12 enero 1910. La apertura del Gran Teatro

Cuando Cádiz recuperó su teatro y recordó su viejo esplendor cultural

  • Un incendio destruyó en 1881 el edificio del Gran Teatro, construido en madera

  • Aunque la sociedad reclamó su rápida reconstrucción, se tardarían tres décadas en levantar el nuevo coliseo que

Dura fue la prueba de ayer para el nuevo Teatro y salió de ella lúcido, con pujanza, erguido y fuerte. Lo decimos sin pasión, y eso que íbamos con las uñas afiladas, como todos los de nuestro tiempo, deseando que aquel otro, del que después del incendio quisimos pensar que fue mejor aún de lo que fue, empequeñece al nuevo, con su recuerdo e historia.

Enhorabuena señor Cabrera; enhorabuena, Felipe Abarzuza; enhorabuena señores electricistas, decoradores, mueblistas; enhorabuena modestos y relevantes obreros gaditanos.

Y gracias, muchas gracias, señores Gómez Aramburu, Rocafull, Martínez de Pinillos y Toro por habernos dado a los gaditanos este grandioso monumento, digno de su cultura, espléndido y buen gusto, donde tan excelentemente como en las primeras capitales  podrán celebrarse certámenes, actos magníficos, coronaciones y las primeras compañías desenvolverse y presentarse a la altura debida”.

Trece de enero de 1910. El cronista de Diario de Cádiz llevaba a los lectores de la edición matutina del periódico los primeros apuntes de la solemne inauguración del Gran Teatro. Un magnífico edificio de ladrillos vistos de color rojo diseñado por el arquitecto Juan Cabrera que venía a sustituir a otro Gran Teatro destruido por un pavoroso incendio ocurrido en 1881.

En una ciudad con gran tradición cultural, con varias salas en funcionamiento, la pérdida del Gran Teatro, todo construido en madera cuando apenas hacía una década que se había inaugurado, se vivió como una auténtica tragedia hasta el punto que fueron muchos los que reclamaron la erección, en el mismo solar aún llameante, de un nuevo templo para las artes escénicas.

Aún habría que esperar tres años para que se convocase un concurso público para elegir el mejor proyecto para la ciudad, algo nada habitual entonces en la ejecución de equipamientos públicos pero que venía a justificar el interés por levantar un centro para la cultura a la altura de la Historia de Cádiz. Adolfo Morales de los Ríos y Adolfo del Castillo fueron los ganadores, sin saber que lo que debía construirse con rapidez ante la premura ciudadana acabaría convirtiéndose en un auténtico suplicio para sus promotores, el Asilo Gaditano y la Casa de la Maternidad, ejemplo de la decadencia económica de Cádiz y que acabaría por alargar las obras, ya en manos de Juan Cabrera Latorre, durante cerca de tres décadas.

Al final, lógicamente, el apertura terminó fijándose para el 12 de enero de 1910. Hoy hace un siglo de la jornada de la solemne inauguración.

“¡Regocíjate, oh, Cádiz culta! que esta noche, al fin, abrirás al nuevo y grandioso templo para él consagrado.

Bendice, justa, los nombres de cuantos con su iniciativa, su esfuerzo y su amor erigieron el Gran Teatro sobre los cimientos mismos de aquel otro hermosísimo coliseo, encanto de nuestros mayores , y que el ígneo voraz elemento destruyó en día aciago. Mucho se hizo esperar esta noche pero hemos de confesar que la hermosísima realidad supera a nuestra esperanza”, escribía el Diario horas antes de la apertura mostrando, ya en su edición de la tarde, la popular ‘Hojilla’, que toda la sociedad gaditana esperaba expectante.

“Hasta la Alcaldía llegaron las noticias de que al abrirse el despacho de billetes en el coliseo el público acudió en avalancha originándose protestas e incidencias entre los que pugnaban por ser los primeros en la adquisición de entradas y localidades.

Estas mismas noticias llegaron después más acentuadas, disponiéndose el señor alcalde a la concurrencia de fuerzas suficiente de la Guardia municipal para reforzar el servicio y oficiando al mismo tiempo a la empresa para que habilitara nuevos despachos de billetes a fin de atender a la enorme demanda.

Había quien ofrecía esta tarde por un palco, diez veces más del valor, pero no había.

Al mediodía de hoy resultaba que no había palco para el ilustrísimo señor don Sebastián Martínez de Pinillos, que como se sabe ha sido el alcalde que concluyó, con aplauso general, las obras del hermoso coliseo. Pero después, mediante una combinación de localidades, el señor Martínez de Pinillos pudo adquirir el palco que deseaba”.

