ramiro domínguez hernanz | editor de sílex

  • Cuando era joven, quería montar un tienda de discos en la capital gaditana, pero la sensatez lo llamó a seguir el negocio familiar en Sílex. Visita a menudo Cádiz, donde vive parte de su familia. En las navidades de 2020, un coma inducido a causa del Covid lo sacó varias semanas del mundo: de esa experiencia alucinada habla en 'Vida después del sueño'.

"El mundo que encontré al despertar era casi tan raro como el del coma"

El editor Ramiro Domínguez Hernanz, durante la entrevista. El editor Ramiro Domínguez Hernanz, durante la entrevista.

El editor Ramiro Domínguez Hernanz, durante la entrevista. / Jesús Marín

Escrito por

· Pilar Vera

Redactora

El 24 de diciembre de 2020, Ramiro Domínguez Hernanz (Madrid, 1967) ingresa por Covid y atraviesa, en coma inducido, las navidades más alucinadas de su vida: un relato, a ojos cerrados, que mezclaba sensaciones y recuerdos con el toque surrealista de los sueños, y que ha terminado siendo común a aquellos que han despertado de un episodio semejante. A petición de Recaredo Veredas, ambos fueron grabando lo que recordaba de su experiencia, “y él fue transcribiendo, dando cohesión y editando, porque había apuntes que también había hecho yo”. Todo ello trata de plasmarse en Vida después del sueño. Editor de Sílex, tiene conexión familiar con Cádiz, lugar donde viven sus hermanos y adonde sus padres acudieron a principios de los 80. Visita a menudo la capital gaditana, la última vez, para presentar uno de los títulos más recientes del sello especializado en historia: Liberales, utópicos y románticos, de Julián Oslé.

—24 de diciembre de 2020. Las navidades más fuera del mundo que nadie pueda vivir. Sólo que, en vez de la visita de tres fantasmas, fueron legión.

–La experiencia que yo viví, y que han vivido todos los que han pasado por algo similar, es difícilmente comparable a nada. Durante ese limbo en el que estás, el cerebro va formando una historia de una realidad increíble. Según luego nos han explicado, todo esto se debía a una medicación muy alta en opiáceos que después, claro, no pueden quitar del tirón, sino que lo van haciendo poco a poco, y ya la mezcla entre realidad y ficción es total.

–Un minué perfecto entre ambas cosas.

–De alguna forma, el relato que se va conformando te va dando pistas de lo que te ocurre realmente. Por ejemplo, en mi periplo onírico en Marruecos, yo estaba convaleciente también en un hospital, pero en el piso de arriba se organizaban opíparas cenas y encuentros a los que yo no podía asistir. Lo placentero estaba fuera de mi alcance: de algún modo, como en la vida real, yo estaba en el mundo sin estar en él.

–¿Por qué, precisamente, Marruecos?

–Pues que saliera Marruecos, por ejemplo, tiene todo el sentido porque en un viaje a Marruecos precisamente, en el 93, me puse malísimo, me dolía todo. Y estaba totalmente emparanoiado y pensé: “¿Tendré SIDA?”. Claro, no. Pero de alguna forma, eso se ha quedado en lo profundo de mi mente.

–Es que dentro de esas imágenes potentes del coma, está la del frío tremendo junto a un cementerio marroquí, ese momento con las luces de la otra orilla al fondo...

–Ahí me estaba muriendo. La imagen que hemos escogido para la portada del libro es una reproducción de un Rubens en Berlín: esa luz, ese tono verdoso es la luz que yo estaba viendo en esa tapia de ese cementerio marroquí aunque, por lo que yo recuerdo, no tienen tapia. Algo en mí me decía que me moría, mientras el mundo de los vivos quedaba al otro lado... Pero consigo pasar esa noche de frío tremendo y llevar unas cenizas que tenía que llevar, ya ves, a la Península.

–Al fin y el cabo, el cerebro es el gran narrador. Se cuelan detalles del momento, como Filomena; o vivencias del pasado, como la Movida.

