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feminismo
  • La educadora social ha protagonizado, de mano de Diputación, varios encuentros por toda la provincia para desentrañar el mito del amor romántico

  • "A quien me dice que la igualdad ya es un hecho, le digo que se dé una vuelta por un instituto" 

Marina Marroquí y la trampa de las tetas, los celos y la sonrisa perfecta

Marina Marroquí y Susana Sánchez Toro, durante el encuentro en el Palacio Provincial. Marina Marroquí y Susana Sánchez Toro, durante el encuentro en el Palacio Provincial.

Marina Marroquí y Susana Sánchez Toro, durante el encuentro en el Palacio Provincial. / Diputación

Escrito por

· Pilar Vera

Redactora

Tetas. Es el rasgo común en la novia ideal de los chicos de 2º de ESO, según la lista que les anima a hacer en sus talleres Marina Marroquí. También que sea guarra con el novio y ninfómana, y “con experiencia” pero joven –pues aclárate, José Luis, porque lo mismo todo no puede ser–. Para ellas, tienen que ser morenos, de ojos verdes, con mirada intensa, sonrisa perfecta y celosos. Estupendo. A gran parte de los muñecos que dibujan les faltan las manos o los pies. A tenor de los garabatos, la inversión en educación artística sufre un severo recorte.

Otra conclusión igual de generalizada son las líneas comunes que reúne, para cada grupo según gusten chicos o chicas, la pareja ideal. Como educadora social, Marina Marroquí puede haber visto a unos 120.000 chavales con exigencias idénticas: “Son arquetipos que operan en nosotros de forma intensa y sin que nos demos cuenta”, le explica al grupo que tiene delante, estudiantes de Educación Infantil y de Integración Social en FP. La actividad cierra la serie de encuentros que Marroquí ha estado realizando durante toda la semana en la provincia -La Barca, Paterna, Villamartín, Prado del Rey y Cádiz-, bajo el paraguas de la Diputación Provincial.

En su monólogo, ‘Eso no es amor’, pretende despertar el pensamiento crítico en torno a la visión romántica que desde la publicidad, las películas o la música se transmite de las relaciones amorosas y su asociación con el sufrimiento de la mujer, en lugar de vincularlo –por ejemplo– al humor o a lazos más saludables. A su juicio, el machismo campa a sus anchas por dos principales motivos: por la invisibilidad de muchas de sus manifestaciones, que se normalizan; y por las visiones estereotipadas asignadas a mujeres y a hombres.

Su mensaje tiene como primera línea la adolescencia, “que es una franja fundamental:son muchísimas las conductas de violencia de género y sexual que se normalizan aquí y dejan huellas. Pero mi gran motivación en todo esto es que hubiera sido fantástico haber escuchado esta charla quince días antes de conocer a mi maltratador”.

Marroquí comenzó a salir con él cuando ella tenía quince años y el chico, veinte. Una relación que duró siete años y en la que se llegó a límites extremos de violencia: “Me violaron, me quemaron –les cuenta también a sus oyentes juveniles cada vez que cierra su monólogo–. Me encantaría decir que fui lo suficientemente fuerte como para haber salido de allí por mi propio pie, pero me sacó mi familia”.

Una vez consiguió salir, por supuesto, la primera reflexión fue “cómo he podido ser tan tonta: esa vergüenza y esa culpa encierra a las víctimas y las calla –explica–. Por eso, la sociedad les tiene que enseñar por qué ha pasado eso, cómo han podido perdonar cosas que jamás hubieran podido perdonar, entender cómo maltrata un maltratador”. Marroquí cuenta que tardó un año en salir de su casa “y bastante más tiempo en hacer cosas como pedir el pan en una panadería”. Era un erial, “me quedé totalmente destruida, no había ni una canción que me gustase ni nada, lo único que quería era morirme. Y, ¿sabes? La mayor parte de las víctimas que sobreviven se resignan a vivir así: si tienen hijos, se centran en ellos pero por dentro están totalmente igual. Pero luego, el proceso de reparación para volver a ser tú misma es un proceso maravilloso”.

"Hubiera sido estupendo haber escuchado esta charla quince días antes de conocer a m maltratador"

En su caso, ese proceso de volver a ser persona incluyó volver a estudiar:“Yo no llegué a terminar ESO, en gran parte, porque mi maltratador me decía que si trabajaba podríamos irnos a vivir juntos, etc –cuenta–. Luego, por supuesto, me echaba en cara no haber estudiado, con ese deje despectivo... Por eso, la primera decisión que tomé al recuperarme fue volver estudiar: me metí a Farmacia, que no era lo mío, pero en sí eso ya era un logro”.

