabemos su nombre. De momento, es el Delta 1. Es un buque de gran envergadura (unos 20 metros de eslora), que descansa en aguas de la Bahía gaditana desde que se hundió al llegar a puerto en el siglo XVII. El Centro de Arqueología Subacuática (CAS), con la inversión de 2,6 millones de Autoridad Portuaria, extraerá próximamente los restos del barco para sacar de él toda la información posible. Una vez documentado, volverá al mar: su musealización supondría un “compromiso millonario”.

El Delta 1, al igual que el Vasa, es un buque construido en el siglo XVII. Como el Vasa, se hundió en aguas del puerto de una ciudad (en este caso, Estocolmo). E incluso guarda otra conexión con su homólogo del norte: sus 27 cañones de hierro fueron fundidos en Suecia.

El Vasa es el único barco del siglo XVII que podemos ver al completo: el millón y medio de visitas que recibe al año lo convierten en el museo escandinavo de mayor peso –sí, a pesar de Abba–. Su extracción y conservación se consideran uno de los mayores hitos en la historia de la arqueología.

La resurrección del Vasa comenzó en 1958 y terminó en 1961, cuando fue rescatado de las profundidades de la bahía de Estocolmo. Su hundimiento parece un caso de vanidad y castigo surgido de las profundidades del Barroco: fue construido como un ejemplo del poderío sueco y apenas pudo sobrevivir la botadura. Nada más empezar a navegar, el viento lo escoró y el agua empezó a entrar por las escotillas de los cañones, que estaban abiertas en su viaje inaugural. Se hundió sin pedir permiso en una estampa que pudiera haber sido cómica de no ser, desde luego, por las víctimas:de las cincuenta personas a bordo, treinta fallecieron en aquel exceso de pompa y boato.

Así que allí estuvo, como nuestro Delta 1, cubierto de barro en las profundidades del puerto de Estocolmo hasta que Anders Franzén se propuso rescatarlo, haciendo de toda la operación una misión nacional:no sería hasta el 24 de abril de 1961 cuando terminarían asomando del agua, primero, las cabezas talladas en madera de cuatro soldados, seguidas de todo el buque.

Tan inabarcable como su recuperación fue su conservación: para su mantenimiento, se pulverizó todo el casco con agua y, después, se le aplicó glicol de polietileno: un agente conservante destinado a sustituir el agua presente en el interior de la madera e impedir su contracción. Los trabajos de conservación se alargaron durante 17 años, y hubo que dejarlo secar durante casi una década.

El coste de una operación como esta, afirman los propios conservadores, sería actualmente inasumible: “Hoy día, no se hubiera recuperado el Vasa”, comenta desde Estocolmo Jacob Jacobson, jefe del Área de Colecciones del Museo Vasa, que apunta que “tanto las labores de rescate como los posteriores trabajos de conservación, construcción de un emplazamiento apropiado y demás, hubieran supuesto miles de millones de desembolso. Demasiado caro”.

Extracción del 'Vasa' en el muelle de Estocolmo, en 1961.

Tanto los tiempos como la propia sociedad sueca eran muy distintos en los años cincuenta, afirma el responsable, de lo que son hoy: “Cuando el Vasa fue redescubierto por Anders Franzén –explica–, la Marina sueca apoyó el proyecto, entre otras cosas, permitiendo a sus buzos llevar a cabo gran parte del trabajo submarino, y muchas compañías privadas respaldaron también la iniciativa aportando gratuitamente tanto personal como equipo”.

Hoy día, la Marina sueca apenas podría afrontar ese gesto, “y tanto la normativa como las políticas relativas a patrimonio y colaboración entre compañías privadas e instituciones gubernamentales (el Vasa es de propiedad estatal) son muy estrictas”, añade.

Jacobson recuerda que, durante el rescate del Vasa, Anders Franzén contacto a la familia real sueca y convenció al entonces rey, Gustavo VI Adolfo, para que apoyase el proyecto –algo que se bautizó con el nombre de Operación Persuasión–. Probablemente, en la actualidad, “sería muy difícil establecer este tipo de contacto con la familia real –desarrolla– y, con bastante seguridad, imposible para la Casa Real prestar su apoyo de forma similar”.

Desde el punto de vista de la conservación, el principal reto ha sido el relativo a la climatización: reducir el impacto que supone la exposición al público del barco. El millón y medio de visitantes anuales que reciben las instalaciones pasan por el “escaparate” del buque. El centro abre diariamente, incluidos los lunes, y cierra sólo dos días al año. Además, por las tardes, firmas y organizaciones pueden alquilar el espacio.