–De hecho, cuando esa realidad va deshaciéndose, cuando empiezo a entender que nada de ese periplo ha pasado realmente, siento una mezcla de pena y alivio.

–Quizá por ese regreso a la juventud.

–Aparecían muchísimo rostros icónicos de la época en la gasolinera de la avenida de América, las motos de los mods llenas de espejos, la realidad de los ochenta y las drogas. Pienso que, al estar yo hasta arriba en ese momento...

–Gracias al mercado blanco.

–Gracias a todos esos opiáceos, sí, y mi hermano haber muerto en parte como consecuencia de todo aquello, pues yo creo que era una especie de reflejo. Su muerte fue un impacto, entre otras cosas, porque creo que no había nadie que viviera más el momento... Llamaba la atención donde fuera. Así que todo el periplo del coma mezcla mi biografía, la relación con mi hermano, y lo laboral, la editorial.

"Al estar medicado con opiáceos muy puros, la experiencia del coma de un Covid no es comparable a nada"

–Aquí una pregunta rara pero... ¿cree que puede tener todo eso, a nivel neurológico, alguna similitud con lo que cuentan de las experiencias cercanas a la muerte?

–Cosas como el simbolismo ese del túnel yo no lo vi, lo más cercano fue lo del cementerio... Aunque lo normal en esos casos que me dices es de gente que lo mismo ha pasado un par de días en coma pero no inducido por opiáceos:creo que ahí puede radicar la diferencia. Fíjate en las cosas que contaba también Antonio Resines, que había sido agente secreto o algo así. Tal vez proyectas temas que quisieras ser, o que has dejado abiertos.

–Cádiz sale en ese otro mundo porque Cádiz es, también, importante en su vida:aquí se instalan sus padres, y usted y su hermano se quedan en Madrid porque bueno... eran jóvenes.

–Si supieras que mi plan del momento era montar una tienda de discos aquí en Cádiz...

–Un Melocotón de la época.

–Sí, estilo a un Melocotón. Gran visión de negocio... Pero tenía una novia en ese momento y, al final, cedí a las voces que me decían que por ese camino, el de la tienda de discos, iba a sufrir mucho. Y no mucho después entré a ayudar en la editorial, pues en principio mi cometido era ese, e hice mi primer libro... y ya tuve la intuición de que aquel iba a ser mi camino. Lo que nunca podría haber imaginado era lo mucho que me iba a enganchar.

–El PageMaker, qué recuerdos.

–Lo estaba recordando todo precisamente con este Liberales, utópicos y románticos, que me traía a la memoria aquel Cádiz 1900, también de Julián Oslé. Maquetábamos todavía con cajas, en las que recortabas y pegabas, y con la rueda de proporciones (la rueda Catalina), que te daba una proporción que mandabas a fotomecánica. Comparar todo eso con los procesos de ahora es medir distintos periodos históricos:lo que antes te podía llevar cinco meses, ahora lo tienes en una mañana.

–Presente de forma inevitable, en ese ovillo que forman biografía y sueño, está la figura de su padre, Eleonor. Fue él, si no me equivoco, el que hizo las fotos del Templo de Debod antes de ser trasladado a Madrid.

–Sí, fue en la primera expedición a hacer fotografías y a ver de primera mano todo lo que había en el entorno del templo de Sudán. Pasó tres meses allí, del 62-63. Las fotos terminaron en el Museo Arqueológico Nacional.

"A las dos semanas de estar en casa, quise ponerme a trabajar y se me había olvidado cómo teclear"

–También tiene su aquel fundar, a finales del franquismo, un sello dedicado al arte y la historia.

–Él va publicando títulos desde el 67, pero Sílex la funda en el 73 e incorpora todas las publicaciones que ha ido sacando hasta entonces. Su línea estaba muy centrada en la historia y el arte. Dentro de la línea histórica, publicó también muchos títulos de ámbito gaditano, el sello fue durante un tiempo una especie de referencia por aquí... Creo recordar, aunque hablo de memoria, que publicamos unos 16 títulos gaditanos: el famoso Cádiz de las Cortes, del que hicimos edición conmemorativa, la Historia de Cádiz en cuatro volúmenes, El lenguaje de la mar de Cádiz, Pericón de Cádiz, Guía Histórica Artística... Cuando yo me incorporo a la editorial, intentó continuar con el campo historicista, aunque con un estilo distinto, más dentro del concepto británico de este tipo de ensayos.

