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"Karim ha dicho la verdad, fue todo un accidente y ha pedido perdón"

Hogar Gerasa cumple 25 años reclamando su reconocimiento oficial

atención social

El centro de Chiclana, bajo la dirección de las Hermanas de la Caridad, pide ser considerado como recurso sociosanitario

El espacio que sirve de gimnasio en Hoga Gerasa, con cintas y bicicletas. / Sonia Ramos

En 1994, el SIDA aún era esa enfermedad letal y macabra, de la que –a nivel social– se desconocía más de lo que se sabía. Ser enfermo de SIDA podía llegar a convertirte en un apestado. En ese escenario, un grupo de sanitarias del Puerta del Mar constató, con preocupación, que los enfermos que eran dados de alta con VIH muchas veces no tenían dónde acudir. El médico Antonio Vergara tuvo la iniciativa de crear algo parecido al Hogar Marillac que llevaban las Hermanas de la Caridad en La Línea. Primero, se creó la Asociación Gerasa y, al cabo de los años, el Hogar, ”tanto por la vinculación con algunas de las sanitarias como por la colaboración de las Hermanas de la Caridad, que mantienen la dirección del centro”, comenta Trini Merino, actual presidenta de la asociación.

En este cuarto de siglo, también hay pacientes que han conocido aquí a su pareja; o que han montado su propia iniciativa para ayudar; otros que se han reinsertado con sus familias, y otros acogidos que hoy en día están trabajando fuera.

Hogar Gerasa celebra estos días su 25 aniversario, con actos como la mesa redonda que tendrá lugar el próximo jueves en el Centro Integral de la Mujer en Cádiz. y al que acudirán los que han sido desarrolladores de la iniciativa: Antonio Bascuñana y Antonio Vergara.

Trini Merino forma parte del recurso casi desde sus inicios, adonde acudió como voluntaria. El objetivo entonces, a mediados de los noventa, era muy distinto al que el centro tiene ahora. El VIH tenía idéntica tarjeta de visita a la de la tuberculosis en el siglo XIX. Aunque mejor sería decir la sífilis, por lo que tenía de estigma social. Sin antirretrovirales efectivos, en esos años, el objetivo no era otro que “dar una muerte digna a las personas. Recuerdo que en las habitaciones del fondo, por ejemplo, había gente que pasaba en coma mucho tiempo”, comenta la actual presidenta de la asociación.

Aunque hoy en día, gracias a los antirretrovirales, el VIH se ha convertido en una enfermedad crónica, Merino piensa que “la sociedad aún no ha perdido el miedo, y sigue siendo una dolencia estigmatizante. Como nos movemos por modas, ahora parece que no toca hablar del SIDA, y que ya está aceptado. Por suerte, se ha conseguido avanzar mucho en las familias, pero la cara que ponemos cuando nos dicen que alguien es enfermo de SIDA, sigue siendo distinta”. Y eso, aun habiendo pasado todos una pandemia: como ocurría con la tuberculosis y la sífilis, en efecto, sigue pesando mucho el tabú, el origen sexual de la enfermedad.

Los enfermos que llegan hoy a Hogar Gerasa consiguen estabilizarse: el SIDA no es más que uno de sus muchos problemas. “De hecho, aquí se estabilizan porque tiene nunca estructura social que en la calle o en sus vidas, no tienen”, apunta la responsable. Entre las perspectivas de futuro, Gerasa pretende abrir sus puertas a aquellas personas del mismo perfil, aunque no padezcan VIH.

En la actualidad, el centro cuenta con 27 camas individuales, 15 de ellas bajo el paraguas de la Consejería de Salud y 11 bajo Dependencia, más una plaza extra de “emergencia” que está siempre ocupada. Y ahí reside el problema, comenta Trini Merino. El concierto con Dependencia lleva desde febrero del año pasado en el limbo: la Junta paga por todas las camas, pero hay tres de ellas vacías, en las que no se permite meter a nadie. “Cuando preguntamos, nos dicen desde Sevilla que están viendo de qué forma se puede concertar”, afirma.

“En 2004 –explica–, empezó un concierto entre Asuntos Sociales y Salud. Mediante convenio, pasábamos a ser considerados centro dependiente”. Antes, Hogar Gerasa quedaba bajo competencia de Bienestar Social pero, con el reparto de especialidades, ahora ha de referirse tanto a Salud como a Asuntos Sociales: “Con todo esto, volvemos al limbo en el que estábamos hace 25 años”.

“Desde la Junta –continúa la presidenta–, argumentan que no hay perfil, que están intentando buscar la viabilidad. La dependencia tiene una serie de pasos hasta que se le asigna un plan individual de atención. Pero Hogar Gerasa, por ejemplo, no está en el catálogo de servicios a los que se puede optar”.