Marina Marroquí ha elaborado una guía de doce pasos para identificar a un maltratador en las primeras etapas aunque, admitió, “no es tan fácil”. El maltrato es el resultado final –¿exitoso?– de una programación invisible y muy bien construida. El juego de estereotipos, los mensajes continuos en medios y publicidad, lo que se espera de unos o de otras es un continuo. Para ellas, un mensaje esquizofrénico y en versión más sofisticada de los pies vendados o las mujeres jirafa: “A quien me dice que la igualdad ya es un hecho, le digo que se dé una vuelta por un instituto”, señala a los chavales. El chico que liga mucho aumenta su estatus, la chica que liga mucho sigue siendo una puta: “Nunca vamos a alcanzar la igualdad real si seguimos educando de forma tan diferente. Recuerdo esa encuesta que se hizo a los 2.000 hombres más poderosos, preguntándoles quién era su mujer de referencia: para la amplísima mayoría, eran sus madres”. Yo qué sé, Jane Goodall, lo siento.

“Y, frente a la sumisión, a ellos lo que les dicta el machismo es que tienen que ser valientes y proteger: lo que no sea eso, es un fracaso”, indica.

El monólogo de Marina Marroquí va adaptándose a la actualidad: por eso, en las últimas intervenciones, juega un importante papel el porno en edades tempranas. “El acceso al porno, que sabemos se fija en los niños en torno a los ocho años, les llega en el momento en el que tienen cualquier contacto digital”. afirma. Y no hace falta que sean especialmente curiosos: “El porno les busca de forma activa por el chat de la Play o el mismo 'Animal Crossing', lo más inimaginable: salta alguna imagen y conecta con algo que les gusta y es un medio de socialización, el chaval que lleve vídeos, stickers o fotos de esto, al día siguiente es el más popular. Esto es así por mucho que protejas a su hijo, porque siempre habrá otro niño que tenga acceso. Luego ya, si pasan a a grupos por intereses de Tiktok, Insta, Discord, o grupos masivos a través de whatsapp, que ahí no se controla nada... Esta técnica la usan después con las chicas, derivando muy fácilmente en acoso sexual”.

"Lo más duro que pueda ver un chico a nivel porno le va a llegar entre los ocho y los doce años"

“Lo más duro que pueda ver un chico a nivel porno le va a llegar entre los ocho y los doce años: sexo con material que es puro snuff, violaciones de bebés. A la industria le interesa llegar a esta edad porque es cuando se construye el deseo: el porno llega dando respuestas a preguntas que aún no se han hecho". Un ejemplo paradigmático es el de GTA: "Una de las opciones es pillar a una chica mientras vas en coche, tiene sus tarifas... Pero luego, si la matas, asciendes en la escala mafiosa. Aquí sí que se ve un crack entre ellos y ellas: mientras ellos se ríen ante el tema, ellas ponen cara de 'no me digas que eres un puto loco violador'. La cuestión es que es muy raro ser tío y no haber nunca pegado, violado o matado a una mujer en un vídeojuego. Así, con el tiempo, no es raro que un chico pueda sufrir mucho con otras injusticias, pero que no le duela ver sufrir a mujeres: está normalizado”.

“Quien dice que exageramos con el porno o que no es para tanto ni siquiera es consciente del material que ven los chicos –asegura–. Influye mucho la edad en la que consumas ciertas cosas, si llega en el proceso de construcción del deseo o de la empatía. Además, si te acostumbras a una estimulación tan extrema, la excitación va a ser muy difícil”. 

Y mientras, en la otra orilla, tenemos lo que se les vende a ellas, la fábula redencionista: “¿Nadie ve una trampa muy bien trazada en que haya juegos en los que se anima a los chicos a ser narcos maltratadores y películas que animen a las chicas a soñar que un narco las secuestre? –pregunta Marroquí–. Desde luego, no extraña, porque la narrativa social (de canciones a series, desde mucho antes de que desarrollemos espíritu crítico) a las mujeres no nos enseña a querer: nos enseña a aguantar”.

El tema pivota también sobre el resbaladizo concepto del consentimiento, “que tenemos que explicar muy bien: al porno y la prostitución les interesa enormemente vender la idea de libertad de una mujer para vender su cuerpo, y para ello utiliza distintas formas de captación, de Only fans a la figura del sugar daddy. Nada de esto tiene nada que ver con la libertad”.