–Y el tema de la música.

–Y el tema de la música, con libros como Antología de la British Invasion, que a mi padre le hubiera dado algo... Pienso que si hemos sobrevivido es, como siempre ocurre, porque hemos sabido adaptarnos.

–¿De dónde surge ese apego a Cádiz?

–Bueno, mi abuelo era de Jerez pero se fue de muy pequeño. Ocurre que, una Semana Santa de principios de los 80, decidimos cambiar nuestra rutina de vacaciones e ir a El Puerto: se pasó toda la semana lloviendo a mares, eso sí lo recuerdo. Pero a mí padre le sirvió para tomar contacto con todo esto, y empezó a disfrutar del ambiente de Cádiz y hacer amigos como Rafa Román, Alberto Ramos Santana, Julián Oslé... y a darle vueltas a lo de venirse a vivir aquí.

–Tras el coma, ¿qué fue lo más difícil al volver al mundo real?

–El aterrizaje fue lento. Recuerdo abrir el móvil, que se había quedado tieso, y bloquearlo porque no recordaba el pin, y luego ver todos los mensajes en cascada, todos los correos... Fue un proceso emocionante y doloroso, mientras trataba aún de distinguir qué era real y qué no, y asumir el hecho de que bueno, de que lo que había pasado era que había estado a punto de morirme. Terrible y a la vez, reconfortante, si es que algo puede ser así. Los dos primeros meses no hice apenas nada porque no tenía fuerzas para nada, pero la sensación de reencontrarme otra vez con el mundo era intensísima. Como cuando pierdes a un ser querido, tienes que tener tu duelo. No olvidaré nunca que, a las dos semanas de aparecer por casa, quise ponerme a trabajar y vi que los dedos no respondían: era incapaz de teclear.

–Qué espanto.

–Me aterroricé. Verás que me he quedado aún más idiota de lo que era, me dije: ¿qué voy a hacer, si yo me dedico a esto, si escribir es lo que hago como respirar? Probablemente, la costumbre hubiera respondido tarde o temprano, pero estaba tan horrorizado, y tan empecinado en seguir adelante, que me desbloqueé en tres días.

–Pequeña maquinita terrible.

–Es increíble lo que puede activar en el cerebro una sustancia. Recuerdo estar en el duermevela de la UCIR y pensar:“Pero... sí, no, ¿esto no era un barco?”, con un cansancio demoledor encima. Pero el personal sanitario se portaba muy bien, cuando les venía con cosas absurdas le quitaban gravedad:“Sólo estás un poco desorientado, Ramiro”. Y mientras, el sueño podía seguir:estaba convencido, por ejemplo, de que en el  lado izquierdo de la sala unos sudamericanos tenían unos altarcitos. Las cosas de los muertitos, claro, para mí tenía todo el sentido, pero no era así. Como la muerte estaba tan cerca, todo eso tenía lógica.

–Para colmo, se despierta a un mundo que dejaría a cualquiera ojiplático.

–Yo miro por la ventana el 31 de enero y todavía hay nieve del Filomena y voy viendo que unos tipos muy raros, con cuernos de bisonte, habían asaltado el Capitolio hacía unos días. Todo era casi tan absurdo como en mi coma, y más o menos así ha seguido, en efecto. Pero... pero yo estoy aquí. Seguramente ahora venga una crisis –que, por cierto, las crisis no surgen por esporas, las crea el capitalismo, pero eso da para otro libro–, pues ya veremos qué hacemos con ella, en la confianza de que quien tiene la responsabilidad última actúe desde la sensatez hacia los ciudadanos, cosa que no siempre ha sido así. Pero puedo seguir aquí. El mundo estará más o menos jodido o no, pero estoy aquí y capearé con esto.

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