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defensa. relevo dentro de la misión naval de la Unión europea en el océano índico

Helicópteros de asalto, comandos de abordaje y drones contra los piratas

  • El 'Galicia' zarpa desde Rota para asumir el mando de la Operación Atalanta

Foto: Óscar Lobato

Foto: Óscar Lobato

El muelle 4 de la Base Naval de Rota despedía ayer al buque de asalto anfibio Galicia (L-51) de la Armada española, que asumirá el mando de la Operación Atalanta de la UE contra la piratería en el Índico durante el próximo semestre. La partida se producía en una mañana bastante gélida en la Bahía gaditana, pero sobrada de calor humano pues casi 400 personas se congregaron para abrazar y despedir a los 280 uniformados del contingente de la misión.

El navío largaba amarras pasadas las once de la mañana, una vez que el comandante del Grupo de Acción Naval 2 de la Armada, contralmirante Antonio Martorell Lacave, revistara a la dotación y cumplimentase al jefe de la fuerza naval expedicionaria, el también contralmirante Rafael Fernández-Pintado Muñoz-Rojas.

Dentro de quince días, cuando el navío entre en el área de operaciones, será precisamente el contralmirante Fernandez-Pintado quien asuma el mando de todos los navíos del actual despliegue antipiratería de la Unión Europea

El Galicia es ya veterano en estas lides, pues anota su cuarta participación en la Atalanta, aunque será la primera vez que se desempeñará como buque insignia de la fuerza operativa .

Debido a esta singular encomienda, el navío español ha embarcado una panoplia bélica bastante considerable. De hecho, su hangar para helicópteros ligeros lo ocupaban en esta ocasión cuatro drones modelo Águila Ojeadora (Scan Eagle), pertenecientes a la Flotilla de Aeronaves de la Armada, con su correspondiente equipo de pilotaje y sistemas de control remoto.

Además, dos helicópteros pesados SH3 Sikorsky de la quinta Escuadrilla de Aeronaves, bajo mando del capitán de corbeta (comandante) Jorge Nalda Loureiro, despegaban también del aeródromo de la Base, para apontar sobre la cubierta de vuelo del Galicia.

Estas aeronaves ofrecen la singularidad de ser aparatos especializados en aerotransporte de comandos de operaciones especiales. Al margen de esta capacidad de sus pilotos, las dotaciones de vuelo de estos helicópteros han sido adiestrados en prácticas y métodos de tiro de interceptación contra embarcaciones hostiles.

La presencia de estos Sea King -su clave en código OTAN- tiene una justificación más que sobrada. Su concurso resultaba imprescindible para la actuación de los 16 hombres de un éstol (voz de origen almogávar, aplicado a equipos navales de boinas verdes) de la Fuerza de Guerra Naval Especial (FGNE).

El Galicia alistaba también a un Equipo Operativo de Seguridad (EOS), compuesto por 11 infantes de marina, quienes asumen tareas de proteccion del navío e incluso han sido entrenados para desarrollar operaciones de interdicción marítima actuando como trozo de visita y abordaje.

Esta extrema capacidad de intervención la delataba una semirrígida Zodiac Hurricane CZ7, de siete metros de eslora y considerada una de las mejores embarcaciones de combate actuales en abordajes.

Por su ubicación en el buque anfibio, dicha lancha hubiera podido pasar por un bote de salvamento a ojos de un profano. Sin embargo, la disposición en "línea de jinetes" de sus asientos amortiguadores, su casco negro y su tope con sistemas electrónicos de rastreo y detección, desmentían a las claras esa aparente condición de embarcación auxiliar.

Mientras el Galicia agotaba los pasos del protocolo para zarpar, la banda del Tercio Sur de Infantería de Marina, dirigida por el suboficial mayor Juan Aloy Segura, interpretó un animado repertorio de piezas (Proa a la mar, Mares y vientos, San Marcial o el propio Himno de la Armada), contribuyendo a aliviar la espera de los familiares, congregados en el muelle para abrazar a los suyos.

Por una ironía del azar, la banda militar interpretaba la marcha Heroína, conocido pasodoble del maestro Feliciano Ponsa Riutort, justo cuando el perro detector de un equipo antinarcóticos de la Oficina de Seguridad Naval de la Bahía de Cádiz descendía por la escala del buque, tras haberse verificado la usual requisa de las diferentes secciones del navío.

La megafonía del buque anfibio notificaba el permiso a los tripulantes para bajar a tierra a despedirse de sus allegados, entre el regocijo de los concentrados en el muelle. Un gentío cuyo temple soportando la espera con el frío mañanero reinante era digno de todo encomio.

La aparición de los primeros marineros e infantes de marina bajando la escala real del portalón del buque, suscitó los lógicos gritos de llamada y propició el primer aflorar de lágrimas en muchos pares de ojos, por la emoción del momento.

Cuando los desembarcados sobrepasaron la catenaria de seguridad tendida sobre el muelle 4, las efusiones se extendieron por el cantil portuario. Esposas, novias, hermanos, amigos, abuelos y hasta hijos de corta edad, se prodigaban en abrazos y besos para con la dotación expedicionaria. Era fácil distinguir a a los familiares de aquellos tripulantes que repetían misión en la Atalanta, la mayoría de los cuales pertenecían a la escala de suboficiales.

Las familias de estos veteranos solían ocupar las filas posteriores de la zona de público, donde los últimos minutos en contacto con sus seres queridos se pasaban con menos apreturas y mayor discreción que entre las filas más cercanas al veril del muelle.

Tras un tiempo prudencial, siempre corto en estos casos, la megafonía volvía a reclamar el embarque de las fuerzas expedicionarias, con gran arreciar de abrazos y besos.

Reintegrada la dotación a bordo, se procedió al arranque de la planta impulsora principal y al izado la escala real hasta la cubierta, con ayuda de una gran pluma elevadora. Mientras marinos, infantes y miembros de la dotación aérea embarcada saludaban desde cubierta, el buque largaba amarras y se alejaba del veril del muelle auxiliado por dos remolcadores.

En ese instante, algún tripulante aprovechó para lanzar un burlón "¡Hasta mañana,eh!", coreado por varios compañeros y respondido por muchos de los congregados en tierra.

El grito mutó hasta convertirse en un esperanzado "¡Hasta mañana, España!", mientras el Galicia se alejaba del muelle a los compases de Ganando barlovento, enfilando hacia el Golfo de Cádiz.

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