Tribuna

Feliciano Ruiz, cien años de bondad de un hijo adoptivo y gaditano de ley

  • El sacerdote marianista cumple hoy en Madrid un siglo de vida

  • Casi 60 años los ha pasado entre el colegio de San Felipe Neri y el Oratorio

  • Petición de hijo adoptivo

El sacerdote marianista Feliciano Ruiz durante el homenaje que recibió en 2008 en su 85 cumpleaños.

El sacerdote marianista Feliciano Ruiz durante el homenaje que recibió en 2008 en su 85 cumpleaños. / Jesús Marín

Cádiz y los marianistas están de enhorabuena. En Madrid, este 24 de enero, cumple 100 años quien pertenece a la historia y la vida de esta ciudad durante décadas de entrega y servicio a tantos gaditanos desde la humildad, la sonrisa y un profundo espíritu de fe.

Feliciano Ruiz Gainzarain nació un 24 de enero de 1923 en Argote, enclave burgalés en Álava donde transcurrió su infancia. Su vida marianista se inicia un 7 de octubre de 1935 en el postulantado de Escoriaza (Guipúzcoa), donde al tiempo que continúa sus estudios, decide ingresar en el noviciado marianista de Elorrio (Vizcaya) el 10 de julio de 1940. Desde esta fecha hasta 1945 irá renovando sus votos temporales como religioso marianista, hasta que decide consagrar su vida para siempre a Dios en la Compañía de María en agosto de 1946 en la querida casa de Escoriaza.

A partir de aquí comienza la preparación para el ministerio sacerdotal en el Seminario Internacional de Friburgo (Suiza). Continúa sus estudios en Madrid, y Leopoldo Eijo, patriarca-obispo de está diócesis lo ordenará el 19 de mayo de 1951. Su primer destino como sacerdote marianista fue Cádiz, en donde ejerce como profesor en el Colegio San Felipe Neri de Extramuros hasta 1953. Después fue destinado a Valladolid y Madrid, donde en 1959 obtendrá la licenciatura en Filosofía. Continúa su tarea pastoral como marianista en Ciudad Real y Segovia.

El padre Feliciano, con su título de Hijo Adoptivo en 2013. El padre Feliciano, con su título de Hijo Adoptivo en 2013.

El padre Feliciano, con su título de Hijo Adoptivo en 2013.

En 1966 regresa a Cádiz al colegio de Puerta de Tierra en donde permanece hasta 1976. Su dedicación ha sido la propia de un educador, capellán, subdirector de colegio y superior de comunidad. Tras estos años de intensa labor apostólica, los superiores lo envían a Roma en donde vive una experiencia de formación y reciclaje. A su regreso en 1977 es destinado nuevamente a la Tacita de Plata, pero en esta ocasión al Oratorio de San Felipe Neri y ya no dejará Cádiz.

El padre Feliciano en el año 1982 es enviado nuevamente a su querido colegio de la avenida, en extramuros. Allí da clases de religión, prepara a los niños para las primeras comuniones, renueva las celebraciones con los chicos del colegio, forma a laicos para la labor catequética y evangelizadora y, sobre todo, derrocha la bondad que adorna y caracteriza a su persona.

En 1988 se abre un nuevo periodo en su vida en esa ida y vuelta suya, cruzando las Puertas de Tierra, y regresando a la comunidad del Oratorio de San Felipe Neri. De su Iglesia, llena de recuerdos doceañistas y de vivencias escolares, será rector acompañando a otros grandes marianistas como el padre Vicente López Uralde o el padre Manuel Mateo. Allí vivirá hasta el momento que considera más doloroso de su estancia en nuestra ciudad: el cierre de la comunidad marianista de la calle san José en 1998. Toca de nuevo regresar a extramuros en donde regala con su presencia su ministerio a niños, jóvenes, familias y ancianos.

Ha estado presente en la vida de las hermandades y cofradías de nuestra ciudad, siendo director espiritual de la Archicofradía del Pilar durante los años en que dicha corporación tuvo que desplazar su sede de San Lorenzo a San Felipe Neri y también de la Hermandad Marianista del Santísimo Cristo de las Aguas mientras tuve sede canónica en el Oratorio.

Feliciano Ruiz, durante uno de los homenajes que recibió en Cádiz. Feliciano Ruiz, durante uno de los homenajes que recibió en Cádiz.

Feliciano Ruiz, durante uno de los homenajes que recibió en Cádiz.

Junto a su labor como educador y responsable de la acción apostólica en el colegio San Felipe Neri, ha desempeñado una incansable labor de acompañamiento a los enfermos y ancianos, visitándolos en sus casas y en el hospital y llevando el consuelo a las familias en el momento de la pérdida de sus seres queridos.

En su último periodo en nuestra ciudad, jubilado ya, no deja de estar a la escucha de todo aquel que acude a buscar orientación espiritual, atendiendo a las familias con las que se ha relacionado a lo largo de sus más de sesenta años de estancia en Cádiz, ejerciendo el ministerio sacerdotal tanto en la iglesia del colegio San Felipe Neri como en las casas de todos aquellos que lo solicitan.

Feliciano es un rostro de la ciudad de Cádiz, caminando por la Avenida y por las calles del casco antiguo, sin tener nunca pereza, para llevar el tesoro preciado de su vida, el don de la fe y el amor de Dios a personas y hogares.

Son muchas generaciones las que han sido educadas, despertadas a la fe, alimentadas con los sacramentos e instruidas en los valores de la educación marianista dentro y fuera de clase por este hombre que tantos días ha gastado al servicio de los niños y adolescentes en nuestra ciudad.

En su persona se cumple como en ninguna otra lo que el gaditano José María Pemán, antiguo alumno de San Felipe dijera en su día: “Los marianistas en Cádiz han hecho de todo menos ruido”, pues junto a su bondad y servicialidad está su espíritu sencillo y humilde, siempre apartado del primer plano y poco o nada amigo del aplauso y de la escena pública.

El sacerdote, en un mercadillo solidario en el colegio San Felipe Neri. El sacerdote, en un mercadillo solidario en el colegio San Felipe Neri.

El sacerdote, en un mercadillo solidario en el colegio San Felipe Neri.

El padre Feliciano fue reconocido ya con la Medalla de Plata de la ciudad de Cádiz y con la condición de Hijo Adoptivo. Sus últimos cumpleaños han sido manifestación del gran cariño que tantas personas sienten hacia este hombre trabajador, formado, lúcido y con una sorprendente capacidad para mantenerse desde sus formas clásicas a la altura de los tiempos. El día 25 de agosto de 2008, la prensa local se hacía eco de la celebración que tuvo lugar en la Iglesia del colegio San Felipe Neri con motivo de su 85 cumpleaños. En ella, el padre Feliciano decía: “Quiero ofrecer a Dios el trabajo hecho durante estos años y ponerme en sus manos. También deseo saber agradecer los dones que me ha dado y a la gente que me ha puesto alrededor para ayudarme, porque sin ellos no sería lo que soy”. Esa gente que ha sido puesta a su alrededor son cientos y miles de gaditanos que durante casi sesenta años han hecho de este marianista, burgalés de nacimiento, un auténtico gaditano de ley, de los que nuestra ciudad puede sentirse enormemente orgullosa.

Hoy cumple 100 años en la Comunidad Marianistas de Siquem, en Madrid, a la que nos acercamos con el corazón para abrazar y darle gracias por haber sido un testimonio de vida buena para tantos gaditanos que lo tienen como referente y guía espiritual. ¡Felicidades, querido padre Feliciano!

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