En la mayor parte de los museos, los objetos se encuentran detrás de una pantalla de cristal, en vitrinas climatizadas. “En este caso –abunda Jacob Jacobson–, el principal objeto de exposición se encuentra en el mismo espacio que los visitantes”. Las visitas afectan al ambiente de la sala, y el ambiente de la sala afecta al barco. “Aunque, a lo largo de los años, el sistema de climatización se ha mejorado muchísimo”, apunta.

Exterior del Museo Vasa, con los mástiles asomando. Exterior del Museo Vasa, con los mástiles asomando.

Exterior del Museo Vasa, con los mástiles asomando. / Vasa Museum

La intensidad de la luz en el espacio, también por motivos de conservación, es bastante baja, “lo que supone un reto desde el punto de vista de la accesibilidad; al igual que en lo relativo al aislamiento y el ruido, cuando se realizan varias actividades, y se intenta que no se superpongan unas a las otras”, añade Maria Dahled, jefa del Ärea de Programación pública y divulgación.

La peculiaridad de tener un barco de 400 años como principal atracción expositiva –y a varios niveles– supone, también, que todos los trabajos de mantenimiento y relativos a exposiciones temporales que se realicen en el museo también le afectan, añade Dahled:“Lo que resulta un reto teniendo en cuenta los posibles impactos, el polvo que levantan las obras y similar”.

La afección es inevitable, ya que el museo es el 'Vasa': la totalidad del mismo es un gran sala de exposiciones en la que se encuentra el barco. De hecho, otro de los hitos de esta historia es el relativo al edificio que lo conserva: con los mástiles asomando, la sensación es la de un buque atrapado en la banquisa.

“No es casual que el museo tenga esa forma tan particular, con una única sala –señalan desde el departamento de prensa del museo–. Los arquitectos tenían claro lo que querían al diseñar el edificio: el Vasa iba a ser la pieza principal, colocado como si estuviera en un escenario”. De esta forma, “los visitantes tendrían la oportunidad tanto de verlo desde la distancia, en su conjunto, y de cerca, contemplando todos los detalles, y a todos los niveles, en sus cuatro pisos: desde la quilla hasta el punto más alto del mástil”.

A su alrededor, distintas exposiciones relatan “cómo era la vida a bordo, los detalles de las figuras, cómo fue su rescate y otros temas relacionados con el Vasa, y de esta forma los visitantes pueden seguir contemplando el barco sin importar el lugar del museo en el que se encuentren”. A ello ayudan, desde luego, los más de 40.000 objetos que se encontraron durante su extracción.

LA REFORMA MÁS AMBICIOSA DEL 'VASA'

El caso del 'Vasa' ejemplifica, pues, como ha cambiado el modo de actuar en lo referente a arqueología y conservación. Aun hoy día, el símbolo que es el Vasa sigue necesitando cuidados especiales. El barco lleva expuesto al público desde 1990, pero ya en los 2000 empezó a mostrar signos de deterioro.

Ahora mismo, la estructura del navío presenta varias grietas causadas, en gran parte, por el armazón de acero que lo sostiene, cuya presión ha provocado fracturas y deformación. Otro factor que contribuye al delicado estado del buque es la propia madera, fosfatinada químicamente por la polución que fue absorbiendo del mar y por, digamos, el contacto con la realidad, tras haber estado a resguardado durante siglos en el limo.

Es por ello que, desde el pasado 8 de abril, el Vasa está experimentando la mayor labor de restauración desde que lo extrajeron del mar: unos trabajos que se están realizando, además, sin cerrar el museo al público.

El objetivo es sustituir las 17 horquillas de sujeción externa por otras 27 elaboradas en acero, con una junta que las une bajo la quilla. La nueva estructura se pone en marcha tras diez años de investigación y pruebas, y está diseñada para sujetar el barco de forma que se ralenticen los movimientos del casco, minimizando el riesgo de formación de grietas y derrumbe, a la vez que se asegura que se mantenga su forma actual.

“Es como ir formando el barco a partir de kit de modelaje –explica Magnus Olofsson, el jefe de proyecto de ‘Support Vasa’–. El proyecto incluye desmantelar la estructura existente e instalar la nueva, pieza a pieza, a partir de un sistema bastante complicado diseñado para impedir los movimientos del casco. Algunas de las nuevas horquillas se colocarán en las mismas marcas que las antiguas, y su colocación se ha calculado al milímetro para asegurarnos los mejores resultados”.

El Vasa –antes como ahora, podríamos decir– tiende a escorarse, tiene dificultades para soportar su propio peso, por lo que este nuevo armazón se completará con un esqueleto interior, también de acero:“El nuevo soporte no sólo prevendrá que siga inclinándose, sino que hará que el barco esté más erguido, permitiendo hacer ajustes puntuales si es necesario”, explican desde el museo.

Se espera que el proyecto ‘Support Vasa’ haya finalizado en 2028, justo a tiempo para su 400 aniversario. ¿El coste? En torno a los trece millones de euros.

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