Servicios Sociales | Atención a las personas sin hogar en Cádiz

“Lo que no podemos hacer es echar a nadie de la calle”

  • La concejala de Servicios Sociales, Helena Fernández, indica que a día de hoy hay unas 80 personas viviendo sin apenas recursos en la vía pública, una situación que empeoró con el covid

Imagen de archivo de un indigente durmiendo a las puertas de una vivienda.

Imagen de archivo de un indigente durmiendo a las puertas de una vivienda. / Fito Carreto (Cádiz)

Llama la atención que se sabe el nombre del sin hogar que vive en el banco que hay frente a la iglesia de San Pablo o sabe la historia del que un día se apostó con todos sus enseres en la plaza de Candelaria. Sabe la raíz de las trifulcas de La Viña o conoce a la perfección el número de personas que durmieron esta pasada noche en las bóvedas de las Puertas de Tierra. Y si no lo sabe ella, Helena Fernández, concejala de Servicios Sociales del Ayuntamiento de Cádiz, se lo anota su compañera, Carmen Almadana, directora del área. Y si ninguna de las dos conoce algún dato, les basta con levantar el teléfono y contactar con sus equipos de calle.

Es singular esta denominación: equipos de calle. Son los ojos de un grupo de profesionales que se dedican día a día a peinar la ciudad para conocer cuántas personas viven en sus calles sin techo ni hogar.Entre ellos y siempre con la ayuda del resto de técnicos del área y con la impagable colaboración de los colectivos que, según Helena Fernández, son los que realmente conocen la situación de lo que ellos denominan el “sinhogarismo”.

Según la edil, se trata de un equipo multidisciplinar formado por técnicos profesionales, un educador, un trabajador social y un psicólogo. “Van in situ. Ellos trabajan en la calle. Van donde estas personas hacen su vida cotidiana, sobre todo aquellas personas que no quieren acceder a nuestros recursos. Su trabajo es apoyarles, ayudarles en los trámites de prestaciones, informarles sobre los recursos que tienen a su disposición, acompañarlos en todo el proceso para que tengan confianza”.

Es un problema que está ahí y que no tiene solución. Unos que vienen y otros que van, como decía Julio Iglesias. Saben que no tiene solución pero intentar siempre buscarla aunque saben que a medida que van solucionando los cientos de problemas de esas personas, van llegando más a la ciudad gracias o por culpa de que “Cádiz es una ciudad cálida”, según afirma Helena Fernández.

Y es que ese proceder, esa atención a la que el Ayuntamiento está dedicando ahora más recursos que nunca, provoca también un efecto llamada que se desborda en ciertas épocas del año.

El Ayuntamiento está trabajando ya con la campaña del frío. El Ayuntamiento está trabajando ya con la campaña del frío.

El Ayuntamiento está trabajando ya con la campaña del frío. / Fito Carreto (Cádiz)

A día de hoy, desde el área de Servicios Sociales afirman que hay unas 80 personas viviendo en las calle de Cádiz, personas con distinto perfil, entre los que las mujeres y los jóvenes se están haciendo cada vez con más espacio.

“Y en cuanto tengamos en fechas próximas el nuevo censo de las intervenciones estas cifras irán en aumento, sobre todo por culpa de la pandemia y el confinamiento"”. Helena Fernández lo tiene muy claro y culpa al covid y a la crisis económica que ha llegado con el virus el aumento de este fenómeno del sinhogarismo.

El último censo con el que se manejaban queda caduco en estas fechas y será en unas jornadas que tendrán lugar el 25 de noviembre organizadas desde el área de Servicios Sociales de la mano de diversos colectivos ciudadanos donde se ponga negro sobre blanco y se actualicen todas las cifras. “El objetivo fundamental es poner en común esta nueva realidad que ha llegado con el coronavirus y sus efectos en el sinhogarismo”, afirma Helena, que adelanta que previamente tendrá lugar una especie de asamblea de personas sin hogar en un centro de día en el que podrán dar su versión de los hechos.

“Buscamos unificar acciones y me he marcado como objetivo personal crear una mesa de trabajo de personas sin hogar de la Bahía. Lo que no podemos es estar echando a unos de aquí para allá. Si ellos tienen más sitios para dormir y nosotros más lugares donde se puedan duchar, pues intentaremos navegar todos en una misma dirección”.

“Tampoco creo que haya ahora más gente que nunca viviendo en la calle aunque pueda dar esa sensación”. Lo que sí piensa Helena Fernández es que “ahora son más visibles o puede que ahora estemos todos más concienciados porque resulta que a lo mejor antes eran casi invisibles o la gente prefería no verlos. Nadie los miraba”. “Ahora hay gente que se da cuenta de que Pepe está viviendo en la calle Ancha cuando lleva allí más de 30 años”.

En cuanto al perfil actual de la persona sin hogar suele ser un hombre (68%) con una edad media de 43,2 años, con estudios mínimos. En cuanto a la nacionalidad suele estar muy igualada entre el número de PSH (personas sin hogar) españoles y extranjeros, aunque muchos se niegan a contestar a esta pregunta. En el censo que aún obra en manos de Servicios Sociales, aparece que sólo un 2,9% de esas personas trabaja y el resto o no trabaja o no sabe/no contesta. Sólo un 14,6% recibe algún tipo de prestación y no suelen estar empadronados en Cádiz.

