El balance de los cuartos de final

COAC 2023 | Los tiempos de espera condicionan los cuartos

El patio de butacas, casi vacío al final de la sesión del pasado martes.

El patio de butacas, casi vacío al final de la sesión del pasado martes. / Lourdes de Vicente

El pasado martes se vivió una de las imágenes más tristes de los últimos años en el Concurso del Falla. Apenas un centenar de aficionados se quedaron para ver las dos últimas actuaciones de la segunda función de cuartos: la comparsa 'La conquista del pan' y la chirigota 'Todo sobre su Marvel'. Esta instantánea se ha convertido en la principal protagonista de una segunda fase en la que empieza la competición por derecho. 

A partir de lo sucedido, algo que no es nuevo y que se repite año tras año, se ha vuelto a abrir el debate sobre si es necesario reducir el número de agrupaciones por sesión, aumentar el número de días o adelantar el horario de inicio de las funciones. Todas las alternativas ya se han puesto en funcionamiento en años anteriores, produciéndose siempre críticas por parte de los actores de la fiesta. Un bucle en el que se convierte el COACy del que no se saldrá porque cada uno tiene su interés propio, por lo que no existe –ni existirá– un bien común en la fiesta. Debates que solo sirven para marear la perdiz en vez de ir al fondo de la cuestión para encontrar una solución.   

La reducción de los montajes

El principal problema que sufre el Concurso del Falla es la gran cantidad de tiempo que se pierde entre montaje y desmontaje de las puestas en escena. Un ejemplo de ello se vio en la citada función del pasado martes. La sesión tuvo una duración total de casi seis horas y media. De ellas, solo cuatro horas fueron de tiempo real de las actuaciones repartidas entre los nueve grupos de la citada sesión. Es decir, se perdieron casi dos horas y media entre montajes y desmontajes. De hecho, en un par de ocasiones se superaron con los 20 minutos entre grupos. 

Aquí es donde está el principal el problema de que las sesiones sean tan largas y es en donde está la solución al problema. El reglamento establece un tiempo de 10 minutos entre montaje y desmontaje, pudiéndose elevar a 20 si la agrupación lo solicita. Si la gran mayoría pide los 20 minutos, al final se acaba perdiendo una agilidad necesaria en el escenario para que las funciones no acaben tan tarde. 

Por ello, una de las primeras medidas que debe tomar el Ayuntamiento es implantar algún tipo de mecanismo en las bases para valorar si realmente es necesario que un grupo use los ya citados 20 minutos de montaje y desmontaje, evitando así esperas innecesarias. También debe haber una reflexión dentro de la propia fiesta sobre la sobredimensión de los atrezzos, su necesidad o buscar fórmulas para aligerarlos. 

Respecto al resto de soluciones que se plantean, todas tienen sus condicionantes. Una de ellas es volver a las sesiones de tarde y noche. Esta medida tendría dos problemas. El primero de ellos, que fue el motivo de su supresión, es que a nadie le gusta cantar de tarde por los condicionantes del propio horario, las dificultades para que el Falla se llene, el ambiente y los propios tiempos de espera por los montajes, ya que cuando había sesiones vespertinas estas se celebraban con mayor agilidad.

Por su parte, reducir el número de grupos por día supondría alargar el Concurso. Ya hemos tenido certámenes que han durado cinco semanas, con las consiguientes quejas por su larga duración, por lo que esta medida tampoco sería beneficiosa.

La última medida sería adelantar el inicio de la sesión a las 20 horas, tal y como sucedió en 2020. Sin embargo, el Ayuntamiento ha reculado en las últimas dos ediciones por las quejas de los propios participantes. Junto a esto, también habría que explorar un mejor encaje de las agrupaciones invitadas de la cantera, que también alargan la duración de las funciones, por lo que habría que estudiar la posibilidad de colocarlas antes del horario de inicio oficial.

Los cupos por modalidad

El establecimiento en el reglamento de un número máximo de agrupaciones por modalidad que puede superar cada corte se ha convertido en uno de los principales males de los cuartos de final, ya que está provocando que se cuelen grupos de relleno y que las funciones se alarguen. Junto a esto, que agrupaciones con una dudosa calidad superen el primer fallo del jurado va en detrimento de las propias modalidades, tirándose al suelo el nivel mínimo para contar con una segunda actuación, siendo esto también un premio económico para las agrupaciones.

En este 2023, el reglamento estableció un numero máximo de 56 agrupaciones (12 coros, 19 comparsas, 19 chirigotas y seis cuartetos) para el pase a cuartos. Finalmente, entraron 53 grupos. Normalmente, no existen problemas con las comparsas y chirigotas tanto en cantidad como en calidad. Sí suelen aparecer con los coros y los cuartetos, ya que año tras año se cuelan grupos de relleno. 

Este es un problema en dos vertientes. En primer lugar, cubrir todos los huecos posibles supone alargar artificialmente las funciones, dando en muchas ocasiones la sensación de seguir en las preliminares. Y segundo, porque en estas dos modalidades se necesita ya muy poco para superar el corte. 

Hasta la fecha, no ha habido un jurado con un criterio propio para establecer un corte real en cuanto a la calidad, lo que beneficiaría a las propias modalidades y al Concurso en general al aumentar la exigencia, por lo que ciertos grupos tendrían que mejorar si quieren seguir en cuartos. 

Porque, seamos sinceros, en este 2023 no había la calidad suficiente para que entraran 12 coros –a lo sumo, ocho o nueve– y tres cuartetos –con la única salvedad de ‘Escuela Taller de Gladiadores El Pópulo’– en cuartos. 

Esta es una de las cuestiones a solucionar, ya sea a través del reglamento con la eliminación de los cupos por modalidad o la elevación del listón para dar una mayor entidad a los coros y los cuartetos, o con un jurado con personalidad para establecer un nivel de exigencia adecuado. 

El público

Dentro de la situación vivida el pasado martes, el público también tiene parte de culpa. Además de la pérdida del espíritu crítico del aficionado que acude al Falla, la apertura a una afición más universal está provocando una serie de actitudes incomprensibles. 

En una fase como los cuartos, se constata que una gran parte del público solo acude al teatro para ver a determinadas agrupaciones. Esto provoca que si el orden de actuación coloca al final de la noche a agrupaciones de menor entidad, este se quede prácticamente vacío. 

Esta mentalidad se nota en las funciones menos esperadas, en las que el público sí acude para ver la sesión al completo al no haber grupos estrella. Aunque la imagen del martes no se volvió a repertir, es necesaria una reflexión del aficionado que compra una entrada para ver a solo dos o tres agrupaciones, más si cabe cuando ya en esta fase la calidad mínima está asegurada. Es deber de todos propiciar un ambiente en el que se generen aficionados al Carnaval en general y no solo de un determinado grupo para evitar imágenes como las del pasado martes. Una educación carnavalera en la que aún queda mucho camino por andar. 

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