El cronista ya resaltaba que el Gran Teatro formaba parte “del programa de resurgimiento y vida de la capital”. Cierto es que la apertura de este coliseo iba más allá de la recuperación de un centro cultural, mejorado, tras la destrucción en 1881 del anterior. Su apertura, en 1910, coincidía en un periodo de la vida de la capital en la que sus representantes sociales y políticos intentaban sacarla de la degradación en la que se encontraba. El inicio cuatro años antes del derribo de las murallas que la ahogaban, a la vez que entraba en funcionamiento el tranvía, así como el adecentamiento de plazas públicas, la apertura del Hospital de Mora y el diseño de un puerto más amplio, buscaban una salida a una crisis iniciada décadas antes.

En todo caso, la inauguración del Gran Teatro el 12 de enero de 1910, con la ópera La Boheme, de Puccini, era ya un auténtico acontecimiento social. El Diario reflejaba el interés de conocidos apellidos de toda la provincia, e incluso de Sevilla “llegados en automóvil” por estar presentes en la gala de apertura, a la que se habían invitado a corresponsales de periódicos nacionales.

“En el momento de comenzar el espectáculo la plaza de Fragela ofrecía un aspecto fantástico, el de los acontecimientos de Cádiz de mayor nombrandía.

La espléndida iluminación de arcos voltaicos dejaba ver la inmensa muchedumbre, que se extendía hacia todas las bocacalles. Los coches, en gran número, que llevaban a las familias, abrían aquel compacto contingente de seres humanos. Si espléndido estaba a la entrada, no fue menos grandioso el aspecto a la salida, con tantos carruajes por entre la multitud que desalojaba el hermoso edificio.

Parecía Cádiz la gran ciudad que soñamos ha de resurgir pronto de nuestras pasadas tristezas”.

No podía faltar en la referencia informativa de esta apertura la crónica social, que la prensa de la época mimaba con elegancia y que llevaba a los lectores los principales apellidos gaditanos: “La señora de D. Joaquín R. Guerra llevaba rica toilette de encajes bordados y brillantes; su hija María de la Gloria, de rosa; de negro y perlas la señora de García de Paredes; la señora de D. Juan Viniegra de blanco y pendentif de esmeraldas y brillantes. De negro con perlas la señora de Mayol mientras la señora de Luis Martínez del Cerro lucía precioso traje blanco y riviera y aderezo de brillantes … La salida fue preciosa: los abrigos griegos lucieron mucho en el foyer que el público ha establecido en el primer piso, aunque los palcos deslucen algo a las señoras cuando se levantan las cortinas; el fondo no favorece y sería mejor empapelar de rojo los entrepalcos a la vez que se hace necesaria una marquesina en la entrada para los carruajes. Ayer hubo más de 40 de éstos”.

El éxito de la jornada de inauguración se mantuvo durante los días siguientes convirtiéndose pronto el Gran Teatro en el referente cultural de una ciudad que aún seguía amando a la cultura. Se logró, así, una programación extensa y variada hasta el punto que, en 1925 la emisora EAJ-3 retransmitiría en directo por primera vez el concierto ofrecido el Teatro por Miguel Fleta con la misma obra que inauguró la sala quince años antes.

En diciembre de 1926 el Ayuntamiento nombró Hijo Predilecto de Cádiz a Manuel de Falla Matheu. Junto al título y otros agasajos el Gran Teatro pasaría a denominarse Gran Teatro Falla. Allí se estrenaría en noviembre de 1961 La Atlántida, obra inacabada del gaditano concluida por su discípulo Ernesto Halffter.

De propiedad municipal pero gestionado por la iniciativa privada, el Teatro entraría en decadencia en la década de los sesenta y setenta, cuando funcionaba más como cinematógrafo que como sala de teatro. La presencia de las artes escénicas serán más que contadas, perdiendo la otrora rica programación operística. El Teatro llegará a ser incluso, con la llegada de Democracia, sede de mítines políticos y elemento fundamental dentro de la programación cultural de Alcances.

Curiosamente, en octubre de 1951, un grupo de técnicos llegó a dirigirse al Ayuntamiento solicitando el cambio de estilo de la fachada del Teatro al considerar que el estilo árabe de la misma no encajaba con el tradicional urbanismo de Cádiz. El gobierno municipal trasladó esta petición a la Academia de Bellas Artes que optó por archivar tan curiosa petición.

 Las más que escasas obras de mantenimiento irán degradando el estado del edifico hasta llegar a una situación alarmante. A mediados de los años ochenta se decide su cierre y la ejecución de una reforma radical del edificio, salvándolo de la ruina.

El 8 de octubre de 1990 la Reina Doña Sofía presidirá el acto de reapertura del Gran Teatro Falla. Es otra época. Las crónicas no reflejarán ya las joyas de las señoras ni las calesas esperarán a la salida, en la plaza Fragela. Empieza, en todo caso, una nueva época para el templo de la Cultura en Cádiz.

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