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María de los Ángeles García | Misionera

“Manos Unidas es para mí un símbolo de que otro mundo es posible”

La religiosa María de los Ángeles García, en el patio central del Obispado de Cádiz durante su estancia en la ciudad esta semana.

La religiosa María de los Ángeles García, en el patio central del Obispado de Cádiz durante su estancia en la ciudad esta semana. / Miguel Gómez

María de los Ángeles García nació en León en 1959, pero vivió luego en el País Vasco. Allí se licenció en Medicina y conoció a la congregación de María Inmaculada, que despertó en ella la vocación que le hizo tomar los hábitos y marcharse, en 1997, a Malí, el país africano en el que es misionera. Esta semana ha estado en Cádiz para apoyar la campaña de Manos Unidas.

–¿Cómo surge la vocación religiosa en una persona que se ha licenciado en Medicina?

–Pues entré en la congregación cuando acabé la carrera. Estaba en una residencia de las religiosas de María Inmaculada y me llamó la atención lo que hacían, la vida que tenían y la manera de trabajar y actuar de estas religiosas. Fue una vocación tardía, entré con 26 años.

–¿Siempre ha sido misionera?

–Sí, yo pedí entrar en misiones. Y la congregación me mandó a África, a Malí, y es donde llevo desde el principio, no he cambiado. Empezamos poquito a poco, con una escuelita de 30 o 40 alumnas, y ahora tenemos 950. Tenemos alfabetización, corte y confección, escuelas de primaria y secundaria, técnicos de salud, licencias en ciencias de salud... Y también tenemos una residencia donde acogemos a las chicas que vienen de fuera. Todo esto gracias a Manos Unidas. Yo no tengo palabras para agradecer a Manos Unidas la ayuda. Todas las ong te ayudan, pero Manos Unidas es una ong especial. El 90% de todo lo que da la gente llega al proyecto. Manos Unidas para mí es un símbolo de que otro mundo es posible. Es una comunidad de creyentes capaz de demostrar que se puede cambiar este mundo.

La religiosa María de los Ángeles García. La religiosa María de los Ángeles García.

La religiosa María de los Ángeles García. / Miguel Gómez

–Son proyectos a largo plazo, de futuro y no asistenciales.

–Exactamente. Manos Unidas tiene, sobre todo, proyectos de desarrollo. A nosotros nos ayudan, nos financian el proyecto, pero después tiene que seguir adelante y la gente tiene que aprender a pescar. También ha habido veces que Manos Unidas nos ha ayudado en cosas puntuales: en la gran sequía, y entonces te dan para poder dar de comer a la gente. Pero, normalmente, es la gente la que tiene que aprender a desarrollarse; a hacer huertos, que sean ellos los que cultiven, que tengan agua potable.

–Darles las herramientas.

–Eso, herramientas para que sean ellos los que saquen adelante todas las cosas.

–En su centro, dice, la labor es fundamentalmente formativa.

–Sí. La educación es una buena herramienta para el desarrollo. Ya han salido más de veinte promociones. Si yo estuviera trabajando de médico, pues sería una persona, pero ahora tengo más de 300 o 400 alumnas que están trabajando y están haciendo una buena labor en los centros de salud locales.

–¿Ha tenido que ejercer la medicina alguna vez?

–Un poquito, sí; pero no mucho. A lo que más me dedico es a la enseñanza junto a un grupo de más de 30 profesores, todos nativos. Es una escuela que está subvencionada por el Estado, lo que es muy importante para el mantenimiento. Cogemos a las chicas más necesitadas, como es nuestro carisma. Las que vienen de los poblados las tenemos en nuestra residencia. Y las chicas son las que colaboran en el mantenimiento del centro. Las mismas alumnas son, por ejemplo, las que limpian las clases.

–¿El alumnado está formado sólo por mujeres?

–Sí, sobre todo por la discriminación que hay contra la mujer. Damos preferencia a la mujer.

–En la campaña de Manos Unidas se habla de pobreza medioambiental: imagino que estará atada a la pobreza económica.

–Claro, van unidas. Allí, por ejemplo, la gente cocina con leña y cada vez hay menos árboles por la desforestación, y las lluvias vienen cada vez con más dificultad. Así que todas las acciones del ser humano repercuten en el medio ambiente. Talar árboles influye en que las lluvias vengan con mucho retraso, y eso influye en que las cosechas se pierden. Hay que buscar otros medios de conseguir el agua. Y la agricultura es un medio de subsistencia. Y Manos Unidas también nos ha ayudado mucho en la energía solar, que es fundamental en África. Malí es, además, un país con mucha agua subterránea, pero se necesita dinero para poder perforar. Manos Unidas nos ha construido un pozo, una perforación, del que se beneficia todo el barrio; no solamente es para nosotros, para la escuela y la residencia. La gente del barrio viene con sus calderos a coger agua. Son acciones que mejoran la calidad de vida de las gentes sin destruir el medio ambiente.

–¿Cómo está el asunto de la migración en Mali?

–Es muy duro. Hay mucha gente que se quiere ir. La gente ve por televisión cómo se vive en Europa. Es normal que se quiera vivir mejor y también que las familias sobrevivan. Allí las familias se reúnen, eligen al chico más fuerte y le ayudan para que se venga a Europa. Y cuando está aquí, tiene que mandar dinero a la familia. Es una manera de salir adelante, no tienen a veces otro remedio. Hay que estar muy desesperado para hacer la travesía, pero es que hay gente que se muere de hambre. A nuestra casa viene mucha gente a pedir limosna, ves gente que pasa hambre y que soporta y aguanta infecciones porque no tiene dinero para ir al centro de salud. Ponerte enfermo es catastrófico, las medicinas son caras. Sobre todo en los poblados. No es fácil, pero poco a poco se puede ir consiguiendo que esta situación mejore, y esa será la mejor manera de frenar la emigración. Hay que ayudar a esta gente a que encuentren un medio de subsistencia en su propio país.

–Una última reflexión en torno a su condición de mujer dentro de la Iglesia. ¿Cómo ve ese papel?

–Bueno, allí en Malí poco a poco, porque estamos como aquí pero cien años atrás. Allí son los curas los que gobiernan. La mujer se está metiendo poco a poco, y cuando una mujer manda, no es por nada, pero a veces lo hace mejor que el hombre (ríe). Las mujeres son más sensibles, tienen una sensibilidad más fuerte. La mujer allí es muy sufrida y aguanta mucho; tiene una capacidad de soporte muy fuerte. Además, cada vez hay más congregaciones femeninas que masculinas en Malí, y tenemos mucho peso. Poco a poco nos vamos metiendo.

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