Pongamos que se llama María y que tiene 60 años. Hace poco tiempo que sabe que tiene alzheimer. La enfermedad acaba de ser diagnosticada y por el momento se encuentra en las primeras fases. A pesar de todo, ella es consciente de todo lo que le está pasando y nota el avance de la enfermedad. El humor le ha cambiado y prefiere directamente que ni le pregunten por el tema. Le molesta. Para llevar mejor el asunto le han aconsejado que vaya a AFA Puerto, una asociación de El Puerto de Santa María que tiene como único fin ayudar tanto a los afectados por esta enfermedad, como a los propios familiares . Allí, dos veces por semana realiza ejercicios y actividades donde recuerda a su primer amor, una amistad de la infancia o bien organizan guateques iguales que a los que ella iba en su juventud e incluso realizan ejercicios de relajación donde si al final te quedas dormido el monitor no te dice nada y te deja seguir descansando plácidamente. Dicen que estos ejercicios forman parte de una nueva terapia. Y también todos dicen que, al parecer, está dando muy buenos resultados.
Y así está ocurriendo. Al menos, eso es lo que aseguran los monitores de AFA Puerto, el único centro de la provincia donde por el momento se pone en práctica la Terapia de Estimulación Emocional T2E, un tratamiento no farmacológico utilizado actualmente con personas que tienen alzheimer. "Estamos muy contentos y los resultados se están notando ya", asegura Marta Vicenti, directora del centro, tras nueve meses de experiencia. En su caso, ella y su compañero Alejandro han sido los dos especialistas que regularmente han asistido a Madrid para recibir la formación ofrecida por Maria Wolff, la fundación desde donde se desarrolla esta terapia.
En concreto este tratamiento tiene una peculiaridad que lo hace único: trabajar exclusivamente con las emociones. “El objetivo consiste en entrenar al usuario para que sienta emociones gratificantes y positivas”, explica Rubén Muñiz, responsable de la fundación María Wolff y director de la investigación. Él, junto Javier Olazarán (neurólogo y director científico) han sido los encargados de desarrollar esta terapia que se comenzó a desarrollar en el año 2000. Desde entonces, más de medio centenar de centros lo han adoptado y aseguran estar "encantados". “Cuando la enfermedad se encuentra en las primeras fases, el usuario evidentemente se da cuenta de lo que está pasando y, como es normal, le influye en su estado de ánimo. Con esta terapia creamos situaciones controladas con estímulos positivos que consiguen crear un estado donde no sólo se centre en lo malo; también en el resto de cosas buenas”.
De todas las emociones que se trabajan, que son más de 52, algunas son más que conocidas y reconocidas de sobra, como la confianza, la ternura o el júbilo. "Pero este mundo se basa en construcciones mentales que cambian de una cultura a otra", explica Muñiz haciendo referencia a otras sensaciones que, aunque se sienten, no han sido reconocidas lingüísticamente en español, como el caso del hygga ( palabra utilizada por los daneses y noruegos para definir un ambiente cómodo y agradable, con sentimientos de satisfacción) o la placentera y plena ociosidad italiana del dolce far niente (que traducido viene a significar lo dulce de no hacer nada). "Creemos que cuanto mayor conocimiento tengamos sobre las emociones, tanto propias como las de los demás, mejor será nuestro desarrollo y la comprensión que tengamos de las personas que nos rodean. No es lo que se hace, sino cómo se hace", asegura Marta Vicenti.
Ya ha quedado claro que los sentimientos, como todo en esta vida, también se entrenan. Todo es cuestión de insistir y persistir. "Los usuarios comienzan a notar los primeros resultados a partir de los tres meses", asegura Muñiz. Aquí las terapias son muy variopintas, distintas a todo lo que se acostumbra: desde el focus group (técnica muy utilizada en marketing y que consiste en atender a la conversación de un grupo de personas para conocer sus intereses), hasta el anclaje emocional ( asociar un momento feliz con un gesto que realizaremos cuando lo necesitemos para regresar a ese buen estado), hasta recrear ambientes positivos (como o ya mencionados fiestas y guateques) o clases de confortabilidad donde se suele escuchar algún que otro ronquido. "En otro tipo de terapias tienen que hacer esfuerzos cognitivos. Aquí les dejamos expresarse y hacer lo que quieran", asegura Muñiz.
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