El gran despliegue de atenciones municipales provoca también un efecto llamada

En cuanto al tiempo que llevan sin un hogar fijo, la mayoría afirma llevar más de diez años en dicha situación y la causa que les ha llevado a convertirse en una PSH es fundamentalmente el desempleo, siguiendo de cerca los problemas familiares, los económicos, la separación o el divorcio o las adicciones.Y un dato singular. Ante la pregunta por parte del personal de calle que se acerca a estos colectivos a recopilar datos, sólo un 53,4% afirma que les gustaría dejar la vida sin hogar. Cierto es que sólo un 2,9% afirma no querer dejar la calle, mientras que un silencioso 43,7% prefiere no decantarse sobre si prefiere seguir viviendo sin techo o no.

¿Y hasta dónde puedan llegar los Servicios Sociales? Helena responde con insistencia: “intervención, intervención, intervención... personas, persona, personas”. Ella misma recuerda que no tienen autoridad para echar a nadie de la calle. “Nuestra obligación es intervenir socialmente: aquí tiene usted un lugar donde se puede duchar o este hueco para poner aquí sus cositas, tiene este u otro albergue por si no quiere dormir en la calle...”

Pero no es todo tan fácil ya que existe el problema de que cuando la situación está más cronificada “nos rechazan más, rechazan más a la sociedad, en general, e incluso detesta que les quieran ayudar”.

Carmen Aldana, directora del área de Asuntos Sociales, pone por delante otro handicap: “La intervención con las personas sin hogar se caracteriza porque requiere una continuidad que se alarga en el tiempo hasta que consigues ganarte la confianza. A veces son procesos que duran años”.

A este respecto, Helena Fernández recuerda que “son personas que vienen muy apaleadas y requieren una tutorización continua. Están solos, la mayoría no tiene familia y sabes que en el momento en que surja cualquier bache vuelven a recaer”.

“Lo que no podemos hacer es echar a nadie de la calle”. Y para apoyar esta tesis, Helena Fernández recuerda que en el anterior Ayuntamiento, el de Teófila Martínez, cuando estaba Súnico, hubo una sentencia condenatoria por hostigamiento. “La Policía echaba a la gente de la calle y la Ley demostró que eso no se podía hacer. Otra cosa es que molesten o no conserven las mínimas medidas higiénicas. Entonces sí debemos actuar por protocolo”.

“¿Y no os cansáis en los casos persistentes que caen, caen y recaen?”, le pregunta este Diario a Helena Fernández y Carmen Almadana. Y es la segunda la que contesta con un “¿Se cansa un padre cuando tiene un hijo con problemas o se cansa un hijo cuando tiene que cuidar a su padre con alzheimer? Seguimos interviniendo hasta que llega el momento en el que vemos que es ya algo imposible, pero la intervención social no se cansa”.

Hay casos, según aclara la concejala, “más severos donde vemos a gente que ya no maneja bien sus voluntades o bien que ya muestra problemas mentales. En esos casos contamos con una mesa en la que están representadas la Junta de Andalucía, Salud Mental y la Fiscalía. Ahí, a veces, se considera la posibilidad de declarar la incapacidad de esa persona, pero son ya casos extremos”.

“¿Y no teméis que el hecho de que tratéis tan bien a los indigentes y sin techo pueda provocar un efecto llamada?”, le pregunta este periódico a Helena. “Ni siquiera nos lo preguntamos. Personas, personas, personas. A nosotros nos toca intervenir cuando detectamos un a situación problemática y hay que hacerlo y punto. No podemos pararnos a pensar que si mi gente lo hace bien pueda llamar a más personas sin hogar. Tenemos siempre que intentar jugar y dimensionar los recursos. Y, además, yo no creo que los tratemos tan bien sino que, hasta ahora, ha habido una carencia tan importante de recursos... Ahora los tenemos porque este Ayuntamiento se está volcando”.

“¿Nuestra labor? Atenderlos, darles la oportunidad de ducharse, conectar sus teléfonos móviles, intentar atraerlos a sesiones para orientarles laboralmente, buscarla documentación si no cuentan con ella. Después de eso, puede ser que quieran seguir durmiendo en la calle... puede, pero llegamos hasta donde nos dejen llegar”.

En cuanto a lo que bautizan con dos palabros como la juvenilización del sinhogarismo, Helena Fernández indica que a día de hoy tienen en Servicios Sociales a cinco o seis personas de larga estancia en el albergue de Capuchinos. Suelen ser los jóvenes que, tras cumplir los 18 años, “la Junta de Andalucía los pone en la calle y se ven, de pronto, sin saber para dónde tirar”.

Esos jóvenes, según Fernández, requieren un trato especial “porque imagínese que les conseguimos que accedan a unas prácticas en un supermercado. No los voy a tener durmiendo en los bajos de la Caleta. Necesitarán un lugar para dormir y para ducharse, al menos durante los tres meses que dure el curso. Les buscamos una salida digna y no dejamos nunca de intentarlo”.

Tanto Carmen como Helena insisten en que el proceso es lento. "Les preparamos para salir a la calle, intentamos gestionarle el ingreso mínimo vital y si logramos que se empadronen, mejor que mejor. Ya tienes ahí a una persona de calle que ahora ha aprendido a convivir. Sale con sus 450 euros, accede al sistema público de alquiler o el mercado laboral. Es todo muy lento pero es ahí donde nos toca trabajar con intensidad y con paciencia".

“¿Y es alto el nivel de picaresca en Cádiz?”. “Es inevitable. Lo mismo que se lucha contra el fraude fiscal y sigue existiendo aunque haya personas como usted o como nosotras que pagamos religiosamente nuestros impuestos". "La picaresca existirá siempre", apunta Carmen Almadana.

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