Hogar Gerasa computa como comunidad terapéutica, al igual que los centros de desintoxicación: de hecho, se da el caso de que hay personas que se estabilizan y pasan del hogar de Chiclana a otro centro de comunidad terapéutica para curarse la adicción.

Aunque hay enfermeros y médicos disponibles las 24 horas –explica Merino–, el perfil social tiene un protagonismo absoluto: trabajamos cuestiones como la documentación o el acercamiento a las familias. Quien está durmiendo en un cajero, no va a tener una dependencia en su vida, porque no va a saber dónde ni cómo, porque no va a tener dni o años de padrón”.

La petición es que se reconozca a la entidad como recurso sociosanitario, “ya que casi todos los ingresados presentan algún grado de dependencia. En 25 años, hemos demostrado tanto el compromiso social como la viabilidad del centro pero, como se corten las subvenciones sociales de la Junta, no vamos a llegar: tenemos 15 plazas a 32 euros, pero haciendo cálculos, cada cama cuesta cincuenta euros mínimos. Más quince personas en plantilla”. Y eso que en la existencia de Hogar Gerasa también colaboran los ayuntamientos de Cádiz y Chiclana, con donaciones “que sirven para actuaciones puntuales, pero no para el día a día. Desde Sevilla nos han dicho que en octubre estaría ya resuelto, pero la verdad es que no tiene pinta de que suceda”.

“La Consejería tiene una Dirección General de Cuidados Sociosanitarios, pero todos ellos llevan ‘apellido’ detrás, como pueden ser las residencias de ancianos o los pisos de recepción. Quizá la salida estaría por ahí”, indica al respecto la responsable.

El daño cognitivo, la huella que sigue dejando el VIH

Antonio Vergara y Amalia García se encargan de tratar a nivel terapéutico a los pacientes del Hogar Gerasa. Un aspecto que no sólo es esencial en términos de resinserción en aquellos casos en los que sea posible, sino que se ha vuelto aún más imprescindible una vez el SIDA se ha convertido en una enfermedad crónica. Al aumentar los años de vida, ha aumentado también en estos enfermos la posibilidad de una degeneración neuronal: “Las secuelas cognitivas era algo que antes no se veía tanto –explica Antonio Vergara–. Siempre se ha hablado de algo llamado demencia SIDA, un cajón de sastre donde se metía casi de todo. Pero tienes que tener en cuenta que nosotros aquí tratamos perfiles que añaden a eso transtornos mentales, adicción, politoxicomanía o no tomar la medicación”.

Aun así, “una persona con VIH, aun en un escenario estable y normalizado, tiene más posibilidad de sufrir deterioro cognitivo porque el VIH penetra en el sistema nervioso central”, comenta Amalia García, que dedicó al tema su tesis doctoral y que, tras terminar la carrera en Granada, se ha centrado en el tema de drogodependencia a lo largo de varios proyectos. En Hogar Gerasa juntó las prácticas de investigación de la tesina con la parte clínica. Define su labor como satisfactoria a pesar de la frustración que conlleva, algo en lo que coincide con su colega, que empezó a interesarse por estos perfiles a través de su padre: “Aunque sea difícil, intentamos dar herramientas para que lo lleven lo más dignamente posible”.

El objetivo de los terapeutas es, ante todo, la estabilización: “Una vez hemos conseguido esto –comentan–, es posible seguir trabajando con algunos de ellos en el tema de consumo y adicciones, y desviamos a comunidad terapéutica o pisos de reinserción. Pero también tenemos –continúa Vergara–, perfiles de dependientes con cierto deterioro físico o mental que tienen pocas posibilidades de reinserción, y el mejor sitio en el que pueden estar es aquí”.

Amalia García señala que el trabajo con pacientes muy deteriorados es “muy limitado: tratamos la estimulación cognitiva para mantenerlos. Pero, para que te hagas una idea, en el grupo 1 puedes pasar diez minutos para que alguien te diga el día de la semana. Con los otros dos grupos, dependiendo de características de cada uno, vemos si pueden seguir en otros recursos más específicos”.

Algunos casos muy raros se reinsertan con la familia –prosigue–, pero con los que mayor éxito tenemos son con aquellos que se derivan a otros recursos y consiguen terminar el proceso”. Aun así, muchos vuelven a repetir el ciclo: “Acaban todo, y ahora qué. Si el escenario actual es difícil para muchos, imagina a alguien si apoyo familiar, sin formación académica, que no ha trabajado en la vida y con una carga con esta”.

También están, indica Antonio Vergara, los “casos de transtornos mentales graves, que luego no tienen un lugar fuera. Al cerrar los psiquiátricos, puede suceder que en centros como este se sientan en su casa”.

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